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—Huh— Mark dio un ligero brinco frente a la puerta del establecimiento, dada a la confianza que el dueño tenía en él, Mark tenía las llaves de la cafetería y era quien abría. Levantó las cortinas de alumínio y abrió la puerta principal sonriendo ante el tintineo de la campanilla que se encontraba sobre la puerta.

Díez minutos después Yugyeom llegó y quince más, el primer cliente, seguido de otro y otro, y otro, y después otros dos y así pasó el día.

El rubio se recargó en la caja, viendo directamente hacia la puerta. —¿Pasa algo?— Mark salió de sus pensamientos.

—Nada.

Aunque realmente se preguntaba una y otra vez dónde se había metido el pelinegro, él era un cliente diario allí, todos los días a la misma hora, la misma mesa y el mismo pedido. Quizá se le había atravesado algo.

—Te preguntas por él, ¿no es así?— le preguntó Yugyeom mientras le daba el ticket de pagado a un señor no muy alto.

—No, bueno sí... él siempre viene y...— la campanilla sonó una vez más. Ambos trabajadores voltearon a ver la entrada y se encontraron con el chico, aquél de sonrisa desconocida.

Yugyeom fingió toser, luego de esto Mark sacó su libreta mientras podía oler el perfume del pelinegro quien pasó por su lado y se sentó en la mesa de siempre.

—La mesa ocho necesita tu atención, Tuan.— Mark le miró mal y caminó a donde Jinyoung, según el papel que este mismo le había dado, decía ese nombre.

—Buenas tardes,— sonrió abiertamente el rubio. —¿Café negro?— preguntó al no recibir respuesta a su saludo.

—No,— el pelinegro lo miró. —un frappé.

—¿Con galleta o sin?— Mark dijo, un poco sorprendido al notar que el chico se había salido de lo habitual.

—Sin galleta, por favor.— el rubio entre abrió sus labios, Jinyoung nunca le había dicho por favor ni siquiera le había visto más de tres segundos. Al parecer hoy estaba de buen humor.

—Gracias...— mencionó aún perdido y al notar la mirada de extrañeza del pelinegro supo que no había sido lo correcto decir eso y se golpeó mentalmente. —Digo, en seguida está aquí.

[…]

—Le dije gracias...— comentó Mark estando ya en caja, entregando a Yugyeom el pedido.

—¿Qué?— el platino preguntó burlesco.

—¡Le dije gracias!— habló bajo pero con desesperación.

—Pero por qué...— preguntó su amigo mientras preparaba el frappé.

—No lo sé, solo salió.

Mark dejó la libreta en la vitrina y hechó una mirada a las mesas para verificar que ningún cliente estuviera insatisfecho en algo y no, todo estaba bien hasta que llegó a la mesa ocho y se encontró con la fuerte mirada del pelinegro quien no despistó el estar mirándolo deliberadamente.
El rubio se sintió incómodo pues esa mirada no le decía nada, su expresión era seria, sus ojos bajaban y subían mirándole de pies a cabeza.

Dejó soltar aíre. —Apresúrate.

—Ya voy, ya voy.— y segundos después el frappe ya estaba en bandeja listo para ser entregado.

—Disfrute su bebida, el pago es en caja.— Mark dejó la bebida frente a Jinyoung.

—Vengo todos los días, sé dónde es el pago.

—Huh...— Mark llevó la bandeja a su pecho abrazándola. —Sí, debí saberlo, lo siento.— hizo reverencia y prácticamente salió corriendo.

❁he's gone.  ▸m,j.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora