Se despertó con un sabor amargo en la boca. Volvió a mirar el reloj: Las diez de la mañana. Dedujo que había logrado dormirse de nuevo. Volvió a palparse el cuello con cierto temor, pero no había ni rastro de la enorme cicatriz que le parecía haber sentido unas horas antes, así que decidió que se trataba de una pesadilla. Le sorprendía que sus padres o su primo no hubieran acudido a despertarla, así que decidió ir a la cocina a desayunar.
Se notaba extraña... Lo último que recordaba con nitidez era estar en la cocina con Ismael.El enfrentamiento con Ivory. Ismael le había contado aquella historia sobre cómo Ivory había llegado hasta él.Bajó las escaleras teniendo una extraña sensación en el estómago, se sentía mareada, y todo parecía muy grande a su alrededor. Dio un pequeño traspiés en el último escalón y calló al suelo.
—¿Mamá? ¿Papá? ¿Ismael?—dijo con voz temblorosa. De pronto, la puerta de la entrada a la casa se abrió de par en par, y su primo Ismael entró sonriente y charlatán. Ni siquiera reparó en ella. Amanda iba a pronunciar el nombre de su primo cuando una ola de miedo le recorrió todo el cuerpo al verse entrar a ella misma por el descansillo.
—Mamá, mira qué collar tan precioso me ha regalado Ismael— dijo esa muchacha que era una fotocopia suya. Su madre apareció en el pasillo, y observó como la niña mostraba un collar de terciopelo negro que se ajustaba perfectamente a su cuello. De él pendía una "I."
Entonces, Amanda lo comprendió todo justo en el momento en el que su madre se agachaba a su lado y la recogía del suelo.— Amanda, ¿Es tuya esta muñeca?
La niña sonrió y se volvió hacia la muñeca con una mirada diabólica, enseñando un poco los dientes y llevándose la mano hacia la enorme cicatriz del cuello que ahora cubría el collar. Amanda comenzó a gritar, pero parecía que sus alaridos no eran escuchados por nadie, a fin de cuentas, era una muñeca. Ismael la miró sin ninguna expresión en su cara, para acto seguido, dirigir sus ojos hacia Ivory, que sonreía aniñadamente acariciándose el collar.
Se miró aquél precioso trajecito azul victoriano mientras notaba el peso de unos largos tirabuzones sobre su cabeza. Su madre la depositó en el sofá. Con terror, y sin poder hacer absolutamente nada, Amanda se quedó mirando la escena: Ismael corría hacia la cocina llamando a voces a su padre para que fuera con ellos a recoger moras, mientras que su madre, acariciaba los cabellos de Ivory...
Estaba condenada, condenada a pasar la eternidad siendo sólo una espectadora de su propia vida. Y entonces fue cuando pensó en lo feliz que le haría poder arrancarse los ojos para no volver a ver la vida que se le escapaba nunca, nunca más.
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LA MUÑECA DE LOS OJOS ESCARLATA ©
KorkuÉl era callado, y nunca llamaba la atención. Los primeros días parecía sumido en el profundo letargo que le provocó la muerte de sus padres y de su hermana pequeña. Pero era su primo a fin de cuentas, y Amanda no sabía apenas nada de él. Sólo que se...