PAZ MUNDIAL

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 Fuimos a almorzar al restaurante Madeo en Beverly Hills.Pedimos un tinto Barbaresco de Bruno Giacosa de 1964 para celebrarla presentación. Brindamos. Y yo decidí romper la pequeña tensión quese había creado entre nosotros desde el desafortunado encuentro. 

No importa que tuvieses novio cuando nos conocimos –dijecon un tono suave, con sinceridad. 

Ella bajó los ojos, avergonzada. Yo continué: 

Lo que me preocupa es que un tipo, que evidentemente estáloco por ti, tiene acceso a tu universidad... 

Scarlet negó con la cabeza y vi en su rostro una granfrustración. 

¿Estudia contigo? –pregunté. 

—No... no sé ni cómo se enteró de mi presentación. Meimagino que alguien que estudia conmigo le dijo. 

Pero tenía una camisa de UCLA. 

Estudia Ingeniería. 

—¿Tenían dos años juntos? 

—No todo el tiempo.. Era más serio para él que para mí. 

—Dos años es serio. 

—Pensé que no te importaba... 

—Me importa que parece que no sé nada de ti... 

—Nos acabamos de conocer –dijo sonriendo. 

Por primera vez desde que la vi en Las Vegas, me sentíincómodo con Scarlet. No me importaba demasiado que hubiese pasadodos años culeándose a un gringo güevón. Sabía de su carácter sexual y,aunque hubiese preferido no conocerlo, era mejor que hubiese estadocon un tipo estable a que estuviese como yo, cambiando de pareja cadados días. Yo me había acostado con más de setecientas mujeres en losúltimos diez años, trescientas de las cuales eran putas. No era quiénpara andar juzgando a nadie. Pero me incomodaba que me dijese quenos acabábamos de conocer. 

Eres todo lo que tengo, Scar –dije con tranquilidad.—¿Y tu mamá? 

La mataron... 

Scarlet quedó fría. Yo ya había llorado demasiado como paraponerme emocional. 

¿Quién? 

—No quiero hablar de eso. 

Scarlet me miró con preocupación. 

Y... ¿estamos en peligro? –preguntó. 

Hasta entonces no había caído en lo preocupante que podía serpara una gringa que a su marido latino, recién conocido, le esténmatando a la familia. 

Agarré su mano y sonreí reconfortante. 

 —No... aquí estamos seguros. 

—¿Y puedes volver a Venezuela? 

—Puedo... pero no voy a volver. 

—¿Te matarían? 

—No... los asesinos de mis padres se fueron a Colombia y sellevaron un dineral. No escucharé de ellos más nunca. 

—Aquí hay muchos mexicanos que tienen negocios concolombianos. ¿Cómo sabes que no vendrán a buscarte? 

—Porque nadie me está buscando. De hecho nadie me estuvobuscando nunca. A mi padre lo mataron por error del destino, a mimadre por... 

—¿Por...? 

—Porque yo la cagué. 

—¿Cómo? 

—No quiero hablar del tema. 

—Lo siento, Juan. No quiero hacerte daño... pero tienes queentender, todo esto es nuevo para mí. Nunca he visto un muerto en mivida, ni conozco a nadie a quien le hayan matado o secuestrado unfamiliar. Estoy casada contigo y no sé si mi vida corre peligro por ello. 

¡TODO VA A ESTAR BIEN! –dije subiendo la voz más delo que hubiese querido. 

Scarlet me miró con tristeza y dijo: 

Perdóname... entiéndeme... 

¿Qué quieres saber? 

—¿Por qué mataron a tu mamá? 

—Porque intentamos capturar a los asesinos de mi padre yellos se nos adelantaron. La secuestraron para salir del país y lamataron por venganza. 

¿Mataste a alguien? 

—¿Qué importa? 

—Importa... 

—No lo sé, es posible. Hubo muertos en ambos bandos. 

A Scarlet se le aguaron los ojos. Estábamos tan lejos. Éramosde mundos tan diferentes. 

A mí me entró un ataque de pánico. Estaba en el momento demayor fragilidad de mi vida. Si Scarlet me abandonaba, me quedabasolo en el universo. 

Escúchame –dije–, todo esto es tan anormal para mí comolo es para ti. Nunca he estado involucrado en algo parecido. Me tocó ylo afronté de la mejor manera que pude... En ese fuckin país hay veintemil muertos cada año. Cuando te toca, te toca, y no importa qué tanpacifista seas, no sabes cómo vas a reaccionar. 

Prométeme que nunca vas a volver. 

—No tengo nada que hacer allí. Quiero vivir contigo en LosÁngeles o Nueva York, donde quiera que la muerte no sea algo normal. 

—¿Y no crees que deberías cambiarte el nombre 

—Nadie me está buscando, Scarlet. Te lo garantizo. Pero siquieres que me llame de otra manera, elige mi nombre y yo me locambio. 

Paz Mundial –dijo y se rió. 

¿Qué? 

Ron Artest, el delantero de los Lakers, se acaba de cambiarel nombre y se puso "Paz Mundial". 

Nos reímos juntos... Nos agarramos la mano con fuerza. Respiré hondo. 

Yo lo único que quiero ahora es tranquilidad. Tenemosdinero para vivir bien el resto de nuestras vidas. Quiero que estudies,te gradúes, viajemos por el mundo. Quiero que algún día tengamoshijos. Era uno de los deseos de mi papá, que tuviésemos un hijo juntos. 

—Tengo veintiún años. 

—Yo sé, no hay apuro. 

Ella pidió unos gnocchi y yo espagueti negro con frutos delmar. Después de un rato nos relajamos y volvimos a ser los de antes. 

Ella sugirió irnos a esquiar a Vermont. Me parecióexcelente... un poco de frío y nieve alejaría aún más los recuerdos queme había dejado la tierra del sol amado. 

Después de comer regresamos al hotel y nos pusimos aorganizar el viaje. Scarlet tenía que ir al día siguiente en la mañana aUCLA a buscar sus notas. Al final de la tarde nos encontraríamos ynuestro avión nos llevaría a las montañas  

Las aventuras de Juan PlanchardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora