CHINOS EN CRACKAS

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Tenía su lado emocionante eso de mostrarle a mi amada latierra que me vio nacer. Pero lo que más me gustaba era la idea demostrarle a ese poco 'e marginales, lo que era una dama de verdad. Lamayoría de los revolucionarios andan todos lucidos con sus mamitasricas y apretaditas criollas, pero ni sueñan conseguirse una gringa delas que ven en las películas. Algunos dirán que lo de ellos son lasvenezolanas, pero eso es cuento. Si hablaran inglés andarían con catirasimportadas. 

En el fondo todo venezolano, sea de la ideología que sea,sueña con una gringa. Por eso casi todas nuestras actrices famosas, casitodas nuestras misses, casi todas nuestras locutoras de noticias y chicasPolar... son blancas, son rubias, o tienen facciones de blancas. Por esoFidel Castro eligió a una catira de ojos verdes como esposa delComandante en las primeras elecciones. Para demostrarle al pueblomestizo que ese zambo, Comandante valiente, pudo conseguir a unagringa como la que todos soñaban...Llegamos a Maiquetía y bajamos por la rampa cuatro, lapresidencial. 

Nos recibieron unos GN sin mucha ceremonia. No habíaluz en el aeropuerto, por lo tanto no había sistema. Al no haber sistema,no hubo que hacer inmigración, así que nadie se quejó de la falta devisa en el pasaporte gringo de Scarlet. Nos pasaron directo a unhelicóptero y arrancamos hacia La Carlota.No sé qué pájaro nos llevó a la capital, era una carcachita dela Policía Nacional. Lo cierto es que el vuelo, por encima del gloriosobarrio de Gramoven, cruzando el Ávila y entrando a la ciudad porencima del 23 de Enero, para luego sobrevolar Catia, fueverdaderamente hermoso. Scarlet estaba boquiabierta con la nocturnabelleza de Caracas. Me preguntaba qué eran todas esas luces. Y yo ledecía "son casas..."No había motivos para explotar su burbuja y decirle que laslucecitas eran miseria, y que todo aquello que veía, y que parecía unpesebre, era una de las zonas más violentas del mundo. Ya llegaría elamanecer con su duro pesimismo. Ya habría tiempo para llorar por lainjusticia social. 

En el aeropuerto La Carlota nos recibió Pantera, mi pana delalma, mi guardaespaldas desde hace dos años... un negro con bigoteblanco, feroz y heroico combatiente del 23 de Enero. A su lado, uncomandante de la guardia cubana se me cuadró y lo saludé concordialidad. Ambos dieron la bienvenida a Scarlet con respeto y memiraron con gestos de "el jefe siempre corona". 

La Carlota estaba bastante activa, me imagino que la presenciade los chinos en el país había alborotado a todo el mundo. No me quisequedar a saludar. Estaba cansado y, confieso, un poco nervioso de tenera esta princesa de la realeza californiana entre tanto cubanocomemierda.No tengo nada contra los cubanos, que quede claro. Admiro ala dirigencia, que es quien manda en nuestro país. También a los derangos medios, que son quienes controlan el día a día de nuestrogobierno. Pero en cuanto al resto, esos doscientos y pico mil cubanosque hay en Venezuela, son los esclavos de la revolución, y como tal seles desprecia. Sus dueños los mandaron a trabajar para nosotros ynosotros los utilizamos de la manera más respetuosa posible pero sinolvidar que son esclavos. Trabajan gratis. Su pago se lo lleva Fidel y sise equivocan, sus familias en La Habana son las que pagan. Eso elloslo entienden, y agradecen que por lo menos están fuera de esa islamiserable. Si no fuera por Venezuela, Cuba estaría peor que África. Ylos esclavos saben que tienen que hacer todo lo necesario paramantener a los nuestros en el poder, porque si los nuestros caen, ellosmueren de hambre. 

Los Castro nunca van a caer. Eso ya está claro.Nos montamos en una Toyota 4Runner, plateada y blindada. Lepedí al cubano que pusiera una moto que nos escoltara; y así fuimos,con la moto adelante, Pantera al volante y Scarlet y yo atrás.Después de veinte minutos, tras atravesar la autopista a todavelocidad, llegamos a mi casa en La Lagunita. Una casa de sueños quediseñó Carlos Raúl Villanueva para uno de sus panas oligarcas, cuandoCaracas era la sucursal del cielo y La Lagunita era el cielo.Debo decir que me sigue gustando Caracas. Con todo y lospeos, no hay nada como llegar a casa, escuchar los grillos con susinfonía tropical... respirar la humedad selvática de la zona... caminarsobre mis pisos de mármol de Carrara recién pulido... Ser atendidopor mi staff de choferes, vigilantes, servicios, cocinera,guardaespaldas, masajista... Comerme una cachapa con queso telita ytomarme un guayoyo Fama de América colado en una greca biencurada. 

Las aventuras de Juan PlanchardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora