Observando el reloj por milésima vez, aunque hace un tiempo que deje de mirarlo realmente, me encontraba nervioso.
¿Qué tanto me ve esa chica?
Reviso mi atuendo y todo parece estar en orden, la observo con extrañez y ella evita mi mirada.
El subterráneo se detiene en la estación Universidad de Montserrat. Intento zafarme entre la gente, niños, adultos y ancianos que recurren al metro como único método de transporte —Recomendable por la gran cantidad de agua que cae en las calles debido a las lluvias— Su hombro choca con el lado izquierdo de mis costillas, haciendo una presión leve, voltea y emite una sonrisa a modo de disculpas, se la devuelvo, no la culpo, el espacio es tan reducido para la cantidad de personas que intentan salir al mismo tiempo. Mis pasos se aligeran una vez que cruzo la puerta de la facultad de Geología, adentrando al salón diez minutos con antelación, busco mi asiento y mis músculos se relajan.
Química no es de mis materias favoritas, incluso la he visto unas dos veces.
— ¿Qué tal, viejo? —Jack toma asiento a mi lado y estrecha su mano junto a la mía.
— ¡Qué suerte tienes al tener carro, el subterráneo es tan...! — Abro mis brazos, en el fallido intento de expresarle mi exasperación.
— ¿Suerte? — Me observa anonadado, como si hubiera dicho la estupidez más grande del mundo— ¡El tráfico supera las cuatro horas de retraso!
— Ufff... — Recuesto mi cabeza en el asiento. — Extraño el sol, ¿hace cuánto no vamos a la playa?—Inquiero, tratando de recordar la última vez que no vi el cielo nublado.
— Tres meses.
— ¡Mira mi color! — Señalo mi brazo totalmente pálido. — ¡Me parezco a Bobby! — Grito, aunque lo hago en mal momento, ya que el está cruzando el umbral de la puerta, y si las miradas mataran.. — Lo siento Bobby, no es que no ame tu color de piel, digo, es fantástico, sólo que, no es de mi agrado.—Me encojo de hombros en el intento de no morir estrangulado por él.
Bobby sigue su camino hacia el final de la fila, su bolso haciendo un estruendo al chocar contra el piso, aterrador.
***
— ¡Oh vamos Dann, Joey nos invitó a los dos! — Insistía en que fuera a una partida de fútbol, el problema es que el "organizador" era Joey Jhonnson, el mismo que humilló a mi novia en la preparatoria. — No puedes odiarlo por lo que hizo a los quince, era un simple muchacho.
— ¿Un simple muchacho? — Escupí, mi cuerpo tensándose ante el recuerdo de una Mandi con catorce años abrazándose a ella misma en el piso, luego de que Joey y sus amigos la tumbaran, su excusa era que ella le atraía. — ¡No puedo hacerle eso a Mandi, tú lo sabes!
— Mandi entenderá.
— También me golpeará, ya sabe defenderse. — Dije con miedo, la última vez que tuvo su periodo se molestó porque le llevé helado de fresa y no de mantecado, aunque el de fresa es su favorito.
Jack terminó partiéndose en carcajadas.
— ¿Te llevo a tu casa?— Negué.
— Invité a Mandi a salir, hoy cumplimos seis meses de noviazgo.— Levanté el mentón, orgulloso.
— ¡Vaya! — Sopló — ¡Eso es mucho tiempo con una sola chica!
— Para tí.— Recuerdo el primer día que la vi en la preparatoria tan frágil, sus ojos temerosos y una sonrisa cálida. Pero la sonrisa y el recuerdo desvanecen al recordarlo a él.
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La tormenta en Montserrat
Teen Fiction"Con su caos logró darme calma, aunque con ella la paz signifique peligro."