Capítulo 3

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Lela Rosa se encontraba furiosa. Me hizo hacer una lista de diez maneras de morir subiendo a una moto. Eran pasadas las once y no podía dormirme sin antes terminar la lista que debo entregarle a Lela y luego colocarla con un imán en la nevera para recordar porqué no debería volver a subir. Me miraba expectante con una ceja alzada, sus brazos y piernas cruzadas. Un pie tamborileaba de arriba a abajo. Movimientos consistentes. Ella esperaría a que yo terminara para cerciorarse que terminara. Eso o esperaba a que yo dijera algo.

— Lela, ¿por qué me ves así? — Oh, oh. No debí preguntar. Sus ojos se agrandaron. Se acercó lentamente a mi, las piernas me flaqueaban. Sentía el corazón en la garganta. ¿Cómo desaparecer en treinta segundos?  Tuve la necesidad de tragar fuerte. Sabía que era una mala idea montarme en aquella moto. Pero no me arrepiento. El paseo con Lara me hizo sentir más vivo que nunca. 

— Eres un inconsciente. No le escribes ni a tu madre ni a mí diciendo dónde estarás o a que hora llegarás. Apareces a las diez  y pretendes que todo esté bien. Eres un adulto y eso en eso concordamos. — Asiente lentamente— Pero sigues bajo este techo, quieras o no debes rendirnos cuentas. De paso, llegas en una moto con una chica que parece salida de algún callejón de rateros.— Frunzo el ceño. Lela puede enojarse conmigo, pero no puede ofender a Lara. Hasta que no la conozca no debería. Ella no es de juzgar personas. Estar molesta la pone fuera de sí. —No lo vuelvas a hacer —Dice escéptica y sube las escaleras. La observo. Recordé porqué no salía por mi cuenta. Se debía a ellas, yo no podía salir sin tener a mamá o a Lela encima haciéndome preguntas o regañandome. No quería hacerlas rabiar o preocuparles más. Entonces sólo obedezco. 

La pila de cuadernos esperan por mí. Saco un estuche de colores para hacer la práctica de Geografía I para Elizabeth. Desde que comencé la carrera he tratado de buscar empleos, pero mi horario es desde la mañana hasta la tarde. Lela Rosa y mi madre no me permiten trabajar en la noche por la inseguridad, pero Jack me insistió en que comenzara esto y desde entonces ha sido una entrada de dinero. 

Me dedico a trabajar. Tres cuadernos más tarde me encuentro tan exhausto que puedo quedarme dormido en la silla del escritorio. Prefiero terminar por hoy y guardar lo que ya había utilizado. Quito mi ropa del día y con ello cae una hoja. Es un pedazo de papel mal cortado. Tiene escritas las palabras "observa más allá" en una letra cursiva con un lapicero morado. No era de lo más planeado, las letras incluso algo movidas. Pero una caligrafía delicada.

Sonrío abiertamente. No sé en que momento dejó la nota en mi bolsillo. Pero puedo decir que es el mejor gesto en el mundo. Esos que no se compran, ni se venden. Son aquellos tan espontáneos que salen de un corazón para alojarse en otro. Lo vuelvo a guardar en el jean, quería conservarlo de recuerdo. Tomo la pijama y duermo plácidamente. 

La alarma de mi teléfono no deja de vibrar y sonar. Muevo mi dedo de forma automática hacia la derecha. En mi diccionario no existen "cinco minutos más" de esos que todos aman. Intento desperezarme, restriego mis ojos con los puños. Me levanto de un salto. Cincuenta flexiones, un baño y desayuno más tarde ya voy vía la universidad. Mi bolso pesa más de lo usual. También ocupa mucho espacio en el subterráneo por lo que recibo malas miradas. Pensé que me tropezaría con Lara, le agradecería lo de ayer y mucho más por el detalle. Pero sentí una leve presión en el pecho de desilusión al ver que me equivocaba. Caminé hacia el campo donde haríamos un taller de reconocimiento de tierras. Amaba los trabajos de campo. Me hacían sentir más cerca de graduarme. Mi meta estaría cumplida. Jack me sorprende cuando me da un golpe en el brazo.

— Hola bebé— Sonríe mientras lo fulmino con la mirada. Chasquea la lengua con disgusto— Pero que humor. Alguien discutió con Mandi ho-o-oy—canturreó. Pero no era cierto, Mandi y yo estábamos bien. Habíamos quedado para hoy en su casa.

La tormenta en MontserratDonde viven las historias. Descúbrelo ahora