Acto final: Un mundo sin ti.
Jem se niega a vivir sin Will.
"—No sé cómo vivir en un mundo de cazadores de sombras sin Will. Ni siquiera quiero intentarlo."
— x—
La burbuja finalmente estalló y la realidad convertida en olas lo ahogó en su totalidad. Jem, ya no el hermano Zakariah, ahogó un gemido que ocultó una pena profunda y dolorosa. Una que venía postergándose desde más de cien años y para ese entonces se dio a presentar. El aleteo de su desenfrenado corazón le arrebata el aire, el pecho le dolía, la runa desvanecida le quemaba...
Le gritaba, le rasgaba la piel y se la estriaba para decirle lo que ya sabía de antemano.
No está. Tu parabatai ya no está.
Esa vida de sombras era un caos, muertes, enfrentamientos, familias destruidas y, lo peor, la terrible lógica de inauguración: Will no estaba. Sollozó, en sueños, porque aún la anestesia que le habían clavado en los huesos seguía con sus dosificaciones sobre su cerebro. Y sin embargo, no era suficiente para apaciguar el dolor. El horror picoteando cada fibra del cuerpo, los recuerdos arrastrándose dentro de él.
Él había decidido convertirse en un hermano silencioso para sobrevivir, para seguir atándose a ese mundo que lo empujó a los brazos de la nefasta muerte a una edad infante. Podía evocar humos que tenían maravillosas formas, claro que sí, también, las más irreales y oscuras que ennegrecieron su destino. Aquel día, lóbrego, lluvioso y triste, cuando la marca de parabatai se desvaneció dejando sólo contornos. Abiertos y punzantes. No había sentido nada, ni un espectro de dolor o angustia, las runas de los hermandad supieron contener todo. Sus ojos, en ese entonces, suspiraron a las lágrimas por lo que Will sufriría; la ruptura de su lazo y unión. Y, sin embargo, no estaba triste del todo. Era un sacrificio, una perversa manera de estar de lado de los vivos, puesto que la muerte le sabía demasiado amarga. En una parte de él, a sabiendas que ya no viviría con el gusano pensamiento que moriría, le hacía latir el corazón en regocijo. Iba a vivir.
Dentro de aquella barrera que lo alejó de los sentimientos, del calor humano, de la humanidad, podía sentir las gotas de llamaradas del amor que tuvo que esconder dentro de un cofre por tanto tiempo. Algunos brillaban aún, otros palpitaban. Cuando Tessa y Will se casaron, estuvo feliz por ellos. Cuando tuvieron su primer hijo y, que en su honor, lo llamaron por su nombre, tuvo ecos envolviendo su cuerpo de mera emoción. Empero, la vida se encargaba de arrebatarle todo lo que amaba con exquisito placer. Con el paso de los años la barrera se fue solidificando. Empezó a ser más impasible, la voz de Tessa no le hacía sonreír, la presencia de William no le hacía estremecer. Sus amados que seguían sonriéndole y él también a ellos.
Era un sentimiento que luchaba y se revolvía como una furiosa serpiente. Gritando, llorando, riendo; ¡Te amo, William! ¡Te amo, Tessa!
Los amaba dolorosamente y eso luchaba con uñas y garras contra la pared de su corazón.
Desgraciadamente, pasó. A penas podía recordar lo que era sentir, palpitar, sonreír... Incluso la magia que le producía el violín que su mente, afanada a la música, creaba algunas notas e imaginaba el sonido. A veces, las mezclaba en su cabeza creando composiciones secretas. Y mientras más trabajaba en la mente, más podía recordarlas. Como un sueño, como un recuerdo dulce que lo salvaba de la soledad.
Para ese siglo tuvo un repertorio de canciones que tenía la alusión que se la volvería a tocar a Will. Soñaba que iba a conseguir la cura e inocentemente iba a abandonar la hermandad. Enoch lo sabía. Él nunca sería como ellos. Aún podía escapar de ese mundo de tinieblas y silencio.
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Triángulo Roto / Heronstairs
RomanceSerie de fragmentos en la historia de tres amantes que luchan por un amor. ¿Tessa era realmente el centro de ese triángulo? El profundo lazo que Cassandra Clare nunca contó. Un amor más profundo enlaza a estos chicos, y no es precisamente el lazo "...