Sexto acto: Aniversario.

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Aclaraciones: Will & Jem aún no son parabatais. Es decir, tienen recién cumplidos los trece años.

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Sexto acto: Aniversario.

Will se desahoga con Cecily.

"Pasado el primer año, y aunque aún temía que llegara el día, comencé a encontrar que había algo que Jem tenía que hacer sin falta todos los diez de noviembre, algún ejercicio o alguna búsqueda que nos llevara a la otra punta de la ciudad bajo el tiempo frío y lluvioso. Y yo le insultaba por eso. A veces, el frío húmedo lo hacía enfermar, o se olvidaba de tomar sus drogas y se ponía enfermo inmediatamente, y eso también era una distracción."

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Se estaba adaptando rápido a las costumbres de ese país europeo, a la música, a las personas, a ese instituto que parecía hecho de gas y hielo. Terminar de dominar el inglés había sido pan comido, producto de las enseñanzas de su padre que desde pequeño le había orientado en su idioma natal.

No tenía nada en contra del clima, salvo que en ocasiones era insoportable para su piel. Sólo restaba una cosa de la cual aún no era compatible, y creía que no lo sería nunca, era aquel nuevo cambio en su cuerpo, dependiente de una droga. Estar ligado a otro veneno para poder subsistir un par de años más si tenía suerte.

Era consciente que la toxicidad del yin fen tendía sólo a agravar el mal, no a curarlo. El alivio no estaba ni remotamente cerca de lo que cualquier persona pudiera sentir, al vender su humanidad por unos cuantos granos de arena en un reloj.

Por un corto tiempo, pareció como si se hubiera purgado el veneno de las venas y sin poder explicar cómo, la enfermedad arañó su camino de regreso decidida a quedarse. El dolor ya era una parte de la vida cotidiana, no había manera de evitar eso, no había forma de luchar contra eso. Sólo podían calmarlo, adormecerlo, hacerlo retroceder pero nunca podrían echarlo fuera de su cuerpo.

El tiempo era implacable en su mejor momento, cruel en el peor. Y ya cuando podía levantarse, después de una noche entera de temblar de sudor, decidió combatir una vez más contra esa fuerza que lo deseaba de rodillas en el piso. Se había ataviado en su ropa de combate para entrenar en el salón de armas, y tenía la meta de obligar a Will de acompañarle. Ya habían tenido ese tipo contacto que hizo clic en ellos, un choque que hizo chispa, mostrando como si ambos fueran cables que deseaban, no, necesitaban atarse.

Y para mayor prueba de ello, es que ya ambos estaban a la espera de juramentarse para el lazo parabatai.

Había pasado un año desde que llegó a ese instituto, y a pesar de tener el dolor vigente en carne viva, no podía negar que todo lo que estrujaba Will en su interior, le daban una inexplicable tranquilidad. A veces. Se había percatado que ese galés lo trataba mejor que nadie, y con ello, se refería a que su feroz apatía mermaba un poco. Charlotte se había dado cuenta de ello y con una sonrisa triste, alcanzó a decirle: «Tenle paciencia»

Su primera impresión fue del todo acertada, cuando lo vio arrojando cuchillos a una diana sin plantearse un objetivo. Unos ojos que no miraban a nadie, una oscuridad que lo apartaba de todo. Igual a la que él sentía que estaba creciendo en su pecho, con esa nueva regla de vivir con ataduras líquidas.

Will necesitaba tener a alguien con quien compartir esa oscuridad. Y aunque él tuviera una similar, aún no se consideraba como una opción fiable. Después de todo, se iba a morir.

Triángulo Roto / HeronstairsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora