Capítulo 3.

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La vida de Se Hun cambió mucho desde que el señor Oh lo corrió de su casa por el simple hecho de ser homosexual. No obstante, estaba bien. Había recibido apoyo por parte de su pareja y amigos y no se había tardado la gran cosa en ajustarse a un nuevo ritmo de vida con un trabajo y otras responsabilidades.

Tan veloz como únicamente el tiempo puede ser, pasó un año. Se Hun seguía viviendo en la casa de Lu Han, cosa que había resultado bastante agradable para ambos. El menor había conseguido un trabajo y no se vio en la necesidad de dejar la universidad, por lo que podían decir que todo iba excelentemente. Por parte de los padres de Se Hun no se había vuelto a escuchar ni una palabra, pero pensaban que así era mejor, pues no querían abrir puertas a posibles conflictos.

¿Y qué podría estar haciendo un joven de veintitrés años en un viernes por la noche? Cualquiera pensaría que tal vez estaba preparándose con los mejores snacks para quedarse despierto y jugar videojuegos hasta el amanecer, que tal vez estaba en una cita romántica con su pareja, que tal vez estaba disfrutando de una buena fiesta con sus amigos, que tal vez estaba gastando su voz en una reunión con karaoke o que tal vez estaba bebiendo hasta olvidar su propio nombre en algún bar.

Dependiendo de sus gustos, los jóvenes de veintitrés años solían hacer ese tipo de cosas, pero Oh Se Hun no. Ya que debía trabajar hasta tarde, él no tenía la oportunidad de hacer lo mismo que los demás. No se quejaba, pues incluso si la paga que recibía no era de lo mejor, le bastaba para cubrir una parte de sus estudios universitarios y lo que le correspondía de los servicios que usaba en la casa de su novio, quien se hacía cargo de pagar la otra parte de su licenciatura.

Por eso no le molestaba pasar sus noches como mesero en un popular restaurante ubicado en la entrada del centro de la ciudad, ni siquiera las de los viernes. Sabía que no trabajaría ahí para siempre, que era lo que podía hacer por el momento y nada más.

—Hmm... Quiero un plato de fideos con pollo, pero... ¿El pollo puede ser a la plancha en vez de empanizado? —Preguntó una simpática mujer de ondulado cabello corto y castaño, señalando la descripción del platillo que quería en el menú.

—Claro que sí, señora —tomó nota de la petición que había hecho la mujer mientras le mostraba una de sus mejores sonrisas cargadas de amabilidad—. ¿Se le ofrece algo más?

—No, eso sería todo.

—Muy bien. Traeré su pedido en un momento —hizo una leve reverencia y se dirigió hacia la cocina para dejar la orden que acababa de anotar.

Eran las diez y cuarto, no podía creerlo. Faltaba poco más de una hora para que terminara su turno, el sitio estaba lleno, no había ni una sola mesa desocupada y la fila de espera en la entrada que su compañero Kim Jong In intentaba controlar no era precisamente corta.

Aunque Se Hun parecía estar concentrado en su trabajo, en realidad no podía dejar de fantasear con que el tiempo avanzara y el reloj marcara las once y media. Estaba agotado. Después de un largo día en la universidad al que sólo le seguían ocho horas de trabajo, era completamente comprensible que quisiera irse a casa y descansar entre los cómodos brazos de su novio.

Entre clientes desesperados, órdenes que se entregaban en mesas equivocadas y muchos problemas que resolver, las cosas no se calmaron hasta las once.

—Media hora más y seré libre —susurró, buscando algo de motivación hasta en lo más profundo de su ser.

Con lo mucho que le dolían sus pies, estaba sorprendido de aún ser capaz de mantenerse parado.

Aprovechó un breve momento de descanso para agarrar su teléfono celular sin que nadie se diera cuenta, esconderse en el baño y enviarle un mensaje de texto a su pareja, que para ese entonces tenía ya veintisiete años.

Hacia delante [HANHUN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora