Capítulo 25

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Si antes no odiaba ese juego de quien tiene el palo más corto, ahora lo hacía y no por que me toco el más pequeño, si no que me toco de los más largos y tuve que quedarme afuera junto a los demás, mirando esa casa sin saber que diablos esta sucediendo adentro. Los minutos se hacían una eternidad y el silencio solo me daba más libertad a pensar en el montón de cosas malas que podrían estar pasando en estos momentos.

Ya no aguantaba esta tortura.

—Iré.

—¡¿Qué?! ¡No!

No escuche las protestas de mis amigos y como si mis piernas pudieran moverse solas, me dirigí a esa casa sintiendo que con cada paso que daba, el miedo incrementaba.

Apenas cruce la puerta, escuche como si un gran trozo de madera se hubiera roto y me dirigí hacía donde se escucho el ruido. Llegue a una cocina, encontrando a Eddie tendido sobre una mesa rota y al estar a su lado, noté como su brazo derecho estaba dislocado. Lo llame pero el pequeño estaba inconsciente. Me agache para tomarlo de los hombros y comencé a sacudirlo, pero no despertó hasta que le di una cachetada.

—¡Eddie!

—¿Qué? ¡¿QUÉ LE PASO A MI BRAZO?! —grito tan fuerte que casi me dejó sorda.

—¡NO LO SÉ!

Lo ayude a sentarse, pero él sostuvo mi brazo con miedo y al ver hacía donde sus ojos estaban mirando, trague saliva mientras volteaba mi cabeza con lentitud.

La puerta del viejo refrigerador estaba abierta, ese payaso se encontraba dentro del refrigerador y comenzó a salir de una manera muy extraña. Su cuerpo estaba torcido y con cada movimiento que hacia, sus partes de acomodaban a como deberían de estar. Todo su torso dio una vuelta sin que él moviera la cabeza y levantamos la cabeza, viendo como ese monstruo estaba de pie frente a nosotros.

—Es hora de flotar.

Retrocedimos arrastrándonos en el suelo y sin quitar nuestras miradas de él.

Eddie que estaba detrás mío, agarraba varias bocanadas de aire, a lo que Eso le imitaba en forma de juego.

—No te acerques... —solté sin saber lo que hacia y deje de retroceder en cuanto mi espalda choco con el pecho de Eddie.

No había salida alguna.

Mire al payaso con temor y caí en cuenta de que todo mi cuerpo temblaba como si fuese una gelatina, pero trate de mantenerme firme. En voz baja comencé a repetir que nada de esto era real y Eso me tomó del cuello, rápidamente me alzo en el aire, mirándome con lo que parecía ser enojo. Trate de golpear su brazo para que me soltara, el aire me hacía falta y acerco su cara hacía la mía.

—No sé si debería comerte primero... O hacer que veas como devoró a tu amigo.

Soltó una risa y su rostro se puso completamente serio.

Termino arrojándome contra una pared y antes de que cayera al suelo, unas ramas salieron de la pared sujetándome por completo los brazos, piernas y hasta el cuello, sin dejarme alguna manera de escape. El aire regreso a mí durante unos segundos, pero el dolor se había apoderado de mi cuerpo.

Intente moverme para zafarme del agarre de las ramas, pero mantenían mi cuerpo inmóvil y supe que no podía hacer nada.

Eso estaba encima de Eddie, el chico lloraba y le daba unos manotazos al payaso. Eso tomó una de sus manos y jugaba con que se la iba a morder, haciendo que Eddie se alterara. Me removí tratando de que las ramas me soltaran, pero estas me sostenían cada vez con más fuerza y solté un gemido en cuanto la rama que estaba en mi cuello, se hizo más apretada.

De un momento a otro la cara de Eso cambio, mostró sus grandes dientes filosos, la saliva caía de su boca y Eddie solo sollozaba.

—Miedo... Miedo hermoso y sabroso.

—¡NO! ¡DÉJALO! —solté con rabia.

Pero sabía que unas simples palabras no harían nada para sacar a Eddie de esa situación.

Abrió la boca de una manera tan grande que parecía que le arrancaría la cabeza de un solo mordisco. De la nada, el recuerdo de esa noche que estuvo en mi habitación, vino a mi cabeza al ver como esas pequeñas luces amarillas estaban en su garganta y caí en cuenta, de que estaba apunto de presenciar la muerte de Eddie... y yo no podía hacer nada para detenerlo.

El payaso se detuvo un momento, Richie y Bill llegaron por otra puerta, se detuvieron al ver a Eso y tomé un gran respiro como si en todos estos largos segundos, no hubiera tenido la oportunidad de respirar.

—¡Eddie! —exclamó Richie y al levantar la mirada, me vio—. ¡Alex!

«¡Decir nuestros nombres no ayudara en nada, Richie!» pensé.

—¿No es suficientemente real para ti, Billy? ¿No soy suficientemente real? Por que fue lo suficientemente real para Georgie —soltó una risa, dio un salto y se movió hacia los chicos mostrando de nuevo sus filosos dientes.

Ambos gritaron, pero el payaso se detuvo gracias a que Beverly llego para encajarle un fierro en el ojo.

Sentí como las ramas temblaron y aflojaron su agarre, haciendo que cayera al suelo. Gemí por el dolor, trate de levantarme pero las ramas me habían apretado demasiado los brazos y las piernas, que podía ver como habían unos espirales por todo mi cuerpo, hasta sentía como mi cuello ardía.

Mike me ayudó a levantarme y paso mi brazo por sus hombros, ayudándome a llegar a donde estaban Ben y Stan.

Stan me tomo de los hombros sin dejar de preguntar si estaba bien, a lo que yo solo asentía. Beverly, Richie y Bill corrieron a donde estaba Eddie, el payaso se dio la vuelta y vimos toda su cara desfigurada por culpa del fierro enterrado en su ojo. Sus guantes se rompieron cuando sus garras crecieron. Dio otra vuelta mientras hacía esa escalofriante risa, con sus garras rasguño a Ben en la panza y Mike lo sostuvo para que no cayera al suelo. Todos gritamos, Eso hizo una reverencia con dificultad y retrocedió hasta salir por la misma puerta en la que llegaron Bill y Richie.

El tartamudo fue tras de él y le llame para que regresara, pero mi voz parecía haberse ido.

—¡Bill, tenemos que irnos! ¡Bill! —soltó Beverly y después de unos segundos Bill regreso.

Todos miramos a Eddie.

—¡Te pondré el brazo en su lugar!

—¡NO ME TOQUES!

Beverly se tapó la boca, Richie tomo el brazo de Eddie y al contar hasta tres, se lo movió, haciendo que se escuchara el horrible crujido de este.

Y sin perder más tiempo, salimos corriendo de esa horrible casa.

Sweet Like Candy || Stan UrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora