A la mañana siguiente, desperté a Tadeo con cuidado. Aparentaba sentirse mejor.
Tomamos un taxi hasta el aeropuerto.
Una vez allí, realizamos el check in y todo eso. Tad se tomó una pastilla contra los mareos y otra para el dolor de estómago. 40 minutos después, subimos al avión y este despegó.
El vuelo a Buenos Aires pasó lento. Tadeo dormía. Creo que aproveché esas horas para tener un encuentro conmigo misma. Seguía preguntándome cómo seguiría mi vida. Pero lo que necesitaba eran respuestas, soluciones, y no más preguntas.
El avión aterrizó de forma usual. Tad despertó en el momento justo. Logramos bajar rápido del avión, y emprendimos el camino a casa.
De vuelta en el nefasto edificio, nos recibió el familiar aroma del aromatizante barato. 'Hogar, ¿dulce hogar?'
-Hay quienes dicen que no hay como el hogar- dijo Tadeo- yo creo que si tuvieran que lidiar día a día con este olor, afirmarían que se equivocan.
Reí lo suficiente como para que él también esbozara una sonrisa. Lo amaba.
Fuimos a mi departamento y comimos unos sándwiches con jugo de naranja.
Tad reflejaba una mejoría.
Decidimos que cada uno pasara la noche en su departamento.
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La realidad es un baile
Roman pour Adolescents¿Cuántos minutos se puede permanecer bailando en una realidad tan irreal?