¿Cómo era posible llegar media hora antes al trabajo y que todo estuviera abierto? De donde vengo eso llama explotación.
Realmente no.
Entré al edificio saludando al guardia de seguridad, deteniéndome en recepción. Esta vez vestía unos pantalones de vestir negros junto con un saco del mismo color y una blusa blanca debajo, mi cabello estaba amarrado sobre mi cabeza en una cola de caballo y traía puesta mis gafas. No me veía del todo mal. Analise me observó durante algunos segundos y luego estiró su mano para darme mi gafete oficial. ¡Sí! Oficialmente era mejor que ella, y no debía de mirarme como lo había hecho el día anterior.
-Que tenga buen día- murmuró con los dientes apretados mientras intentaba darme una sonrisa que nadie hubiera podido comprar. Já.
-Igualmente- contesté educadamente mientras me encaminaba al ascensor. Este parecía estar solo así que me recargué en la pared y pinché el botón que me llevaba al último piso con mi queridísimo jefe. Claro. Estaba a punto de cerrarse pero un pie se interpuso en el camino.
-Buenos días señorita Tellen, me alegra que haya llegado temprano como se lo pedí- su estúpida cara desafiante me hacía querer golpearlo, pero como soy una persona educada, no lo hice.
-Buenos días señor Boucheld- contesté con una sonrisa fingida
-¡Detengan el ascensor!- gritó alguien desde fuera, y el jefe lo hizo.- Gracias- dijo una señora de mediana edad que entraba con un bebé en sus brazos.
-De nada señora Harrison- contestó el señor Boucheld serio.
El bebé era la cosa más hermosa que había visto en mi vida. Con esa cara regordeta y sus ojazos azules como el mar, tan blanco como la nieve y tan simpático. No resistí y lo toqué.
La madre se sobresaltó y luego sonrío al ver mi cara apenada, mientras el bebé jugaba con uno de mis bolígrafos e intentaba llevárselo a la boca.
-¿Cuánto tiempo tiene?- pregunté toando la mano del bebé
-Nueve meses- dijo la orgullosa madre
-Es hermoso- dije mientras tocaba ahora sus hermosas mejillas
-Muchas gracias- contestó mientras lo observaba también
-¿Cuál es su nombre?- pregunté
-Michael- contestó sonriendo
-Es un hermoso nombre- dije mientras ella limpiaba el bolígrafo y me lo entregaba.
-Hasta luego- dijo despidiéndose de mí al llegar al piso cinco.- Dile adiós al tío Damián- habló dirigiéndose al bebé dejándome paralizada en mi lugar. Tío.
-Adiós bebé Michael- contestó el jefe con su típico tono de voz.
La señora Harrison salió del ascensor dejándonos a los dos a solas. Me encontraba realmente confundida con lo que acababa de pasar y no pude hacer nada más que quedarme callada.
-Es muy buena con los niños- dijo el señor Boucheld- debería dedicarse a ser niñera
-Gracias- contesté- pero si estoy aquí es por mis amplios conocimientos en industrias comercializadoras y exportadores textiles. Algún día seré madre y seré tan buena como lo soy con los bebés ajenos.- este señor ya había colmado mi paciencia, ¡y al cuerno si me despedía!
-Exactamente lo que quería escuchar- rió antes de que el ascensor de detuviera por última vez
Salió primero dándome una excelente vista de su bien formado trasero, a pesar de ser todo un cascarrabias, el jefecito no estaba para nada mal.
Negué con la cabeza y caminé detrás de él, entrando a su despacho algunos segundos después.
El lugar seguía intacto, tan impecable como siempre. Se sentó en su silla y me hizo una señal para que imitara su acto. Lo hice a regañadientes y prendió su computadora.
-Necesito que archives esto por orden alfabético esto- dijo dándome tres grandes carpetas repletas de documentos. – cuando termines vienes aquí y te daré más, ¿entendido?
-Sí señor- contesté mientras las tomaba todas y éstas tapaban mi vista- mmh- murmuré- ¿cómo se supone que saldré de aquí si no puedo ver y tengo mis manos ocupadas?- pregunté confundida
-Mujeres- murmuró- siempre buscando un acto de caballerosidad
-Hombre- dije en voz baja- siempre de machistas- salí por la puerta rápidamente
-¿Qué dijo?- preguntó enojado
-Que terminaré rápido- contesté colocando las carpetas en lo que se supone sería mi escritorio.
La mesa estaba algo sucio y desordenada, así que tuve que ir por algo para limpiarla y acomodar todo.
Dos horas después, ya había terminado de acomodar los doscientos archivos alfabéticamente, así que los tomé y me dispuse a ir a la oficina. Toqué la puerta como pude, y el señor Damián abrió haciéndome pasar.
-Listo- exclamé poniéndolos en su escritorio.- ¿Qué más tengo que hacer?- pregunté extasiada. Sinceramente amaba mi trabajo y me encantaba hacer todo esto, aunque siempre renegara
-¡Vaya!- dijo- sí que fue rápida, pensé que le tomaría algo más de tiempo.
-Hubiera terminado más rápido pero el escritorio estaba sucio- dije mientras rascaba un lado de mi cabeza
-Vaya a su escritorio y no me pase ninguna llamada, a menos que sea mi madre o mi hermano
-Está bien- contesté dándome la vuelta
-Y… Samantha- dijo
-¿Mande?- pregunté dándome la vuelta viendo cómo se acercaba poco a poco a mí, dejándome sin respiración con cada movimiento
-No deje que las rubias huecas la intimiden- murmuró quitándome las gafas de la cara y haciéndome salir de la oficina.
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Christmases when you were mine.
RomanceSinopsis. Damián Boucheld es un joven empresario, a sus apenas 25 años ha logrado llegar a la cima construyendo su propio imperio. Su esposa murió cuando ambos tenían 21, y desde entonces él ha sido el hombre de hierro a quien todos temen, nunca sal...