Capítulo 4.

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La limosina era extremadamente grande, tan lujosa que me hacía preguntarme si al subirme la arruinaría. El Daniel, el chofer fue muy amable conmigo, y me hacía pensar si los demás empleados del jefe –fuera de la oficina- serían tan agradables como Daniel, o tan huraños como el señor Boucheld.

-Hemos llegado- dijo Daniel abriendo la puerta y haciéndome pasar- camine derecho por el andador hasta llegar a la puerta, solo ábrala y entre, no hay nadie quien atienda a estas horas-sonrió.

-Gracias- contesté y me encaminé por el andador de cemento que llevaba hasta la casa.

El jardín era precioso, los arboles estaban recién podados y las flores eran hermosas, tan coloridas.

Abrí la puerta lentamente intentando no hacer mucho ruido, aún no estaba segura de que esto fuera una buena opción, pero tenía que hacerlo para asegurar mi futuro.

“Solo será un año” me repetí entrando de lleno a la sala.

-¡Maldita sea!- escuché al jefe gritar

-¿Señor Boucheld?- pregunté, tratando de guiarme hasta donde podría estar

-Señorita Samantha- gruñó- siga derecho hasta la cocina

Doy unos cuantos pasos topándome con lo que supongo es la cocina, logro ver al jefe renegando desde una de las sillas del desayunador, y un montón de papeles esparcidos por todos lados.

¿Qué demonios tiene ahora?

Camino lentamente ajustando mi bolso de mano y metiendo mi celular en mis vaqueros algo desgastados, observo sus lentes sobre una libreta y veo como refunfuña a su laptop.

-¿Me necesita?- pregunté asomándome por la puerta

-Claro- dijo con ojos iluminados- venga a acá- y caminé cautelosamente hacia él

-¿Qué necesita?- pregunté sentándome a su lado, aunque un poco alejada

-Estas malditas cuentas no dan- gruñó

-Déjeme ver- murmuré poniéndome mis lentes y checando las cuentas y todos los números del documento.- ¿Dónde está el archivo en físico?- pregunté ladeando mi cabeza

-Aquí- me pasó una de las enormes carpetas.

-¡Aquí está el problema!- exclamé después de algunos segundos

-¿Cuál era?- la ansiedad resonaba en su voz

-La persona que hizo esto, tecleó mal algunos números, por eso las cuentas no dan-dije con aires de grandeza

-Gracias- dijo algo incómodo- necesito que me ayude a pasar las demás carpetas al ordenador, y yo iré por otro para ayudarle.

-Está bien- dije, ya que no podía negarme.

Después de algunos segundos, me detuve a observarlo detenidamente. Su cabello era algo oscuro, su piel era blanca y muy delicada, su cuerpo era perfecto, pero lo más impresionante de él eran sus ojos.

Tan oscuros como la noche…. Tan tristes.

Su cara demostraba poder con un solo gesto, su actitud te hacía temblar de miedo, pero yo sabía que por dentro no era lo que aparentaba.

Él era solo un pobre hombre que había perdido al amor de su vida en un instante… un joven que prefirió ocultarse detrás de una máscara de estoicismo y seguridad para no demostrar ser débil… alguien real que amo y perdió, y ahora no puede confiar.

Él era como un perfecto libro… tan desconocido e interesante, que solo puedes descubrir si te detienes a leerlo.

Las horas pasaron L E N T AS. Nunca me había aburrido tanto con alguien como ese día. Mis intentos de conversación había muerto con un “Déjeme trabajar y haga lo suyo”, así que me limite a hacer mi trabajo, y sin darme cuenta me quedé dormida sobre el desayunador.

Christmases when you were mine.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora