Movió su mano hacia mi rostro y lo acarició lentamente. Sus ojos estaban clavados en los míos y nuestras respiraciones eran agitadas
-Me dejó- dijo entrecortadamente.
-No lo hizo porque quería- susurré- Todos tenemos un tiempo limitado en este mundo, y a ella le llegó su hora, no fue porque lo quería.-dije tocando su mejilla.
-La extraño- susurró poniendo su frente junto a la mía.
-Lo sé- murmuré
Movió su rostro hacia un lado mientras besaba una de mis mejillas, cerré mis ojos al sentir sus labios en mi rostro, y suspiré. Puso sus brazos sobre mi cintura y yo rodee su cuello con los míos.
Nunca había estado en una situación parecida. Nunca nadie me había abrazado, excepto mis padres y mis amigas; solo ellas.
Sus labios se movieron lentamente hacia los míos uniéndolos en un suave y tierno beso. Mi cabeza dio vueltas al igual que mi estómago y sentí como si una corriente eléctrica pasara sobre mí.
Me aferré a sus hombros mientras él se apegaba más a mí, tomando mi cabello entre sus manos y empujando mi cabeza aún más hacia él.
-Señor- dijo alguien el ama de llaves desde el pasillo, haciéndonos saltar y soltarnos bruscamente- ¡lo siento, lo siento!- dijo repetidas veces mientras se daba la vuelta para irse.
-Anne, ¿Qué necesitaba?- preguntó el señor Damián mientras su tono volvía a ser gélido.
-Su celular está sonando, ayer se quedó en la cocina- murmuró avergonzada
-¿Puedes traérmelo?- preguntó mientras se acomodaba de nuevo su camisa
-Claro señor- y dicho eso, salió corriendo escaleras hacia abajo.
Me quedé parada en medio del pasillo sin decir ninguna palabra, el parecía estar muy ocupado poniéndose sus zapatos, así que decidí que era hora de irme. Me di la media vuelta y di un paso hacia el frente, pisando una parte de la bata y cayendo de bruces al suelo frío.
Sobé mi frente intentando borrar el dolor que se había instalado ahí, y bufé; me había dado un buen golpe, y todo por ser descuidada.
-Ten cuidado con lo que haces- dijo el jefe mientras se paraba frente a mí, y yo intentaba ponerme de pie.
-Estas malditas baldosa que son más resbalosas que el hielo de las pistas para patinar- gruñí- ande, anímese, ríase de mí, no hay problema- bufé, esperando que riera y por lo menos dijera algo.- ¿No va a decir nada?
-¿Podría cerrar esa maldita bata de una buena vez?- gruñó con los dientes apretados. Bajé la vista y noté que la bata se había abierto, dejando al descubierto mi pequeño cuerpo.
-Lo siento- murmuré cerrándola y me puse de pie.- Creo que… tengo que irme.- di un paso hacia las escaleras y me detuvo.
-¿A dónde se supone que vas?- preguntó con su mismo tono de voz .
-A mi casa- contesté obvia.
-No puedes irte
-¿Y porque no?- pregunté enojada
-Porque yo lo digo
-¡Já!- me burlé- ¿no tiene algo mejor que eso?- pregunté mientras reía sarcásticamente
-Si- contestó con una sonrisa en su rostro
-Esta- dijo, y me jaló hacia el pegándome fuertemente a su torso, para después adueñarse de mi boca con sus labios mientras me acercaba más a él apretándome de la cintura. Sus manos bajaron hacia mi trasero y di un respingo que el acalló con su boca.
Todo eso estaba tan mal, pero se sentía tan malditamente bien.
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Christmases when you were mine.
RomanceSinopsis. Damián Boucheld es un joven empresario, a sus apenas 25 años ha logrado llegar a la cima construyendo su propio imperio. Su esposa murió cuando ambos tenían 21, y desde entonces él ha sido el hombre de hierro a quien todos temen, nunca sal...