500 grullas de papel.

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Un problema a la vez, Dylan, un problema a la vez. Se repitió como un mantra hasta que sonó el timbre de la puerta y extrañado se dirigió a abrir después de que sonara dos veces más. No creyó que alguien pudiera culparle, no estaba acostumbrado a recibir visitas.

- ¿Por qué no respondes a mis mensajes?

Dylan sintió la ansiedad atacar de nuevo su garganta, ¿qué hacía Britt ahí justo hoy? Un pitido en sus oídos sustituyó la cantidad de palabras que no dejaban de salir de la boca de su ¿qué? ¿novia? ¿follamiga? ¿amiga? antes de que se dejara llevar por la necesidad de sentir algo más que dolor y tomara una decisión.

- ¿Sabes qué? - la interrumpió, ella calló al momento, sin tiempo a sorprenderse por lo ronca que sonó su voz ni por la estupidez que estaba a punto de cometer, pero estaba realmente desesperado.

Por favor que alguien detenga esto.

- A la mierda - agarró con fuerza a Britt de la muñeca, sin tener ningún tipo de gentileza en su toque y la introdujo dentro de la casa.

Estaba harto del mundo, cansado de no estar a la altura de las expectativas que parecía tener de él, así que cumplirá las de Britt, le dará exactamente lo que quiere de él. No fue delicado al desnudarla, ni dulce al tocarla; cada gesto estaba cargado de algo mas fuerte y oscuro que su autocontrol. No era amor, no era deseo, ni siquiera había de por medio una gota de cariño. Era odio, era ira, era furia. Intentó romperla entre sus manos, embestirla para partirla en dos. Quería hacerle daño, deseaba hacerle daño.

Pero en algún momento de lucidez se dio cuenta de que Britt no sufría, disfrutaba más incluso que cuando eran pareja. Y eso solo consiguió enfurecerlo aún más, nubló sus sentidos y la rabia lo cegó. El dolor estaba ahí. No se iba. Sin importar cuán fuerte apretara sus pechos, cuán fuerte la penetrara o cuán fuerte mordiera la piel de su cuello. No importaba, no era suficiente. Britt no era suficiente.

Y quizás nunca lo fue.

Se retiró de su interior con brusquedad sin permitirle alcanzar el orgasmo, provocando en ella un quejido insatisfecho y esperó con paciencia inexistente a que se recuperara.

- ¿Dylan, qué...?

- Vete - subió los ojos para enfrentarla.

- Venga - se acercó a él, gateando.- Sé que no has terminado. Deja que yo...

- ¡He dicho que te vayas!

A Britt no le bastó más que mirarlo para saber que hablaba en serio y había algo tan peligroso en Dylan que no se atrevió a replicar. Colocó bien su ropa con una torpeza extraña que no le pertenecía, ella estaba bastante segura de sí misma. No estaba acostumbrada a ser rechazada. No entendía qué buscaba Dylan, pero fuera lo que fuese... no lo había encontrado en ella- Quizás, pensó mientras abría la puerta y salía, era hora de cortar la cuerda que se empeñaba en mantener alrededor de él.

Cuando escuchó la puerta del apartamento cerrarse le dio una fuerte patada a la mesa, volcando todo su contenido por el suelo. Respiró hondo tratando de calmarse y cuando su vista se aclaró se dio cuenta de la gran cantidad de grullas de papel que ahora llenaban de color su triste vida, como si se estuvieran burlando de él. Las grullas que había hecho poco a poco para pedir un deseo. Las miró con rabia. Ni siquiera acertó a coger las llaves, probablemente después tendría que acudir a Tyler, antes de azotar la puerta y salir al exterior.

Llovía. Más concretamente, caía el segundo diluvio universal. A Dylan le extrañó sentir el agua sobre su piel como si tratara de limpiarlo, de llevarse todo lo que estaba mal con él. No era un mal plan, así que decidió quedarse allí en medio de la calle con la esperanza de enfermar tanto que terminara siendo consumido por la fiebre. Hasta que, de repente, sobre él no caía más agua. Confundido mira hacia el cielo y sabe que, científicamente, no es posible que se vuelva de esa tonalidad de rojo. Alzó la mano. No, es tela. ¿Un paraguas?

- ¿Por qué siempre nos encontramos en este tipo de situaciones?

Mil grullas de papel #DylmasNewtmasAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora