550 grullas de papel.

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Aquella voz se extiende como un bálsamo por sus heridas internas, la reconoce, la ha echado de menos.

Sus ojos pardos siguen la mano que sostiene el paraguas, por la delicada y fina muñeca hasta llegar al rostro aniñado que forma parte de sus sueños más agradables. Los únicos que no son pesadillas.

- Tú.

- Yo - asintió.

Dylan miró a su alrededor y se dio cuenta de que, vagando, había llegado hasta el parque donde se encontraron por primera vez el día que el chico de las grullas buscaba a su gato; el día que Dylan volvió a sentir que su esperanza dormida despertaba por un adolescente que le gritó.

Notó un toque tímido en el brazo y sus ojos se movieron vagos de nuevo hasta el rubio.

- ¿Estás bien?

No respondió y Thomas arqueó una ceja porque Dylan sólo se dedicaba a mirarlo profundamente como si no estuviera realmente mirándolo a él. Bueno, ahora está oficialmente mucho más preocupado que antes. La última vez que se habían visto, a su juicio, el moreno estaba más estable así que entiende que ha pasado algo, algo muy malo teniendo en cuenta sus encuentros pasados.

Thomas recordaba la primera vez que lo vio: atractivo y roto a partes iguales. Después, descubrió que siempre llevaba la tristeza sobre los hombros y, muy de vez en cuando, la rabia.

- Vale - tomó aire y rebuscó como pudo en sus bolsillos, pasándole a Dylan el control del paraguas.- Creo que tengo algunos por aquí - mumuró, hasta que dio con pequeños trozos de papel con diferentes estampados.

Dylan observó todos los gestos de aquel chiquillo del que ni siquiera sabía su nombre, pero que se había convertido en su ancla en medio de tanto dolor. Una chispa de curiosidad acudió a su mente cuando sacó los folios de colores y comenzó a doblarlos. Con cada pliegue él se sentía mucho más tranquilo, aliviado. La rabia deslizándose junto con los pálidos dedos ajenos y saliendo de su mente, de su cuerpo, permitiéndole respirar de nuevo con profundidad.

- Aquí - cogió la mano de Dylan sin permiso, de igual forma que decidió interrumpir en su vida tantos meses atrás. Se permitió coger aquellos dedos maltratados por la ansiedad y acariciarlos con suavidad antes de depositar una grulla de papel azul lleno de estrellas sobre la palma de su mano.- No sé qué ha pasado, pero parece que has tenido una semana de mierda - el tiempo que no se han visto en la cafetería.- Puede que no te ayude, pero... - cambió el peso de su cuerpo de una pierna a otra, seguía siendo un niño y no sabía consolar a un adulto.- Suelen decir que son necesarios para aprender a valorar los buenos tiempos - terminó y aún con el peso de la silenciosa mirada de Dylan sobre su cuerpo, se fue.

Dylan reaccionó cuando el calor y la tranquilidad se alejaron de él a la misma velocidad que Thomas.

Notó gotas calientes deslizarse sobre sus mejillas. Miró hacia el cielo nocturno, en algún momento las nubes se habían ido y estaba despejado por primera vez en muchísimo tiempo.

Entonces, esas lágrimas eran suyas, se dio cuenta, por fin estaba llorando.

Mil grullas de papel #DylmasNewtmasAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora