Mil grullas de papel #DylmasNewtmasAwards

150 grullas de papel.

Lo que más odiaba después del hospital era la universidad. Al principio, se trataba del sitio al que podía escapar y donde su mente se mantenía ocupada el 100% del tiempo que pasaba en aquellas paredes de hormigón. Su facultad no era especialmente bonita, al contrario, parecía un reformatorio pues las paredes de los pasillos eran grises y las ventanas tenían rejas. Sin embargo, era todo lo que necesitaba para escapar y tener un respiro.

Entonces, apareció Britt.

Entonces, la conoció.

Entonces, se metió en su vida y en su alma, de alguna manera consiguió tatuarse debajo de su piel.

Entonces, la amó con la misma intensidad que la odió.

Entonces, Britt lo abandonó.

Entonces, la universidad dejó de ser un refugio para resultar tan asfixiante como el hospital, como su casa, como toda la maldita ciudad.

Entonces, su vida se convirtió en una rutina que era incapaz de romper.

Ahora, la grulla de suave papel naranja se había convertido en su ancla, en su amuleto, en aquel cambio que siempre había estado buscando.

Ahora, cada vez que pasaba por el parque al salir de la oscuridad de su casa para ir a la universidad y cada vez que pasaba por el parque al volver de la oscuridad de la universidad... lo buscaba entre la gente. Sin un fin concreto, sólo para verlo de nuevo e intentar grabar en su memoria algún rasgo más de él.

Ahora, era como si la tierra se lo hubiera tragado de repente.

Los meses se sucedieron los unos a los otros.

El verano estaba encerrado en paredes blancas y claustrofóbicas de las que nunca saldría; el otoño quedó atrás con sus delicados cabellos teñidos del sol de la tarde y la ferocidad de los vientos que cambian la estación; el invierno llegaba sin que él pudiera hacer nada, ni siquiera atraparlo entre sus manos. Retenerlo. Quería saborearlo, poseerlo... pero él, el invierno, era efímero.