Luz

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Kyuhyun:

Salí de la oficina hecho una furia, secándome las lágrimas buscando al dichoso vendedor.

-¿Dónde está tu jefe? –escupí a uno de los gorilas cerca de mí.

-¿Quién pregunta?

-Un comprador ¿Dónde está tu jefe? –me miro de arriba abajo.

-Está resolviendo unos asuntos, tendrás que esperar.

¿Esperar? Ni de chiste, según el señor Ryojung lo más probable es que ya lo hubieran encontrado y llevado a donde Madame Kim.

-No me interesan sus asuntos, dime donde está –alce la voz.

-¿Dónde está quién? –hablando del diablo.

-Quiero a Sungmin de vuelta –dije sin rodeos, crudo.

-Pero señor...

-Lo quiero de vuelta dije, usted me lo ofreció y lo quiero –se pasó la mano por la nuca.

-Me temo que será imposible... Digamos que Sungmin ya no está entre mis productos.

Cómo el señor Ryojung lo había predicho...ya se lo habían dado a Madame Kim.

-¿Dónde está?

-Señor le dije que ya no es de...

-¡No me interesa! ¡Dígame dónde está!

No tenía paciencia y a pesar de saber la respuesta no tenía ni idea donde diablos quedaba aquel mald*** prostíbulo.

-Lo que me pide...

-Dígame dónde demonios está que yo me encargo del resto –me acerque a él amenazante. El vendedor era bajito por lo que mi altura me ayudaba a intimidar.

Finalmente soltó el buche, al preguntarle la dirección me observo sorprendido, supongo que daba por sentado que sabría su ubicación.

-Es un prostíbulo señor.

-Pregunte donde queda no que es.

-No creo que usted quiera...

-Mira enano decrepito se me está acabando la paciencia –lo tome por el cuello alzándolo con gran facilidad.

-E...está bi...bien...R...Ryo...Jung...da...dale la...dirección –el anciano asintió y rápidamente entro de vuelta a la oficina.

-Po...podría u...usted bajar...me –tartamudeo semi ahogado.

-No hasta que tenga la dirección en mis manos.

-¡Ryojung! –el anciano salió casi corriendo hasta mí.

-Aquí tiene –tome el papel dejando caer al imbécil con gran brusquedad.

-Bien.

Estaba por retirarme cuando me di cuenta de la manera asesina en que el vendedor observaba al anciano.

-Me llevo también al anciano –informe tomándolo por el brazo.

-Señor... –trato de refutar.

-Tienes de sobra gente que te sirva café y podría perderme, me lo llevo como pago por tu incompetencia e inutilidad.

No dijo más, solo bajo la cabeza. El anciano me siguió en silencio.

Salí del abasto con cara de demonio y me subí al auto seguido por mi nuevo acompañante que aun no pronunciaba palabra. Le pedí me guiara, por un momento me observo sorprendido pero tras darle la excusa barata de que "así sería más rápido" asintió y comenzó a indicarme el camino. No tardamos mucho en llegar, estacione lejos según los consejos del anciano y me metí por un callejón para no llamar la atención. Fue entrar por la puerta cuando tenía ya 3 mujeres insinuándoseme.

Hermoso ErrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora