Capítulo 7

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Estaba oscuro, Diodoro sacó una linterna que tenía escondida, la encendió y apuntó a donde estaba la joven

—¿Estás bien?— Pregunta Diodoro

—S-Sí señor— Responde la joven

—¿Como te llamas niña?—

—Vanessa, señor—

—Yo soy Diodoro, no tengas miedo, podemos alcanzar la losa si...— Diodoro es interrumpido cuando escucha unos pasos como de un animal arrastrándose o caminando con dificultad.

Diodoro apuntó con la lámpara hacia donde escuchó el ruido, y entonces lo vio a Sipaktli Tliltik, el lagarto negro, su cuerpo era como el de un enorme varano, como el dragón de Komodo, pero este medía 8 metros de largo, espinas que recorren desde la cabeza a la cola, una papada que no le ha notado si tienen sus vástagos kuetspalin, además de los ojos amarillos y la piel oscura que le dio el nombre de lagarto negro.

Diodoro empezó a voltear buscando una salida, se fijó que era como una cuva, y empezó a correr con Vanessa de la mano, Sipaktli los correteó por la cueva, pero su camino fue bloqueado por un montón de rocas que tapaban el camino,

—¡Maldición!— Grita Diodoro al verse atrapado, Diodoro entonces toma la cruz que encontró en el templo, y se la muestra a Sipaktli.

Sipaktli se hace para atrás, gruñe, voltea directo a donde está Vanessa, le hecha una mirada a traves de sus ojos amarillos, Vanessa se queda como hipnotizada, se queda quieta...

—Es la misma arma que usó aquél hombre de ropa color tierra— Dice Vanessa como viendo al vacio

—¿Qué?— Diodoro voltea a ver a Vanessa y a Sipaktli

—Sí, puedo comunicarme a travéz de la cabeza, no recuerdo como le llaman ustedes....—

—Telepatía—

—Ah sí, esa era la palabra que mi súbdito usó, suelta esa arma que aquél hombre usó alguna vez contra mí, y te dejaré vivir, solo me comeré a ella—

Diodoro voltea a ver la cruz, no le notaba nada extraordinario y no creía que le afectara el solamente verla cuál si fuera un vampiro, entonces se fijó que tenía un como botón, el cuál oprime empujándo hacia abajo y de la cruz se asoma una navaja corrediza ¡es como un cúter! ¿estará bendito?

—Decide humano—

—Está bien, ahi la dejo en el suelo, en eso Sipaktli le lanza contra el y lo muerde en una pierna, Diodoro grita de dolor, mientras Vanessa sale del trance

—¡Diodoro!— Grita Vanessa

—¡Dame la cruz!— Grita Diodoro mientras forcejeaba con Sipaktli, Vanessa corre hacia la cruz, Sipaktli voltea, soltando a Diodoro, lanzándose hacia ella

—Oye, lagarto del demonio, déjala, es a mí a quien quieres— Grita Diodoro mientras movía la linterna, Sipaktli, entonces dejó un momento a Vanessa, Diodoro se acercó a donde estaban las rocas acumuladas. —¡Vamos, ven a mí!— y Sipaktli se lanzó corriendo, Diodoro se hace a un lado y un montón de rocas le caen encima.

—¡La cruz!— Grita Diodoro, Vanessa toma la cruz y se la avienta, Diodoro saca la navaja escondida y se la clava en la cabeza, lo que hace que grite, en un arranque de furia se levante de entre las rocas y salga huyendo del lugar, sin importarle Vanessa o nada.

—¿A donde crees que fue?— Pregunta Vanessa.

De vuelta a su nido, supongo que en su tiempo le taparon la entrada al mundo exterior con esas rocas, tal vez usaron dinamita o algún otro método de la época para explotar la entrada. Ahora lo mejor sería regresar por donde nos tiraron, tomar el rifle que me quitaron y de ahi salir de este pueblo.

Diodoro y Vanessa caminaron hasta que finalmente llegan a aquél lugar dodne cayeron, podían ver la loza que tapaba la entrada.

—Súbete a mis hombros, quitas la loza, subes y me das la mano para subir yo también.—

Así, Vanessa se sienta sobre los hombros de Diodoro, y Vanessa logra mover la loza

—Muy bien, ahora párate sobre mí y sube—

Vanessa hace eso mismo, y logra salir de ahi, mira alrededor y no hay nadie, y Vanessa le da la mano a Diodoro para que también pueda salir.

—Otra vez lloviendo— Dice Diodoro al ver por la ventana.

—Hay que irnos, con la construcción de la presa, este pueblo podría hundirse, y este templo está en lo más profundo— Dice Vanessa

Los dos corren, o mejor dicho Vanessa corre, Diodoro aún seguía lastimado por la mordida de Sipaktli, al abrir la puerta Vanessa, el agua entró al templo, en poco tiempo cubrió el suelo del lugar con al menos un centímetro de altura.

—¿Que pasa ahi?— se escuchó de afuera, Diodoro busca algo para defenderse y encuentra el rifle que le confiscaron los aldeanos, lo toma,, la prioridad ya no es capturar un reptil, ahora matar a los kuetspalin y salir de ahi.

—Es el...— El aldeano recibe un disparo en la cabeza-

—¡Juan no!— Dice su compañero, al verlo caer, voltea a ver a Diodoro armado y levanta las manos

—No me mates, yo no soy un reptil, solo estaba siguiendo órdenes del tlatoani—

Vanessa miró fijamente a aquél hombre, no tenía esos ojos amarillos

—No es reptil, dice la verdad— Dice Vanessa

—¿Mataste al lagarto, verdad? sus vástagos están como desorientados, como si este hubiera perdido el control sobre ellos— Dice aquél aldeano.

—No, solo lo herí. Diodoro se pone a pensar. Le dí en el ojo parietal, eso debió inutilizar sus poderes, me parece—

—Entonces hay que irnos del pueblo, en la radio dijeron que hay una tormenta tropical y el río se podría desbordar, así que....— El pobre sujeto sin darse cuenta es atacado por un kuetspalin.

Vanessa corre hacia Diodoro, este dispara y hiere al kuetspalin en el hombro, el kuetspalin grita de dolor, pero entonces sigue moviendose hacia Diodoro enfurecido, Diodoro intenta disparar, pero se le atasca el rifle, es entonces que se esconge detrás del generador electrico, el kuetspalin se lanza hacia el, chocando contra el generador electrico de gasolina, Diodoro golpea al kuetspalin con la culata del rifle y lo tira al suelo, este se retorcía de dolor y como el suelo estaba con agua, Diodoro tuvo una idea.

—Vanessa, súbete a esa mesa, rapido— Al decirle eso, ella obedece.

Es entonces que Diodoro jala unos cables que estaban enchufados en el generador, con la cruz los pela, enciende el motor y los tira al suelo donde estaba el reptil, siendo electrocutado por el agua que conducía la corriente electrica de los cables, empezó a hechar humo y Diodoro apagada el generador.

Diodoro sentía como la drenalina recorría su cuerpo, sacó sus pastillas de diazepam y las tiró, nunca le sirvieron de nada, ya no más huir de sus problemas, seguía viendo el reptil quemado, si salía y le creían o no eso ya no importaba, al diablo el mundo y lo que piense de el.

—¿Estás bien, Diodoro?—

—Mejor que nunca, ahora larguémonos de aquí—

El pueblo de las lagartijasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora