Capítulo 4

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El cielo está muy nublado, las nubes están negras, la lluvia se aproxima, y Diodoro seguía en su búsqueda tras aquella criatura, el kuetspalin, llevaba en mano el rifle y la pistola de dardos, el no se iba a escapar.

Oyó como se movían el follaje, se acercó, vio una silueta correr y dispara pero al parecer no le acierta, Diodoro voltea para todos lados, ¿quién era el cazador y quién la presa? Diodoro empezó a correr, se escondió detrás de un árbol, vio por la mira del rifle, pero no encontró nada, siguió moviéndose, hasta que encontró un árbol enorme, era un ahuehuete, decidió subirse al árbol, no hasta la cima pero al menos era un lugar más seguro.

Empezó a caer la lluvia, las hojas del árbol servían como techo, la lluvia lo ponía melancólico, empezó a recordar aquellos momentos en que era niño, cuando su madre decía que solía jugar solo con 'los duendes' y que jugaba con ellos como si fueran otro niño. Su madre no le hizo caso o minimizó el asunto como si fuera algo pasajero, como si fuera 'un amigo imaginario' pero al crecer, hasta que vio una oleada de OVNIs surcar el cielo, fueron varios, desde entonces su fascinación por lo paranormal.

La criptozoología la conoció después, recordó cuando iba a ranchos a entrevistarse con testigos del chupacabras y tomar muestras de los cadáveres, y otros críptidos como los Mi-Go, el ser de Nochistlán, la bruja de Monterrey, el ser de Ecatepec... Lamentablemente la mayor parte de su tiempo se la pasó más haciendo trabajos en los laboratorios e investigaciones en la Universidad... Muy poco tiempo para su esposa, aunque ella tampoco lo apoyaba, y bueno, al menos no le quitó la casa.

Diodoro estba harto de todo, decidió dejar de esconderse, decidió bajar del árbol, sacó el rifle y empezó a disparar una y otra vez, los disparos resonaron en el lugar, ni modo que no los oyera, posiblemente también lo oyeran los pobladores.

—¡Vamos maldito! ¡no tengo balas! ¡ven y cázame como aquél venado!— Diodo tenía escondida su pistola de dardos, que no vio por que no la traía en la iglesia. —ven por mí, lagartija— Diodoro volteaba a todos lados, y en eso vio como el kuetspalin se lanzó corriendo hacia el, Diodoro rápido apuntó con la pistola pero fue derribado, y ahora estaba forcejeando contra aquella criatura, podía sentir su aliento en su rostro, y de reojo veía sus dientes afilados, pateó con fuerza en las espinillas de la criatura, y tomó su pistola de dardos tranquilizantes y le dio en la espalda. La criatura rugió o algo así y trataba de sacarse el dardo, Diodoro tomó su rifle y lo recargó, la criatura logra quitarse el dardo pero ya se había vaciado todo en su cuerpo.

El kuetspalin seguía corriendo, pero se empezaba a cansar,  cayó en la tierra mojada, que aún no se había vuelto lodo, se sintió con sueño, además al ser de sangre fría, su calor corporal dependía del ambiente, y al estar lloviendo ya no estaba tan caluroso, haciendo que decayera y finalmente se quedara dormido.

Diodoro e acercó, cayó en sus rodillas, por fin tenía eso que tanto había buscado, no solo el reptil en sí mismo, sino todo el prestigio, no tanto la fama, pero sí el reconocimiento y mostrar al mundo lo equivocados que estaban y que el siempre había tenido al razón. Pero ahora el problema sería saber como hacer para llevarlo a la jaula.

Diodoro volteó al kuetspalin, ya estando boca arriba, lo tomó de los hombros y empezó a arrastrarlo, por suerte no estaba muy pesado pero iba a llevarle tiempo llegar de vuelta a la camioneta.

Mientras arrastraba a la criatura, otra vez le empezaron a salir recuerdos, como ese momento en que llegó a casa y empezó a discutir con su ahora ex esposa, esta terminó diciendo que se hiba a suicidar y se encerró en la puerta, Diodoro no le hizo caso, ya había hecho amenazas así antes, además un verdadero suicida no lo anuncia a todo pulmón para buscar atención (más bien lo hacen como un grito de ayuda) y esa vecina mitotera de seguro le siguió metiendo en la cabeza que la estaba engañando con otra mujer; esa vez fue diferente, cuando vio un charco de agua salir por debajo de la puerta, Diodoro gritó su nombre pero nunca respondió, desesperado golpeaba la puerta, finalmente tomó un cuchillo y lo metió en la cerradura hasta que logró abrir la puerta, ella estaba en el suelo, el lavabo estaba tapado, lo que provocó que no saliera el agua por el drenaje y se inundara el baño, el gabinete estaba abierto y ella, inconsciente con pastillas de diferentes colores y formas alrededor, y con espuma en la boca.

Diodoro se resbaló en el lodo y cayó, intentó levantarse y cayó sobre el reptil, Diodoro alcanzó a apoyar su cabeza en el vientre del reptil, y se quedó ahí, tratando de recuperar energías, los recuerdos continuaban en la cabeza, Diodoro llevó a su ahora ex esposa hasta el hospital donde le dijeron que su intento de suicidio por ingesta de pastillas fue fallido, 1ro por que no eran medicamentos muy potentes, como los que hubieran sido los de prescripción médica, y 2do por que el cuerpo empezó a rechazar esas sustancias vomitándolas, el doctor que le dio toda esa información le dijo que estaba estable, pero que necesitaba reposo. Diodoro nomás se fue del edificio, se compró un hot-dog en un puesto ambulante en la banqueta con un refresco y nunca volvió a dirigirle la palabra, ni la fue a ver al hospital, y todo el trámite del divorcio fue entre sus respectivos abogados.

Es curioso como aquél reptil, siendo de sangre fría se sienta más cálido que cuando estaba con ella, y él sería mucho más beneficioso para él de lo que ella le podría haber dado ¿hijos? nunca pudimos, no qiere pensar en eso, quiere pensar en llevar su descubrimiento, y que este reptil lo hará ser parte de la historia. 

Diodoro se levanta y vuelve a arrastrar al kuetspalin, unos minutos más pasan hasta que por fin se adentran al pueblo, abre la jaula y cuando está a punto de subir al reptil, de la iglesia y de los edificios aledaños aparecen muchas personas, todas corriendo hacia la camioneta, Diodoro toma su rifle y empieza a disparar, algunos caen heridos, pero es inútil,  eran como un enjambre. y finalmente lo derribaron y su cuerpo se perdió entre la multitud.

El pueblo de las lagartijasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora