7.- Elimina la dependecia emocional.

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Sí. Esa misma tarde sacó una libro de herbolaria. Aquel que Tweek sacaba con más regularidad. Y se sintió tan acosador por saber eso. En fin.

Su propósito era decirle que estaba leyendo un libro de eso. Cuando Tweek le preguntara cuál y él le dijera el nombre, Tweek dirá algo cómo: ¿En serio? Ese es mi libro favorito.

Y el rubio lo elogiaría por tener gustos tan buenos. La historia tendría un final feliz donde ambos sienten lo mismo, se vuelven una pareja oficial, y van por ahí tomados de la mano y besándose cada tanto. Serán las pareja más envidiada del todo el puto mundo, y Craig será feliz. Ya que tendría al novio más genial de todos.

Se creo toda una escena en su mente. Porqué Craig es así, suele hacer eso con mucha regularidad.

Cuándo lo vio, sus manos estaban sudando, tenía la respiración agitada y los nervios le palpitaban en la garganta, ahogándolo. Se acercó, entrando poco a poco en el campo de visión del rubio, y cuando éste por fin le miró... lo paso de largo. Así, sin más. Ignorándolo por completo. Y Craig se quedo con un sabor amargo en la boca.

Parpadeo un par de veces para deshacerse de la sensación de estar perdido. Y siguió caminando, como si nada hubiera pasado. Aunque, ¿Por qué de repente sentía tantas ganas de echarse a llorar? ¿Desde cuando respirar costaba tanto? Y lo más importante, ¿Por qué dolía así?

Tantas ilusiones. Tantos escenarios. Para terminar en esto. Que patético.

Suspiro, tratando de quitarse de encima esa molesta sensación. Pero era imposible, no podía dejar de pensar en ello por más que quisiera. Él de verdad esperaba que pudieran hablar, aunque sea sólo unos minutos.

Entró a su salón, porque ¿Qué más podía hacer?

A mitad mitad de la clase, Craig tomó su bolígrafo y ralló T en el dorso de su mano. Una t que después se convirtió en i mayúsculas, que después se convirtió en una h mal puesta, que después fue un cuadrado un poco extraño. Mojó uno de sus dedos con su saliva, y trató de borrarlo con todas sus fuerzas.

Vamos, que estaba comportándose un poco infantil, pero no era algo que realmente le preocupara. Es decir, ¿qué importa? Digo, puede ser todo lo infantil que quiera y nadie tiene porqué juzgarlo.

Comenzó a hacer pequeños dibujos en la parte superior de su cuaderno. Se arrepentiría después por no haber prestado atención a clases, lo sabía. Porque nadie merece acaparar toda tu atención, y menos si es un tonto que te ignora y... Pensándolo bien, quizá Tweek no lo vio, y por eso no se detuvo a saludarlo. Además, no sabe de qué se queja, si él lo ha ignorado un montón de veces, y al rubio ni le importa.

Pidió permiso para ir al baño. Y, oh, joder. Ahí estaba él. Tweek, en el baño. Mirando el espejo como si hubiera un reptil. Craig tropezó en la puerta, y Tweek se sobresaltó por el repentino ruido.

Avergonzado, y con las mejillas encendidas, se dispuso a orinar. Porqué el que tú Crush esté ahí en el baño contigo, con una vista directa a sus partes íntimas (si Tweek quisiera realmente podría verlo) no significa que tengas que esperar, o hacerte el loco.

— Hola.- Saludó Tweek cuándo Craig se acercó para lavarse las manos.

— Hola.- Respondió con una sonrisa.

Vaya, nunca le había sonreído, no que recuerde. Y ahora se siente más amargado que antes, no es posible que nunca sonría. Esto de socializar realmente no va con él.

Levantó la vista. Tweek estaba mirándolo a través del espejo. Y pensó en irse, porque era incómodo. Pero en lugar de eso le sostuvo la mirada.

— ¿Craig?-

— ¿Que?- Sí, responder tosco es la mejor manera de disimulas el hecho de estar sufriendo un ataque al corazón porque la persona que te gusta ha dicho tu nombre.

Para Craig, el tener la dicha de ver aquellos ojos azules era el combustible que necesitaba para sobrevivir a toda la semana. Ahora realmente no importaba que lo haya ignorado. Es decir, en este momento lo tenia justo al lado, y podía mirar sus ojos.

Es increíble el valor que puede llagar a darte un cristal.

— Yo, em... oh, Dios. Tú... e-em...

— ¿Qué sucede?

— Nada. Lo siento, sólo quería saludar.- le dedicó una última sonrisa antes de salir. Craig se quedó mirando la puerta.

Tweek era, fácilmente, la persona con más imperfecciones del mundo. Se alteraba con facilidad, hacía drama de todo, te gritaba al oído cuando tenía alguno de sus ataques, su cabello tenía semejanza con el de un espanta pájaros, sus ojeras eran lo más visible de su cara, haciendo su expresión más cansada, sin vida, casi como un muerto. No se veía como alguien saludable, porque no lo era. Su cuerpo era un saco de huesos, no tenía músculo porque le daba pereza hacer ejercicio, y porqué temía morir en el intento.

Pero, a pesar de ser caótico, era precioso. De una manera más sentimental que física. Porque, lo admite, quizá no era el más guapo de la escuela, ni el más llamativo, pero, sin duda, Tweek tenía algo que llamaba la atención; incluso sin que él lo quisiera.

Era como un huracán. Causaba devastación a su paso, arrasando con todo sin darse cuenta, causando daño, con un viento extremadamente frío, dejando dolor en su corazón. Pero, visto de otra manera, de una manera que sólo Craig podría, era hermoso. Y pensarás ¿Cómo demonios puede ser precioso un huracán? Lo era. Dios mío, claro que lo era. Cómo sólo el sabía serlo.

Tweek, y sus ojos color océano.
Craig, y sus ojos color árbol destruido por una ventisca. Ojos tristes. Y ojos aún más tristes.

Craig era muy observador a veces, casi llegando a acoso. Y, si algo podía notar con facilidad, era la triste existencia de Tweek. Es decir, el rubio se esforzaba en ocultarlo con toda su fuerza, y realmente hacía un trabajo excepcional, pero Craig lo sabía, realmente sabía. Podía ver como el rubio bajaba los ojos, suspirando, o miraba al cielo con anhelo.

A veces Craig quería ir, sacudirlo, y decirle: Vive. No te atrevas a morir

Punto de ebullición; Creek. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora