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—Mi señor, tiene visita— me informó mi mayordomo a primera hora de la mañana, cuando apenas comenzaba con el segundo plato del desayuno —¿Y se puede saber quién es el inoportuno?— cuestioné de mal humor, arrojando mi servilleta a un lado de mi té —El duque de Norfolk, señor— fruncí el entrecejo, intentando adivinar las intenciones del duque en mi casa sin invitación, sin llegar a obtener una respuesta clara.

—Dile que pase— ordené. Mi mayordomo de inmediato se dio la vuelta y salió por la gran puerta de roble en dirección al salón principal, mientras yo continuaba desenredando mis pensamientos.

—Buenos días, capitán Dun— me saludó el duque tan solo unos minutos después de que el mayordomo se retirara. —Ex capitán, duque— aclaré, invitándolo a sentarse a en la silla a mi derecha, que permanecía vacía, como el resto del comedor. No sabía porque demonios era que tenía una mesa tan estúpidamente larga si es que nunca había nadie en la casa que ocupara los asientos disponibles.

El hombre se sentó a mi lado y cruzó sus manos —Dígame ¿Qué lo trae a mi hogar?— cuestioné —Bueno, capitán Dun, usted debe de saber de las buenas nuevas traídas desde España hace tan solo un mes— claro que sabía de esas buenas nuevas, todo el maldito país estaba al tanto de cualquier noticia que se dijera de las travesías españolas. 

—Han encontrado una forma de llegar a las indias sin atravesar África, no veo la espectacularidad de ese asunto— contesté con simplicidad —¡Es un hecho impresionante sin duda alguna, señor Dun! Me sorprende que usted, siendo un respetable capitán, no pueda entender la magnitud de esa noticia—

Rodé los ojos —¿Debería de sentirme impresionado porque Colón no cayó por el precipicio de la tierra? ¿O porque, según cuentan, a encontrado unas tierras tan prósperas y hermosas habitadas por un montón de salvajes? No es nada que nunca hubiera visto antes, duque, eso se lo aseguro— el duque negó con la cabeza —¡Usted solo tiene la versión antigua de esas nuevas, señor Dun! De que Colón encontrara las indias tiene ya menos de una década, y el pobre hombre a muerto sin saber lo que ahora mismo le diré— 

Miré al duque en espera de que continuara con su discurso burocrático —Colón ha muerto sin saber que ha descubierto un nuevo mundo, señor. Los portugueses y los españoles han descubierto que Colón no llegó a las Indias, llegó a un nuevo continente, más prospero y exótico que la China o cualquier país nipón—

—¿Un continente? Eso sí suena como algo de suma impresión— admití. Nunca nadie había pensado que habría un nuevo mundo más allá de los puertos seguros y bien explorados. —Se lo he dicho, señor— se regocijó el duque, que parecía feliz por haber logrado que me impresionara.

—Duque, dudo mucho que usted haya venido aquí, a Liverpool, solo con la intención de darme nuevas que cualquier criado que fuera al pueblo podría haber sabido e informármelas a la hora del té, así pues tendré que reafirmar mi pregunta: ¿Qué es lo que lo trae a mi hogar?— la sonrisa del duque se ensanchó, este sacó de los pliegues de su ropa un pergamino ligeramente maltratado por el viaje y me lo dio. 

—Su majestad ha ordenado una expedición inglesa a esas nuevas tierras, ha prometido riquezas a todos los participantes en esta modesta aventura, pero aún tenemos un problema: nos hace falta un capitán para que la dirija hacia el nuevo mundo, y temo decirle que en mi osadía lo he propuesto a usted como alguien competente para el cargo— miré la firma del pergamino, y para mi horror este contenía impreso el sello real.

—¡Usted no tenía derecho...!

—Calma, joven Dun— me ordenó el duque —Lo hice porque no creí que hubiera otro capitán respetable en toda Inglaterra que pudiera aventurarse a mares desconocidos ¿O es que ya no es tu ambición convertirte en el proceder de grandes relatos?— solté un gruñido y arrojé los papeles a la mesa —¡Eso fue antes de perder todo lo que amaba! ¡No tenías derecho a hacerlo, tío!—

—Sobrino, no lo estás entendiendo. Dorothy y yo hemos creído que sería mucho mejor idea que volvieras al océano, y esta travesía promete demasiado ¿Qué sabes tú sobre lo que el destino te puede preparar en las nuevas tierras?—

—No habrá nada que me haga feliz o satisfaga mi alma, de eso estoy seguro.

—Como duque, temo informarle que las solicitudes de nuestra majestad deben de ser cumplidas al pie de la letra, por lo que su opinión poco importa en este asunto; y como tío debo de sugerirte, Joshua, que dejes de ser tan testarudo.

Solté un bufido de rendición, a fin de cuentas, mi tío tenía razón: si la reina lo había exigido, tendría que ir a la expedición a no ser que estuviera muerto. Mi tío sonrió. —Anímate, Joshua. Y arma tu maleta, la expedición saldrá dentro de tres días y seguro que deberás de quitarle el polvo a esa vieja ropa tuya de capitán—

Mi tío me dio una pequeña palmadita en la espalda y salió de la habitación, dejándome solo con mis inquietudes palpitantes. Tenía diez años de haber dejado el cargo de capitán, y ahora tenía que retomarlo a la fuerza. 

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