Tres días después de eso, me encontré en el puerto de Liverpool como niño caprichoso y con una completa indignación. Aún no me acostumbraba a la idea de tener que volver al océano.
A pesar de todo no podía dejar de asombrarme por todas las comodidades que la reina había dispuesto para mi y la tripulación. Mi propio sirviente, al verme bajar de mi carruaje, corrió a tomar mi equipaje y tenderme un mapa actualizado de la ruta que deberíamos de tomar para llegar a las nuevas tierras.
—¡Capitán Dun!— escuché que me gritaron con suma alegría desde las velas del barco, y tan rápido como giré la vista, una soga con un hombre columpiándose en ella apareció. No me hizo falta saber quien era. No habían muchos marinos que supieran columpiarse en un mástil al más puro estilo pirata.
—¡Oh, no! ¡¿Por qué nadie me informó que también tendría que cargar contigo?!— pregunté fingiendo fatiga, lo que solo provocó que Dallon riera —No creerías que te iba a dejar toda la diversión a ti ¿O sí, capitán?— contestó
—¿Diversión? Yo creo que esto es suicida—
—¡Vamos, Josh! ¿Desde cuando te importa que las misiones sean suicidas o no? ¡Lo que cuenta es la aventura!
—¿La aventura de caer por el precipicio de la tierra? Eso parece mucho hasta para nosotros dos— Dallon negó con la cabeza y pasó su mano por mi hombro —¡No caeremos por ningún lado que no sea la gloria, Josh!—
—La gloria de morir, dirás.
—¡Deja de actuar como un capitán amargado y diviértete! Según entiendo, tú ya deseas morir, así que ¿Por qué no hacerlo durante la travesía de nuestras vidas?— sonreí un poco —Quizá tengas razón— admití —Pero bueno, para que dejes de actuar como todo un niño despreocupado, le sugiero que vaya a organizar a los hombres, primer oficial— la expresión de Dallon cambió drásticamente después de escuchar mi orden.
—¿Primer oficial?— preguntó anodadado —¡Pues claro! ¿Qué creías? ¿Que iba a dejarme todo el trabajo? ¡Ahora muévete y ordena a esos hombres!— Dallon sonrió y asintió, antes de salir corriendo hacia el barco.
Se trataba de una construcción sumamente impresionante, con velas tan grandes y blancas que prometían gran velocidad, además de que el mástil principal era tan largo que supuse que veríamos tierra antes que cualquier otro. La madera lucía muy fuerte y fina, decorada de blanco y azul para poder distinguirnos durante la noche.
Pasé un buen rato encerrado en el camarote designado especialmente para mi, era bastante más grande de lo que de verdad requería, con una cama adoselada bien sujeta al piso de madera, para evitar que se moviera con el arrullar de las olas.
Tenía una enorme mesa de madera en medio del camarote, y a un lado estaba un estante con mapas prolijamente acomodados, además de unas cuantas botellas de buen vino. Lucía como un lugar agradable.
Analicé el mapa que mi sirviente me había dado antes de mi encuentro con Dallon. Mi tío no mentía al decir que las nuevas tierras eran impresionantes, tan solo en el trazo del mapa lograba notar que el nuevo mundo era enorme y desconocido, y para mi desagrado me sorprendí emocionado por la aventura prometida. Quizá Dallon y mi tío tenían razón.
—¡Capitán!— llamaron a la puerta —Pasa, Dallon— dije sin levantar la vista del mapa. Aún intentaba calcular cuanto tiempo tomaría llegar al nuevo mundo. —He reunido a los hombres, las velas están listas para tomar el aire y han informado que la princesa llegará aquí dentro de diez minutos—
Levanté la vista del mapa —¿La princesa?— inquirí —Vendrán a darnos la bendición, y su restauración como capitán también la dará la princesa—
—Para lo que nos va a servir la bendición de la princesa— ironicé —Tienen confianza en que lograremos encontrar las tierras que narran los españoles, supongo que solo vienen para presionarnos más— Dallon se encogió de hombros. Comenzó a sonar una trompeta que anunciaba la llegada de la princesa.
—¿Hace cuantos minutos te dijeron que la princesa llegaría en diez minutos, Dallon?— logré notar como este se sonrojaba un poco, a la par que susurraba: —Hace ocho minutos— solté un bufido —Vamos ya, tienes que estar en la ceremonia conmigo— Dallon y yo salimos de mi camarote a toda prisa, mientras veía como todos mis tripulantes corrían hacia la borda del barco para ver a la princesa.
Dallon y yo bajamos hacia el muelle, donde una alfombra roja ya estaba tendida para evitar que la princesa pisara el muelle. —Llegan tarde— me susurró mi tío —Solo un minuto— contesté colocando mi espalda completamente recta a la par que comenzaban a sonar las trompetas y el carruaje de la princesa se abría.
Logré escuchar los murmullos de impresión de la gente que miraba el espectáculo. La princesa era una mujer hermosa y fina, aunque no lo suficiente como para llamarme la atención y ponerme a suspirar como Dallon lo hacía a mi lado. Ya nadie llamaba mi atención.
Esta llegó hasta donde nos encontrábamos Dallon y yo, nos dirigió una sonrisa discreta, antes de que el cóncil comenzara a anunciar porque estábamos ahí. Después de toda la aristocracia informada al pueblo un sirviente se acercó a la princesa con dos cajas de madera muy largas y un sombrero enorme con una pluma roja que amenazaba con salir volando a causa del aire.
—Capitán Dun, las esperanzas de Inglaterra están puestas sobre usted y su tripulación; esperaremos su regreso con ansias y que las noticias del nuevo mundo sean prosperas y esperanzadoras para nuestra nación— se notaba que la princesa había ensayado ese discurso tantas veces antes que me comencé a preguntar desde cuando era que habían planeado la expedición al nuevo mundo. El sirviente abrió las dos cajas de madera y se inclinó para extenderlas a la princesa.
—Confiamos en sus resultados, capitán Dun. La esperanza de nuestro pueblo está forjada en esta espada— la princesa sacó una espada de la caja. Sin duda era la espada más fina que jamás había visto, con una hoja delgada y bien forjada y la empuñadura de oro. Tomé el espada completamente anonadado y me incliné para darle las gracias.
—Así pues, también confiamos en su buen juicio al escoger a su primer oficial— la princesa sacó otra espada de la segunda caja, era casi igual a la mía, la única diferencia radicaba en que la empuñadura era de plata. Dallon se inclinó para recibir el regalo y no pudo evitar mirar a la princesa como idiota enamorado. La princesa se sonrojó.
—Que Dios los acompañe, capitán Dun— finalmente la princesa tomó el enorme sombrero y me indicó que me colocara de rodillas. Una vez que lo hice esta me puso el sobrero sobre la cabeza y pude ponerme de pie de nuevo.
—Volveremos sanos y salvos— prometí haciendo una leve inclinación y entrando al barco de nuevo. —¡Icen las velas!— gritó Dallon —¡Rumbo al noroeste, maestre Swan!— grité yo. Los hombres rápidamente se pusieron a correr de un lado a otro para cumplir nuestras ordenes. Solo en ese momento noté que no nos habían concedido una tripulación adiestrada, o tan solo un grupo de soldados reales, solo eran marinos comunes y corrientes.
—Supongo que la princesa no confiaba en que regresáramos vivos— me dijo Dallon al notar mi mirada sobre los hombres —Porque valen menos un montón de mercenarios y marinos mercantes que esclavos reales ¿No? Supongo que por eso me han puesto a mi de capitán— Dallon rió —Quizá somos carne de cañón, pero somos la primera tripulación inglesa en salir al nuevo mundo. Confía en que regresáremos con vida y después de eso podremos comprar bellas doncellas en todas partes—
—Paso, las doncellas ya no me van.
—¿Ahora te gustan los hombres?— se burló Dallon, recibiendo un golpe de mi parte —No seas idiota— musité.
Se escuchó como se estrellaba la botella lanzada por la princesa y los hombres comenzaron a despedirse de sus esposas e hijos.
—Josh, no puedes estar así toda la vida— me susurró Dallon al notar mi mirada de tristeza —No, solo llevo así diez años— susurré.
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Captive
Fanfiction[J + T=Joshler] "Amor entre olas, peleas y polvora" Portada: Joshuaddictions う 翁こり夜 がれス履