{Novela Terminada}
Segunda Parte en mi perfil.
Mi nombre es Clove Kentwell y voy a contaros mi verdadera historia. Vivo en el Distrito 2, uno de los más grandes e importantes de toda Panem. Ir a los Juegos del Hambre es todo un honor, tanto para el...
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SIEMPRE
La claridad de la mañana entra por la abertura de la cueva provocando que abra los ojos. Me giro con cuidado ya que no quiero despertar a Cato. No voy a mentir pero me encanta verle dormir y que la primera imagen que vea por las mañana sea su rostro. Pero me sorprendo al ver que no está a mi lado.
¿Dónde está? Está herido con un corte en el abdomen, no puede andar por ahí fuera él solo. Está siendo un irresponsable.
¡GONG!
Resuena un cañonazo por toda la arena indicándonos que un tributo acaba de morir.
No, no, no, por favor, no.
Me levanto con rapidez y salgo corriendo de la cueva con los cuchillos en mano. Alguien acaba de morir y espero, deseo que no sea él, por favor que no sea él.
Aunque haya pasado todo esto entre nosotros, no quiero perderle.
No puedo.
Corro todo lo rápido que puedo llamándolo a gritos pero no obtengo ninguna respuesta. Estoy comenzando a desesperarme y a hiperventilar. Me obligo a parar para recuperar el oxígeno. Esto es malo, muy malo. Las manos me sudan y de esta forma no puedo defenderme si me atacan, el lanzamiento de cuchillos no sería certero. Tengo que calmarme, así no puedo seguir.
En vez de correr, voy andando deprisa para tranquilizar mis pulsaciones, pero sigo llamándole a gritos hasta que me choco contra un cuerpo. Tenso los músculos y levanto la vista encontrándome con sus ojos azules. Me mira preocupado y veo que su boca tiembla, buscando alguna palabra que decirme pero no puedo contenerme y me lazo a sus brazos, rodeando mis piernas en su cintura. Cato me sostiene con fuerza, evitando que caigamos ambos al suelo.
Al estar entre sus brazos intento relajarme, él está a salvo, está salvo. Sentir que está aquí conmigo hace que termine por romperme de nuevo en estos malditos juegos. Lloro contra su cuerpo soltando todo lo que estaba conteniéndome desde que sonó el cañonazo. Sentía que me faltaba el aire, que iba a morirme. No saber si estaba vivo o no me ha hecho pasarlo realmente mal.
Cato me baja con cuidado y separa nuestros cuerpos, aunque no se aleja de mí. Me coge de las manos, las aprieta con suavidad, su cabeza se agacha e intenta buscar mi mirada, ya que tengo la vista clavada en el suelo.
—Pensé que te había perdido —digo como puedo ya que me sigue faltando el aire después de haber llorado.
Cato me mira pero no dice nada ante mis palabras, simplemente me suelta las manos y lleva las suyas hasta mis mejillas. Me acaricia con delicadeza con sus pulgares y levanta mi mentón para mirarme directamente a los ojos.
—Estoy aquí —me dice mirándome preocupado y me indica con su mirada que está bien, que está sano.
—Al despertar y no verte a mi lado... Justo después sonó el cañonazo y pensé... Pensé que eras tú —digo sincera mientras mi cuerpo tiembla.