1. Esta noche, será la última noche

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Simona era de esas chicas que usaba vestidos de flores, con botas rojas, y que llevaba el pelo rizado y naranja, revoloteando alrededor de su rostro relleno de pecas, iba en su bicicleta por la ciudad, sin tener cuidado, más pendiente de la forma que tomaban las nubes, más que de las calles atestadas de autos, que al verla frenaban, o iban más despacio para disfrutar de su aura extraña y colorida. Simona vivía en un apartamento más bien pequeño, que en vez de sostificados sofás, tenía cojines para sentarse que ella misma había confeccionado, tenía una mesita de cristal que en el medio tenía una escultura de un elefante de madera, en cuya trompa había puesto una varita de incienso. Simona llegaba todos los días, y como si fuera un rito, se desnudaba al frente de la puerta, y se dejaba puesto únicamente las braguitas de encaje, y daba un giro sobre sí misma, con los brazos levantados y los ojos cerrados, encendía su computador, elegía una canción que fuera acorde con su estado de ánimo, la ponía a todo volumen, y la bailaba o la lloraba completa, mientras hacía aseo, o hacia sus manualidades, pintando, leyendo o simplemente existiendo.

Sí, Simona no era la chica más "normal" dentro de los parámetros de la sociedad, era la sociedad la que le había puesto la etiqueta, una etiqueta que todo el mundo veía sobre ella, con luces de neón rosa, pero Simona no la veía, ella más bien, a diferencia de otros, estaba concentrada, en vivir su vida como ella quería vivirla, y hacer lo que le gustara a su manera, sin dañar a otros, esto, de un modo u otro hacia que Simona fuera una persona muy solitaria, pero esta soledad, ella si la sentía, en los rincones de su pequeño apartamento, en la calles cuando llovía, y sobre todo por las noches, acostada en su cama. Esa noche de sábado, donde las luces de la ciudad estarían despiertas hasta que el sol volviera a salir, y la música provenía de todos lados, Simona decidió, mientras estaba en la ducha, ser una más por esa noche, decía eso todas las noches de los fines de semana, salió, se secó su rebelde cabellera, la rizo sobre tus hombros, dejándola que acariciara su pequeña cintura, se colocó sus braguitas más sexys, miro entre su armario, algo que pudiera vestir esa noche, pero todo estaba lleno de flores, y colores, como si fuera un jardín, luego recordó el vestido que le había regalado su madre en su afán de que fuera como las otras chicas, el vestido que había estado usando todas las noches, busco debajo de su cama la caja donde guardaba el vestido negro y ajustado, lo sacudió como si estuviera lleno de polvo por el descuido y olvido, cuando ella sabía que ni descuidado, ni olvidado lo tenía, lo deslizo por sus largas y delgadas piernas, lo ajusto en sus caderas y lo subió hasta cubrir sus tetitas, le quedaba algo ajustado, pero hacia que resaltara las curvas, que no se notaban cuando usaba pantalones anchos, faldas largas, o vestidos cargados, busco los únicos tacones que tenía, y para tener un poco de ella, los tacones eran rojos, al igual que sus botas, y la mayoría de sus zapatos. Simona sabia caminar en tacones porque cuando era más joven, su madre la había metido en un curso de modelaje, a pesar de que ella sabía que Simona no era de esas chicas que tenía potencial para llegar a una pasarela, y no porque Simona no fuera bella, porque lo era, sino porque ella tenía interés en todo menos en el mundo comercial en el que su madre quería involucrarla. Simona se miró en el espejo de cuerpo completo, se pintó los labios, y se delineo sus ojos verdes, se colocó aretes largos, y se cambió la joya de la nariz por un aro dorado, luego se enderezo y se miró de pies a cabeza, debajo de todo eso, ahí estaba ella, sobre todo en sus ojos, ahí estaba la vida, los colores, la forma de las nubes, estaba lista.

Al llegar a la discoteca, el olor a cigarrillo, alcohol, sudor, lujuria se sentía en el aire como una droga, que te incitaba a pertenecer a ese mundo, a mancharte de humanidad, de juventud, del ahora. Simona, a pesar de todo era una persona confiada y ya sabía qué hacer, lo había estado haciendo desde hace ya un tiempo, y entro apagando su etiqueta de chica rara, pero con fuerza, haciendo que más de uno la notara, opto por ser engreída, y hacer uso de su belleza, que tenia de sobra, y fue el momento en que Nicholas, noto su presencia, y la noto tanto que el resto de gente amontonándose, que restregaban sus sudores en un baile erótico cubierto de ropa, dejo de existir, y solo existía ella, camino a ella, seguro, mientras más de una chica giraba la cabeza para verlo pasar, tenía fuerza, tanto físicamente, como en actitud, haciendo que más de un chico lo viera como el león con gran melena, con él era mejor no luchar porque perderían la batalla, y así fue como Simona lo percibió también, como un león, y ella se sintió como su presa, y coqueta sonrió, porque deseaba ser devorada, pero ella quería que antes de comérsela, jugara con ella, ambos caminaban hacia el otro, y en el punto de encuentro, ambos se miraban a los ojos, con furia como dos amantes que se deseaban el uno al otro, como dos llamas de fuego, que no veían el momento de unirse y hacerse una sola, más grande, más brillante, más peligrosa, conectaban, Simona empezó a bailar, de manera sensual y seductora, lo hacía muy bien, meneaba sus caderas, procurando tocar en ocasiones el miembro oculto de Nicholas, y el tenia afán por tocarla, pero sabía cómo era el juego, sus manos agarraban con fuerza la cintura de Simona mientras ella no dejaba de moverse y menearse como si fuera una sola con la canción que sonaba, y llego el momento en que ambos ya sudados, agitados, mas por la excitación que ambos se causaban, que por el ambiente, decidieron que era el momento de irse, el propuso su apartamento, y era eso lo que ella esperaba, así que acepto, subieron a un taxi, Simona veía la ventana el pasar de otros autos, de gente caminando ebria por las calles sin cuidado alguno, de gente sin hogar animada también por la noche, y como siempre hacia, prometió una vez más que esta, sería la última noche, y sonrió ante la idea, de esperar el próximo fin de semana y volver a ser carnada, Nicholas le toco una pierna y un cosquilleo se apropió de todo su cuerpo, lo miro con deseo carnal, y él se la devolvió, el taxi iba tan lento como iba el sol por el cielo antes de llegar la noche, o tan lento como el de una pluma que se cae del ave, antes de llegar al suelo, y para colmo de males, el taxista era de aquellos, que va haciendo críticas a la infraestructura de la ciudad, cuando ninguno de sus pasajeros, en el momento, tenían interés de escucharlos. La mano de Nicholas subía con cautela hacia el sexo de Simona, ella abrió un poco más las piernas para permitirle la entrada, y al tocarla Nicholas noto que ella estaba dispuesta para él, y la deseo con más fuerza, sus instinto de hombre deseaba tomarla en ese mismo taxi y mostrarle que el si era el león más fuerte, más salvaje, y que su lugar lo tenía merecido, pero él sabía que Simona estaba jugando con él, y a pesar de que eso lo excitaba mas, no quería cederle el control completo, el taxi finalmente llego al destino, Nicholas pago y sin esperar el cambio, cogió a Simona de la mano con fuerza, la saco del auto, y entre afanes, entro al edificio, entraron al ascensor, y con suma cautela Nicholas se acercó a Simona, le agarro la barbilla, la atrajo hacia su boca y la beso, primero con ternura, luego subió en intensidad, metió su lengua en su boca, mordió sus labios, bajo sus manos hasta sus nalgas, y la atrajo hacia él, para que sintiera su miembro, hambriento de su carne, y Simona lo sintió, y gimió entre el desespero y el placer, el ascensor se abrió, la volvió a coger de la mano, busco su puerta, algo torpe inserto las llaves en ella y la abrió, volvió a coger a Simona por los glúteos, y la levanto del suelo, mientras ella enrollaba las piernas alrededor de las caderas de él, él la golpeo contra la pared y ella soltó un grito entre la sorpresa y el placer, sus tacones rojos, cayeron al suelo, se besaban con furia, con desespero, eran besos, como de una pareja que quizás se quería, pero más que amor, era deseo, Simona en un rápido vistazo, vio el apartamento grande y lujoso, tuvo intenciones de parar, y salir corriendo, pero cerro los ojos y continuo. Llegaron a la habitación, él la lanzo a la cama, y se puso sobre ella, ella le quito la camisa, con ternura, y el mientras tanto, bajaba la cremallera del vestido de ella que tanto conocía ya, luego ella paso a los pantalones de él, y el la ayudo a deshacerse de ellos, él amaba las pecas que decoraban sutilmente el cuerpo de Simona, su piel blanca, sus senitos pequeños, rosados y redondos, su pecho que levantaba y bajaba a causa de la excitación, se acercó a ella, y mientras bajaba sus braguitas, besaba las pecas de su pecho, Simona lo veía, y lo veía como un hombre fuerte, todo de él emanaba fuerza, cuando la miro, había fuego en sus ojos negros, y lo deseo más y entre más toqueteos, más besos, mordidas y rasguños, se pertenecieron el uno al otro, se consumieron, hasta que al final agotados, y ambos satisfechos, se apagaron, Simona se aisló a una esquina de la cama dándole la espalda a Nicholas, y se quedó dormida, pensando en los ojos negros de él, y prometiéndose que esta sería la última noche, Nicholas se levantó a tomar un vaso de agua, y al volver a la habitación se quedó recostado en el marco de la puerta viendo a Simona mientras dormía, sabía lo que pasaría ahora, él se recostaría a su lado sin tocarla, porque a ella no le gustaba, se dormiría, y al día siguiente al despertar, no la encontraría, pasaría una semana en el que él no la buscaría, porque principalmente no sabría ni cómo ni dónde buscarla, se mentiría diciéndose que ya no va a volverla a ver y que no siente nada por ella, que es solo buen sexo, y al llegar el sábado, volverá a su lugar de encuentro, se dirá que esta vez sí le dirá a Simona lo que siente, se acobardara porque tiene miedo de no volverla a ver, y así es como el león fue domado, y ahora es solo imagen de un gran león, cuando sabe que ya come hasta comida de gato.

El sol ya está asomándose, como si algo dentro de ella le avisara, Simona se levanta, intentando no hacer ruido, se pone el vestido, y sale a hurtadillas, recoge sus zapatos en el camino, y sale del apartamento, sin ni siquiera mirar atrás.

Simona ha llegado a su apartamento, se quita el vestido en la entrada, esta vez no tiene braguitas, gira sobre sí misma, con los ojos cerrados y lo brazos levantados, enciende el computador, pone una canción melancólica, y casi sin energía, entra a ducharse, se lava la noche pasada, la culpa, la ansiedad, la cobardía, lo que le queda de maquillaje, los besos de Nicholas, que casi no se lavan, y los tiene que lavar, una, dos y tres veces, sale, enciende una varita de incienso, se pone un pantalón ancho y una blusa pegadita, y junto a ellas enciende su etiqueta de la estúpida sociedad, se peina su rebelde cabellera, y la deja que se seque sin forma, Simona se acuesta en el piso de su sala, con un cojín en la cabeza, mira el techo de madera, y entre las formas abstractas, divisa la mirada negra de Nicholas, y a pesar de que se prometió que la noche anterior era la última, sabía que sin faltar, en la misma discoteca, y a la misma hora, iría a ver a Nicholas.

CUENTOS CORTOS DE MALOS AMORESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora