2. Los miércoles, coloréame lo gris.

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Esa tarde era a Marco que le toca recoger al niño en su colegio, su esposa, Julieta, trabajaba hasta tarde todos los miércoles, y por alguna razón, los miércoles de ese año, se le hacían fríos, y grises, monótonos. Iba en el carro, cuando justamente empezó a llover, estaba atascado en un trancón hace media hora y seguramente llegaría después de la salida de su hijo, lo encontraría sentado en las escaleras, esperando, pito, angustiado por dejar a su hijo aunque sea un mínimo momento tan solo, en ese momento llamo su esposa, que se parecía un poco al miércoles, fría, gris, monótona, ella le hablo sobre lo irresponsable que era por no prever que ese día pasaría eso, y que ahora al niño habría que llevarlo al psicólogo, porque tal vez pensara que lo habían abandonado, pero que en el peor de los casos el niño se habría ido a otro lado, Marco colgó, no sin antes decir un lo siento, que realmente no sentía, y asentir al resto de quejas de su esposa, suspiro, se preguntó cuándo había sido el momento en que una pareja tan libre, tan alegre, tan feliz, había pasado a ser lo que él era ahora con su esposa, un hombre y una mujer que vivían juntos pero no se conocían ni eran felices, recordó el día de su matrimonio, Julieta caminaba hacia el altar con los ojos como estrellas de brillantes, una sonrisa de satisfacción, nervios y alegría, y un caminar apresurado fuera de compas por el afán de llegar pronto al lado de un Marco, que no podía contener la alegría de saber que al fin, podría tener a esa mujer, bella toda ella, y maravillosa en cada poro de su perfecta piel, junto a él, un hombre no tan agraciado, pero con un encanto, del cual el mismo agradecía, porque le había permitido terminar junto a Julieta, recordó los tres años siguientes, lleno de ilusiones y promesas, de luz, y crecimiento tanto personal como pareja, el nacimiento de su hijo, que los unió más, solo por tres años más, que fue cuando empezó a ir todo mal y tres años más después todo iba peor, el no recordaba el momento exacto en que todo se rompió entre ellos, ni tampoco recordaba la razón, solo recordaba que ya no había un beso para despertar, ni tampoco habían más sábado de sexo en moteles temáticos, no habían flores, ni cenas románticas, ahora solo quedaban, recoge al niño a las tres, llegare tarde, no olvides llamar a tu madre para decirle que este fin de semana no iremos, ya todo lo que quedaba era mierda, aun quería a Julieta, y sufría por Julieta como si fuera un amor perdido, como si fuera otra mujer, y tenía la esperanza, por mínima que fuera, de recuperar a esa mujer. Un pito lo despertó de su viaje al pasado, los momentos, a las emociones, y avanzo, se dio cuenta que lo que había hecho el trancón era un semáforo apagado, y lo maldijo a él y al sistema de vías en silencio. Marco al fin llego a la escuela, y como había predicho, su hijo estaba sentado en las escaleras, a pesar de que estaba lloviendo, y había una mujer sentada a su lado sosteniendo un paraguas, cubriéndose a ambos, Marco camino con cautela hacia su hijo, sin saber cómo tomar la presencia de esa mujer, cuando la mujer se dio cuenta de la presencia de Marco, se apresuró a levantarse y presentarse, ella era Luciana, la profesora de primer grado, y profesora del pequeño, iba de salida cuando lo vio y decidió quedarse con él hasta que uno de sus padres llegara por él, Marco agradeció sinceramente a Luciana, y sin querer, la detallo, era una mujer realmente hermosa, y quizás más joven que él, pero no por mucho, tenía el cabello tan negro como alas de cuervo, tan blanca como la nieve, y de unos ojos marrones tan grandes y expresivos como el universo mismo, Marco se sentía como un adolescente otra vez al ver una chica linda, nervioso, y ansioso, se ofreció a acercarla a donde fuera, y dentro de sí, pensó, que sí, la acercaría a donde fuera, si quería estar cerca al cielo, él la llevaría, ella asintió. Dentro del auto, comenzaron por hablar, por el rendimiento académico del niño, Marco empezó a hacer malos chistes, y aun así Luciana reía emocionada y de una manera sincera, haciendo ronquidos en la risa al terminar, continuaron por hablar de cómo es que ambos habían llegado a donde estaban, quizás, Marco omitió a Julieta de su historia, y quizás, solo quizás Luciana, no se dio cuenta de ese detalle, y no pregunto, habían conectado, algo entre ellos, había encajado como fichas de un puzle, y tanto como Luciana como Marco, se habían dado cuenta de eso. Al llegar al lugar de destino de Luciana, Marco, atrevidamente, agarro una de sus delicadas y blancas manos, y la retuvo antes de que ella tuviera oportunidad de salir del auto, le pregunto qué planes tendría para el próximo miércoles, y si le gustaría ir a una cena romántica, a lo cual Luciana asintió. 

Cuando Marco ya había acostado al niño y el ya dormía también, Julieta llego, haciendo estruendos, con aliento a noche de Whisky y buenos besos, y aun buen oral que ella dio, y entre lo nubloso de su mente alcoholizada, pensaba en su esposo, que ahora estaría en su cama matrimonial, la sentiría, pero haría como si no, no haría preguntas a pesar de tener miles, y en caso de que el hiciera alguna, la respuesta era tosca, y amargada para que el callara la boca, ya no soportaba a ese hombre, no recordaba las razones por las que se había casado con él, y por las que seguía estándolo, y le pedía a Dios en un rincón de su mente que fuera el alcohol quien estuviera borrando lo importante en ese momento, y todos los miércoles desde hace un año. Había conocido a un socio de la empresa donde ella trabaja, la primera vez lo hicieron en su oficina, con ropa, con culpa tiñendo el cielo, y sudor tiñéndola a ella, el hombre para ella se había vuelto como cocaína con azúcar, la había sacado de un matrimonio sin emoción, donde todo era tan empalagoso como algodón de azúcar, él la hacía sentir salvaje, fiera, mujer aventurera, la llenaba de lujuria y placer, algo que su esposo no le hacía sentir, el whisky le dejo borrosa la mente y no pudo seguir maldiciendo su matrimonio, así que se acostó con la ropa de trabajo, pero no se percató de ello. Amaneció, ni Marco ni Julieta, se habían levantado, pero ambos ya estaban despiertos, Julieta pensaba en que era hora de actuar, y no lo hacía nada bien, ya deseaba que fuera miércoles, y volver a ver a su amante, que coloreara con emoción, todo lo gris que su marido dibujaba, mientras tanto, Marco pensaba, en que sabía que su esposa le estaba siendo infiel, y que esa esperanza había que matarla con un cuchillo para que doliera más y no volviera a creer en ella, pero también pensaba en que quería volver a ver a Luciana y que le coloreara lo gris que había dibujado su esposa. 

CUENTOS CORTOS DE MALOS AMORESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora