10.Defectos.

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Pablo. Un hombre de ensueño, alto, rubio, de brazos fuertes, manos de dedos largos como otros miembros, ojos claros, de una mirada profunda en la que dan ganas de navegar toda una vida, inteligente, de esa inteligencia que provoca orgasmos, el acento de una tierra de frutos afrodisiacos, del azúcar, de la Sucursal del cielo, una lengua que encantaba oídos y cuevas profundas, y una espalda perfecta para dibujar trazos abstractos con las uñas. Un hombre para todo, para la calle, para la casa, para la cama... para el cine y para ir a bailar. ¿Defectos? Era inseguro, temeroso del amor y de su corazón, impulsivo y ansioso, le gustaba el alcohol ya en medidas absurdas y exageradas, y no concebía un fin de semana sin tomar una copa de vino o una cerveza, y dudaba de si cumplía los requisitos para considerarse alcohólico, sobre pensaba las razones de la vida y se conformaba en un trabajo que no lo llenaba.

- Marcela, vos no entendes, me esas volviendo loco.

Marcela. Modelo, alta para el promedio de su país, piel color del trigo al sol, ojos grandes y oscuros, de los que esconden secretos, labios carnosos sabor a pecado, piernas perfectas para enredarse en las caderas de los hombres y en sus almas, sonrisa grande como su ego, grande como su corazón noble, como sus ganas de vivir feliz, y encontrar la tranquilidad que su existencia no le había permitido. ¿Defectos? A veces era engreída, insegura y caprichosa, no le gustaban que las cosas no se hicieran a su manera, y creía como estúpida en las promesas de los hombres, a veces era egoísta sin querer, no usaba collares, ni pulseras por alguna extraña razón que solo ella comprendía.

- Pablo, ya no sé qué más decirte, solamente no me siento lista para ti.

En parte era cierto, Marcela había añorado con todo lo que ella era, que un hombre como Pablo apareciera en su vida, pero en el momento en que el llego, ella no supo lidiar con todo lo que él le ofrecía aunque pensó que sí, era cierto que disfrutaba los sábados en su cama, o los cafés le sabían mejor si lo tenía a él enfrente, y el sexo era las mejor forma de meditación de los dos, siempre había romance, siempre habían conversaciones profundas sobre sí mismos, y siempre había verdad, quizás demasiada, quizás tanta para hacerla insoportable.

- No tiene sentido Marcela, si a mí me gustas tal cual eres, me haces feliz así.

Pablo estaba desesperado, no entendía como Marcela se le escurría entre los dedos como si fuera aceite, no entendía que era lo que había hecho mal, no encontraba las razones por las que después de tanto ella no quería quedarse con él, no era la primera que lo dejaba por esas razones, y el ser bueno se estaba convirtiendo para él una carga demasiado pesada, ¿Por qué si lo que había entre ellos era amor, no podían estar juntos?

- Ya te dije, no es el momento, quizás más adelante. Lo lamento.

En la realidad es que existía otra razón que Marcela no lograba verbalizar, o darle forma, pero sabía que en su corazón ahí estaba, era algo que cada vez que veía a Pablo le lastimaba el alma, pero ¿Cómo explicarle a Pablo algo que ni siquiera ella podía descifrar?

- Decidí lo que queras, pero no me volvas a buscar Marcele ¿me oís?

La ira se apoderaba de él, pero a la hora de la verdad deseaba en lo profundo de su corazón que ella lo volviera a buscar, el dejaría todo por ella, dejaría a quien fuera si ella tan solo lo volvía a buscar, o eso creía, a vece tenía que confesar que ella era más bien para él la materialización de todas las relaciones que habían fracasado en su vida, ella era todas las mujeres con las que no funcionaron, y el solo necesitaba sentir que igual todas esas mujeres lo quisieron, y podrían quedarse con él, que el merecía todo, y con Marcela estuvo a punto de lograr lo que con otras quizás no, la estabilidad y el amor mutuo, y si al final por otras razones no funcionaba, mas allá de lo que el como hombre era, que ella se fuera a vivir a otro país, o que ambos se aburrieran de su rutina mutua, que él se aburriera de ella, de su juventud y su entorno, no importaba, porque sabría que no era por lo que él era, y estaría bien así.

Marcela y Pablo. Ambos se amaban y habían entregado lo mejor de sí por un tiempo, habían sido básicamente felices, y habían hecho promesas que hoy en día ninguno de los dos cumplió, sin duda sus hijos hubieran sido realmente bien educados y físicamente bien completos, sus familias se hubieran llevado bien, y hubieran podido durar toda la vida. Pero simplemente no fue, por razones trascendentales que solo comprende el universo y el alma de Marcela, y quizás algún día sea por la esperanza viva de Pablo. 

CUENTOS CORTOS DE MALOS AMORESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora