Mi vida

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Mis aventuras, o mejor dicho desventuras empezaron a mis veinte años, cuando la inocencia era aún parte de mí, eran tiempos en los que esperaba demasiado, entregaba todo y no recibía nada. Estando en la universidad de la capital panameña conocí a Marcos, quien era mi compañero de curso. Él era un joven fornido, de tez blanca, con unos llamativos ojos negros, copiosas pero varoniles cejas, alto y muy guapo, me enamore perdidamente de él. Empezamos siendo amigos, fui por mucho tiempo algo así como su terapeuta. El pobre estaba perdidamente enamorado para mi desdicha de una mujer mayor, ella tenía treinta y uno en ese entonces, era once años mayor que él, pero eso no impidió que mi amigo, perdiera la cabeza por ella. Esta mujer tenía ya tres hijos, yo por mi parte no podía entender que veía el en ella, que tenía ella que yo no. No podía negar que era algo atractiva, poseía una larga cabellera oscura a pesar de tener hijos, mantenía su figura en buen estado. Yo por mi parte soy una mujer alta, de piel blanca, nalgas redondas, senos firmes, grandes ojos verdes y cabello  rojo, largo rizado; en ese tiempo pensaba que mi aspecto debía ser suficiente para tener al hombre que yo deseara.

Pasaron los días y mi compañero de clases y amor secreto, si secreto ya que él no sabía todavía que yo moría por él. Hasta el día que se me ocurrió la brillante idea de escribirle una carta, confesándole mi amor, sé que suena ridículo, a esa edad escribiendo cartitas tontas de amor, pero en el momento fue lo que se me ocurrió. Los nervios amenazaban mi cordura, cuando se la entregue, el pánico me ataco y salí corriendo dejándolo solo con la cartita. Recuerdo que regrese a mi casa, no podía ni caminar, mis piernas temblaban, y me arrepentía de la idiotez que había cometido, pero ya nada podía hacer nada. Solo esperar su respuesta. Ya en mi casa los minutos se hacían eternos, esperaba que fuese a verme, o por lo menos una llamada de su parte. Lastimosamente no fue así, nunca llamo. El resto del día no supe nada de él.

Al día siguiente tenía pruebas semestrales, como imaginaran no estudie nada, pero para mí fortuna yo era buena estudiante y las matemáticas se me hacían fáciles. Al terminar la prueba salí del aula y me senté en una banca del pequeño parque de mi universidad bajo un frondoso árbol de naranjas. Sentía una punzada letal en mi pecho, casi no podía respirar. Una gran desilusión corría por mi ser, lo que más dolía era el perderlo como amigo, ya que era claro que después de la semejante nota que le había escrito ya no habría cabida para la amistad, y es que mi carta era un tanto, subida de tono, pensé que si la hacía estilo xxx lograría llamar su atención y quitárselo a la vieja treintona(bueno ahora yo tengo treinta y no creo estar vieja ja!), aquí les dejo un pequeño fragmento de mi carta, todavía recuerdo cada palabra, como si fuese ayer.

Hola Marcos, quizá estoy loca, y ya no pienso con claridad, pero te amo, estoy perdidamente enamorada de ti y no me importa que quieras a otra, sé que con mi amor lograré, borrarte a esa mujer de la mente.

Marcos te deseo demasiado, pienso en ti de día y noche, me excito de solo imaginar que me haces tuya. Deseo me folles hasta dejarme sin aliento. Quiero morir en tus brazos. Mientras tu miembro viril toca lo profundo de mí ser.

Nunca he estado con nadie y quiero seas el primero, seas el único. Hazme gemir, gritar, estremecer. Quiero me hagas correr, hazme tuya. Deseo pronunciar tu nombre mientras siento tu aliento sobre mi piel. Deja que devore tu cuerpo. Permíteme saciar mi lujuria en ti. Que mi boca pueda saborear, lamer, mamar. Pinta mis labios con el rico elixir de tu falo. Desquíciame mi amado. He de perderme en tu cuerpo. No quiere volver a la realidad. Déjame desaparecer para siempre entre tus besos y carisias.

Definitivamente logre lo que quería, mientras estaba sentada en aquella banca, él se acomodó a mi lado y solo dijo que sí. Mi falta de experiencia sumada a los nervios, hizo que me quedara congelada, no sabía qué hacer, ni que decir, Entonces el vino a mí rescate dándome un tibio pero necesario beso. Todavía recuerdo esa dulce sensación, era la primera vez que mis labios eran besados. El sabor de su boca, su mirada, podía escuchar su corazón lleno de lujuria, y como no estarlo si escribí tal carta, como si fuera actriz porno.

Historias de CamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora