Delirio en París

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Abrochen sus cinturones

Me despertó la azafata, de inmediato me prepare. Sentía que había dormido con la boca abierta, que vergüenza. Esperaba que no se me hubiera salido la saliva.

___¿Descansaste?___ pregunto Danka.

___Si gracias, que pena espero no haya dormido con la boca abierta, la verdad me sentía bastante cansada___

___Tranquila, cada vez que la abrías yo me apresuraba a cerrarla, no tienes de que preocuparte___ dijo riéndose.

___Jaja___ reí para acompañarlo y no parecer grosera, pero lo cierto era que moría de vergüenza.

Estaba aliviada de llegar pronto a tierra, pero me daba pena no volver a ver a Danka. Cuando el avión aterrizo él se despidió de mí, con un sorpresivo beso en la mejilla. Me dio su tarjeta por si llegara a necesitar algo, si quería un guía turístico. Que feliz me hizo. Lo que quería el sapo, que lo echaran al agua. Le di las gracias muy delicadamente, al llegar a la sala de pasajeros me esperaba el chofer de la compañía para llevarme al hotel.

Camino al hotel la vista era maravillosa, interminables autopistas, edificios antiguos, los restaurantes. Me sentía embriagada de tanta belleza. Y para completar mi feroz entusiasmo, a lo lejos logre ver la imponente torre Eiffel. Dios cuan majestuosa era, a pesar de estar bastante lejos su inmenso tamaño la hacía parecer cercana.

Llegamos a los históricos Campos Elíseos, la vista era alucinante. La belleza de los arboles metódicamente sembrados daban al lugar un aspecto paradisiaco. Nos adentramos en la avenida, hileras de tiendas, restaurantes y todo tipo de ventas se alojaban a lo largo de la calle. El chofer se detuvo frente a un lujoso edificio al final de la Plaza Concordia.

___Hemos llegado Señorita___ dijo amablemente. Aquel sitio me enamoro a primera vista. El mobiliario y la decoración europea me cautivo.

___ Me retiro Señorita, mañana pasare por usted a las 9:00 de la mañana, le dejo mi número de teléfono por si necesita algo más__ me dijo el chofer entregándome el juego de llaves del apartamento. Apenas cerró la puerta me quite los zapatos, la ropa me arroje a la enorme y comodísima cama king size del cuarto en la segunda planta. No podía creer todo lo que estaba viviendo. Me sentía como cenicienta versión extrema. Después de procesar todo lo visto, me levante y busque una bata de baño. Pero cuando me disponía a tomar una necesaria ducha. La vista del balcón me hechizo. Desde allí podía mirar la gran cantidad de personas de caminaban de un lado al otro. Sentí deseos de salir a conocer por mi cuenta los alrededores. Aún era temprano así que no iba a quedarme aburrida. Me bañe rápidamente. Me puse un jeans, camisa, abrigo y guarde los guantes en el bolsillo no sentía tanto frio. Sujete mi cabello y me lance a la aventura.

El apartamento estaba bastante cerca de la plaza de la Concorde. Mirando aquella imagen pasaba por mi cabeza las miles de ejecuciones que habían tenido lugar en esa plaza, definitivamente Paris era un lugar lleno de historia y un cálido casi sobrenatural romance. Continúe caminando hasta llegar al centro de la plaza. Allí estaba el Obelisco de Tuxor. Regalo ofrecido por un antiguo gobernador egipcio a Francia. Me impresionaba y al mismo tiempo no podía dejar de sentir tristeza por los miles de esclavos, que llevaron la ardua tarea de construirlo. Tanta melancolía me produjo hambre. Camine hasta llegar a un pequeño pero pintoresco restaurante. Me senté en una de las mesas exteriores. El mesero llego con el menú, la verdad no sabía ni que ordenar. Le hable en ingles con la esperanza de ser entendida, para mi suerte así fue. Al final de la explicación del menú, termine ordenando una hamburguesa con extra queso y papas fritas, nada saludable pero llenaba mi pancita. Mientras devoraba lo que para mí sería la cena, vi llegar un hermoso Bentley. Así que permanecí mirando a ver quién era el o la dueña de semejante lujo. Para mi sorpresa era el mismo galán que me acompaño durante el largo viaje. Por un segundo mi cerebro perdió la conexión entre masticar, tragar y respirar. Por poco me ahogo. Empecé a toser como una gran tonta. Pensé que iba a morir asfixiada. Tanto fue así que mi bochornoso escándalo por falta de aire fue escuchado por Danka que al voltear hacia donde provenían los alaridos me reconocieron y corrió en mi auxilio. Se paró detrás de mi y poniendo sus brazos alrededor de mi cintura, me dio un gran apretón logrando que expulsara el pedazo de carne que tenía atorado.

Historias de CamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora