Entre la Espada y la Pared

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París cada día me enamoraba mas. La cultura, el romance que impera en cada esquina. Definitivamente es una ciudad adictiva. Mi trabajo no podía ser mejor. Bonos, comisiones, viajes. En tres meses de trabajar ya había viajado a varios países de Europa y Asia. En todos los viajes mi acompañante era Danka. Podría decirse que habíamos tenido sexo hasta el cansancio. En otros viajes nos acompañaba Marcela. Al principio A Danka y a mi nos costaba disimular, pero con el tiempo nadie podría decir que eramos amantes. Marcela no perdía oportunidad para llevarme nuevamente a la cama. Me visitaba en mi apartamento en altas horas de la noche, sensualmente vestida. Mandaba mensajes triple xxx. Me daba regalos, desde collares, anillos, caros  bolsos y ni que decir de los vestidos. Al principio se los devolvía, no quería darle ilusiones. Pero era en vano ella los enviaba devuelta. Así que decidí dejarla no sin antes aclararle que no quería sus regalos. No podía negar que en algunas ocasiones la tentación por caer en sus brazos parecía vencer. Pero rápidamente dirigía mi morbo hacia Danka  el cual sabia como alegrar mi cuerpo.

La compañía decidió abrir operaciones en Brasil, así que viajamos los tres. Nos hospedamos en el mismo hotel, lo cual fue un gran error. Los primeros días de nuestra estancia en Brasil ,fueron sumamente agotadores. Desde largas reuniones con los accionista. Medios publicitarios y demás papeleos con el gobierno. Afortunadamente el sacrificio tuvo un buen resultado. Llego la noche de celebrar nuestro éxito. Nos dirigimos a la discoteca del Hotel. La cual brindaba una música muy alegre y porque no decirlo caliente. Rápidamente nos pusimos a tono. Danka me sorprendió con sus dotes de bailarín. Bailaba con Marcela y conmigo a la vez. La verdad era muy divertido. Pronto los tragos y el ritmo de la samba y la batucada surtieron efecto. Danka empezó a ponerse cariñoso. Pero no solo conmigo Marcela también estaba en su camino. Yo era la que estaba mas cuerda, nunca he sido de beber como loca. Lo que me sorprendió fue ver que a Marcela no parecía molestarle los coqueteos y toqueteo de Danka. Sin darme cuenta nos  convertido en un emparedado lujurioso conmigo en el centro. Marcela me tocaba y acarciaba sin importarle que Danka la viera. Lo cierto era que Danka disfrutaba la escena.

Después de un rato de encontrarme en esta incomoda situación decidí retirarme a mi habitación. Me despedí de ellos disimulando mi molestia, la cual se agravó al ver que a ninguno de los dos pareció importarle mi retirada. Ya en mi suite me dispuse a relajarme en la bañera con una buena copa de vino. Deseaba olvidar el trió formado anteriormente. Aunque no podía negarme que en ciertos momentos me sentí excitada, igual no estaba preparada para lo que mi sexto sentido veía venir.

Al terminar me puse mis pijamas y a dormir. Cuando estaba a punto de caer en los brazos de morfeo escuche el timbre de la puerta. Pensé era el camarero o alguien de servicio al cuarto. Recordé que al llegar pedí un te de manzanilla para antes de dormir, el cual nunca llego. Con mucha dificultad logre levantarme de la cama. Barbara seria mi sorpresa al ver parados frente a mi a la duplada erótica Danka y Marcela. Pero que demonios querían. En el fondo yo sabia lo que buscaban pero no quería aceptar que estuviesen tan locos para eso. Sin darme tiempo a cerra la puerta en sus caras entraron a empujones.

____ Les voy a pedir el favor de retirarse, la verdad no deseo ver a ninguno de los dos___ les dije con un tono de voz fuerte y decidida. Ni yo me la creía.

___A que le temes___ dijo Danka. Acaso te asusta lo que sabes va a pasar aquí. Tienes miedo de querer mas. O tus tabúes de pueblerina colman tu mente.

___Al dejarnos solos tuvimos la oportunidad de conversar sobre ti___ añadió Marcela. Nos enteramos que los dos nos acostamos contigo. También llegamos a la conclusión de que ambos estamos enamorados de ti y ninguno de los dos pretende renunciar a ti.

Escuchar a Marcela decir semejantes locuras, me perturbo. Miraba el rostro de Danka, el cual parecía estar de acuerdo con todo lo dicho por la jefa. Me sentía en total estado de shock. La vergüenza era enorme, nunca quise que el hombre de mis sueños se enterara de mi desliz lésbico con la Jefa.

Historias de CamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora