Océano.

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He vivido
en ese eterno cosquilleo
que se balancea en un génesis
irreconocible
de placer
o de una tristeza tan basta
como el mismísimo infinito
que me besabas,
y me transportabas
a un punto crítico,
nómada,
y suspensivo
de locura
cada que tus dientes reclamaban mis muslos
con ese frenesí tan tuyo.

Y es que es
en estas noches calurosas
que el pretérito
me alcanza,
me desarma,
me deja extasiada
y erizada
y aun así mi alma llora
porque por más que recite tu nombre
como una plegaria inequívoca;
no estás ahí.

Mira, es que yo te entiendo
eras joven,
y yo con mi anciana alma
te rogaba que me dieras más
de aquello que estabas dispuesta a dar
que yo comprendo,
que no puedes forzar el sentimiento
pero es que eras como el océano
y yo tenía tantas ganas de sentirte.

Yo me frustro,
ya no bailó con el viento
porque me he quedado
observando la puerta a ver si así
apresuro tu regreso.

Ya no canto nuestras canciones favoritas
porque he preferido hacer silencio
por si el teléfono suena
y eres tú,

Ya no escribo,
porque mi mente se bloqueó
en el momento en que se susurraste
"—ya no te amo—" y por eso antes de que la luz
de la vela se apague
te escribo estos versos
que nacieron en el miocardio
de una loca asonante
que te amaba.

Tres Maneras De Explicarte El Desastre. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora