Dos

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Leight

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Leight

—¡Morimos de hambre!— Leight gruñó al entrar al hogar con sus hermanos detrás de él.

Damián salió a recibirlos, pidiendo ser alzado en brazos y estar a la altura de ellos. Stan botó su mochila en el corredor, dándole una seña a su amigo que hiciera lo mismo.

—Pequeña piraña— Leight sacudió la mano donde su pequeño hermano lo mordió.

—Vaya, tu hermano es más grande de lo que recuerdo— Zack pellizco la mejilla regordeta del niño. —¿Por que me perdí el crecimiento de mi pequeño amigo? Deberían invitarme más seguido a su casa chicos.

Chris cerró la puerta, mirando seriamente al chico.

—¿Para que queremos tenerte aquí seguido y verte babear por nuestro padre?

Zack se hizo el ofendido. —Yo no babeo por Liam.

—Chicos— la voz de Liam se escuchó detrás de ellos, sonriendo cariñoso como todos los días hacia al ver a sus hijos entrar sanos y salvos a casa.

—¡Señor Liam!— el chico empujó a los hermanos de su camino, abrazó al hombre de cabello castaño y aspiró el aroma hogareño. —Usted siempre huele delicioso— gimoteo.

—Gracias— el castaño revolvió el cabello teñido, ajeno a las intenciones amorosas del joven. —¿Te quedarás a cenar?

—Si— confirmó.

—No— negaron inmediatamente los Malik. —Él se nos pegó porque no quería caminar, así que ya se va.

—No sean así— regaño Liam. —La cena esta lista de todas maneras, así que vayan a lavarse las manos.

Zack hizo un gesto de victoria a sus tres amigos, se alejó dolorosamente de Liam y siguió el camino al baño.

Zack era amigo de Chris, Leight y Stan, desde la infancia. Eran vecinos hasta que la familia del chico tuvieron que mudarse e irse solo por un par de años, sin embargo regresaron y consiguieron una casa a tres calles más. Los cuatro no tenían tiempo ni resistencia para separarse y hacer de la suyas, como destrozar el patio del señor Frank o mojar el gato de una ancianita a la vuelta de la esquina.

Han asistido a la misma escuela e ingresado a los mismos deportes escolares, una amistad que los lleva hasta el cubículo del baño y no tenían planeado separase hasta que alguno tuviera la necesidad de hacer su vida independiente. Liam le agradaba el chico, siempre en verano se ofrecía a cortar el césped, lavar el coche de Zayn los fines de semana, limpiar los muebles altos donde el castaño no podría alcanzar y en una ocasión se ofrecio a cuidar Damián cuando era más pequeño.

Al principio Zayn no tenía problema con el niño, luego tenía algo de disgusto cuando creció y entró a su etapa hormonal y parecía tener apego a su marido. No tuvo más que decirle que parara sus fantasías precozes.

La Lección de ZaynDonde viven las historias. Descúbrelo ahora