Capítulo 4: Chispazo.

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Una vez que el desayuno concluyó, el zorro se disponía a levantar la mesa para llevarse los platos, "creo que es lo que debería hacer", pensó el joven al ver los platos vacíos.

Tails apiló la vajilla con cuidado para llevarse la mayor cantidad posible en un solo viaje, cuando Rouge lo detuvo por segunda vez en ese día. La preciosa joven se levantó de su asiento y cubrió a Tails con su presencia, rodeándolo con sus brazos.

—Muy buen desayuno zorrito, te ganaste un premio— dijo la murciélago relamiendo sus labios.

Rouge miraba a Tails con una expresión coqueta, llena de curiosidad y jugueteo, de nueva cuenta acercó su cuerpo al del pequeño zorro, tanto como pudo, y colocándose frente a él, impidió su escape. La bella dama mantenía el contacto visual con el muchacho dejándole sentir a este un escalofrió que recorrió cada pulgada de su cuerpo. Cada pelo de Tails se encrespo mientras Rouge se acercaba lentamente a su rostro. La murciélago estaba entrecerrando sus ojos dejando verle al joven nuevamente esas largas pestañas. Una inmensurable cantidad de nerviosismo estaba enrojeciendo al zorro, igual que si una brutal fiebre lo consumiera. La traviesa doncella detuvo su acercamiento tan súbitamente como lo inició, dándole al zorro un instante de relajación y compostura viendo que el avance de Rouge se suspendió, más veloz como el rayo, la coqueta caza recompensas aprovechó que el muchacho bajó la guardia para darle un súbito e inesperado beso. El suave roce con los carnosos labios de Rouge fue el preludio que dejó a Tails reconocer su aliento, saboreando su respiración a cada instante que pasaba.

Quemando la cordura del zorro, el delicado beso empezó a subir de tono rápidamente, Tails no podía seguir el ritmo de la joven, dejándose llevar por la batuta de la murciélago, su frágil juicio era una canoa navegando en aguas violentas. La sensación de los colmillos de Rouge sobre los débiles labios de Tails fue suficiente para abrir aquella cerrada bóveda que era la boca del muchacho. La experiencia de la cautivadora murciélago se hizo presente con una danza de voluntades que el muchacho solo podía saborear, alentado a Tails a que tratara de imitar lo que Rouge, con tal gracia, hacía.

La desbocada oleada de satisfacción obligó al zorro a dejase consumir por el gozo mientras Rouge jugaba a su gusto con él, sin lugar a dudas, la joven dominaba al muchacho, era una depredadora saciándose con su indefensa y temblorosa presa.

El beso duró varios segundos que parecieron eternidades encadenadas, dejando completamente sin aliento al zorro amarillo. La elegancia que Rouge ponía en el beso dejó en blanco al inexperto joven.

Cuando el beso terminó, Tails estaba completamente sonrojado, sin poder mantenerse en pie solo mirando fijamente a los ojos de Rouge, quien sonriendo le dio un guiño y se dirigió a su habitación. El muchacho permaneció temblando en el comedor, jadeando un poco por falta de aire, pero extasiado. Tails jamás había experimentado nada igual y Rouge lo había notado por su reacción. La apasionada dama dejo al muchacho sediento del néctar que no había probado antes.

—Creo que me pase un poco con el zorrito, pero aprenderá eventualmente —se dijo a sí misma la murciélago.

Rouge se sentó en la orilla de su cama, pensando en qué podría hacer con el zorrito de ahora en adelante, teniendo en mente varias ideas que paulatinamente dibujaron una coqueta sonrisa.

Mientras Rouge pensaba a solas, el zorro limpiaba la mesa tan bien como podía, sus piernas temblaban sin fuerza aun, su corazón latía rápido y su boca no podía parar de saborear la esencia de Rouge.

—Ese beso fue... fue...— Tails no conciliaba en su conciencia ningún pensamiento concreto, aunque de poco en poco algo estaba surgiendo de su perdido razonamiento. "Quiero... quiero ser más importante para ella", pensó con una sonrisa sonrosada el muchacho.

Memoria del corazón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora