Capítulo 12: Emboscada.

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—Bien Miles, llegamos a casa dulzura —dijo entusiasmada la murciélago, abriendo la puerta del edificio, notando que por alguna razón había cosas tiradas en la puerta.

—S-si —asintió el zorro, algo atontado, sentía extraño al escuchar su nombre, más le gustaba mucho escucharlo, su corazón se estremecía, empezaba a tomarle el gusto.

—¡Cierto!, casi lo olvido —dijo con sorpresa la doncella —Cierra los ojos mi pequeño Miles.

Rouge ordenó suavemente al muchacho a cerrar sus ojos mientras se acercaba a él. Tails acató la orden con cierta timidez, cerró sus parpados frente a Rouge con un ligero vaivén de sus colas. La joven quitó las bolsas y cajas de manos del zorro y las metió en el edificio para que no les estorbaran. Tails no entendía que pasaba, pero le latía el corazón rápido, se sentía nervioso y ansioso por saber el porqué de que Rouge le pidiera eso.

Mientras el zorro tenía los ojos cerrados, Rouge le quitaba un listón a una caja color plateada, aquella que estuvo en su mano todo el camino; el paquete era un estuche metálico, que tenía grabado el logo de una marca reconocida deportiva. Dentro de la carcasa plateada, descansando en un satinado forro color rojo, había unos goggles deportivos para la presión de aire, eran grandes y del mismo color que su estuche.

Rouge dejó caer la caja sin importarle lo costosa que esta pareciese. "No la necesitará si los usa siempre", pensó la doncella solo mirando al joven zorro que, algo exaltado por el fuerte sonido metálico, trató de mirar lo que sucedía.

—No, no. No vale que abras los ojos cariño, hasta que yo diga —Susurró la murciélago a la oreja del muchacho, el muchacho permaneció con los ojos cerrados, aunque curioso por el sonido que había escuchado.

Devenido por el estruendo de abajo, Amy se asomó por la orilla del tejado, alertada por un leve sonido de impacto. La erizó bajó su mirada y vio a Rouge junto a Tails, parados en la entrada del edificio. El rostro de la rosada erizo se petrificó, cayó casi en shock por haber encontrado al zorro, pero más por encontrarlo junto a su rival, Rouge. Amy no podía apartar la mirada y alertar a sus compañeros para actuar, se había quedado congelada por lo que estaba viendo.

A medida que una lucha interna se disputaba en la erizo, Rouge por su parte acariciaba las orejas de Tails sin soltar los googles, estiró el elástico y los colocó en la cabeza del zorro suavemente. El joven quiso abrir sus ojos por la sorpresa, pero antes que él pudiera hacer algo, pudo sentir como las manos de la doncella se dirigieron a su nuca, para después desplazarse lentamente a sus mejillas.

Tails se puso nervioso al instante, más continuó con su vista cerrada tratando de regular su timidez. Rouge acercó al muchacho, subiendo el ángulo de su cabeza e inclinándose ella misma un poco por su diferencia de estatura.

La doncella acortó tanto como pudo la distancia entre ambos, moviéndose suavemente hasta que sus labios quedaron solo a centímetros de los del zorro, permitiéndole a este sentir como su tenue respiración rozaba su nariz.

—Prepárate —advirtió la atrayente murciélago, cerrando también sus ojos, anulando toda distancia entre el joven y ella.

La sinfonía de sensaciones que se desataron en el zorro desbordaron en su corazón acelerándose rápidamente, una vez más Rouge dominaba a Tails haciendo toda clase de movimientos dentro de aquel profundo beso, llevando la voz cantante en aquel baile que dejaba al zorro atónito, volviéndolo adicto al dulce sabor de la ambrosia de su boca, volviéndolo fanático a las caricias que los colmillos de la joven le daba, enloqueciéndolo con el tacto de sus cuerpos. Pero la seductora murciélago estaba actuando algo distinto en ese beso, era enérgica pero tierna a la vez. La lentitud con la que la doncella se movía extasiaba al muchacho, generando oleadas de gozo que erizaban su pelaje en consecutivas ocasiones, cada acción que la murciélago realizaba era taimada y duradera, guiándolo, llevándolo a un nuevo tipo de gozo, Rouge le estaba enseñando a Tails, la depredadora le daba una lección de caza a su presa, tan brutal como delicada.

Memoria del corazón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora