CAPÍTULO CUARENTA Y SEIS

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RASHID

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RASHID

El dolor, la rabia y la ira me están matando.
La impotencia que siento es como una puñalada directo al pecho, y la angustia oprimiéndome hasta las ideas no me deja respirar con normalidad.

La vi irse... De nuevo.

A la distancia, su espalda se mezcló con la multitud y no importó cuánto gritara su nombre, porque la gitana no volteó la cabeza en ningún momento. 

¿La perdí? ¿Acaso su frialdad para hablarme y su manera de ignorarme es un indicador de que me va a dejar?

No soporto siquiera suponer que Nicci me va a dejar. La tengo metida en mi piel y no tolero la idea de una vida en la que ella no forme parte.

Amo tanto a esa endemoniada mujer que por amarla así, otra vez la cagué a lo grande. Y fue tan inmenso mi error que el miedo a perderla me carcome, me vuelve loco, me está sacando de quicio.

Soy un idiota. Soy un jodido idiota.

¡¿Porqué no le dije la verdad cuándo me lo preguntó?!
¡¿Porqué por querer cuidarla siempre termino lastimándola?!
¡¿Porqué no le obligué a que me escuchara?!
A que cerrara su preciosa boca unos segundos simplemente para aliviar su pena, eliminar su incertidumbre y borrar de una vez por todas la desconfianza de su cara, con la justificación más absurda; con la explicación más tonta del mundo: que Marina está completamente desequilibrada. Que yo he hecho hasta lo imposible para alejarla de ella y evitarle los malos ratos. Que como se lo conté una vez en Riad, tuvimos sexo apenas puse un pie en Italia y tras saber que era la prometida de mi mejor amigo lo que menos quise fue permanecer cerca de los Fioremontti.

Debí repetirle que sí he estado con otras mujeres a lo largo de éstos años. Que sí tuve mis deslices y mis aventuras pasajeras pero que eso cambió radicalmente, el día que volé a Arabia con mi pequeña de cabellos negros tirada en los asientos, largando insultos y burlándose de mí.
Desde ese día y precisamente desde hace ocho meses, para mi piel sólo ha existido Nicci Leombardi; porque para mi corazón y mi cerebro ha sido ella desde siempre.

No quiero caerle pesado ni resultarle empalagoso, pero me reprocho el no decirle absolutamente todo lo que siento cuándo la veo. Que su presencia llenó de luz cada rincón de mi mansión en Riad, que la respeto como si de una diosa se tratara, que nunca dejará de ser el centro de mi mundo y que amándola como la amo, ni siquiera se me cruzó por la cabeza buscar en Marina lo que ella no estaba dispuesta a darme.
Que fueron tres meses en Arabia Saudí dónde me escapaba para desahogarme y encontrar en Kerem, un consejo, apoyo, alguien que escuchara mis culpas, mis remordimientos, mis sentimientos, mi soledad, mis enojos y mis preocupaciones.

Ésta es la verdad que exigía la gitana.

Que Marina Fioremontti está obsesionada conmigo y con mucha zaña y veneno le contó una historia que es mentira; una gran mentira.
Lamentablemente, si tenía que verle la cara no era por placer sino por mera obligación. Cada miércoles y viernes, visitaba su casa, sí, pero para hablar con mi amigo y abogado, tomar uno, dos o tres vasos de whisky y descargar mi frustración, temor y rabia, nada más.

Al Mejor Postor © (FETICHES I) ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora