¡NamJoon! ¡Ven aquí! ¡Lleva esto! ¡Haz tu maldito trabajo!
NamJoon obedecía a todo sin rechistar, llevaba grandes y pesados costales de mercadería textil de un lado a otro, entre cualquier otro bulto que se necesitase mover de lugar, a veces sintiendo el cansancio sobre sus hombros, a veces al punto de desfallecer por las horas, el sol que irradiaba en el verano y el sobreesfuerzo que imponía sobre su cuerpo, pero necesitaba la paga, necesitaba algo que llevar a la mesa tanto para desayuno, almuerzo y cena, y no para él, claro que no, si no tres personas en la vida del moreno que valían oro, que le habían dado sentido y esperanza para seguir.
Por fin había acabado, por fin podía ir a casa, por fin podría descansar. Recibió la paga diaria y se marchó sin más, ofreciendo un gentil gracias a la misma persona que se encargaba de mandonearle y tratarle de la peor manera todos los días. Pero el corazón de NamJoon era muy bueno para guardar rencor en él.
Arrastraba las gastadas suelas de sus botas por el camino de la triste calle por la que pasaba todos los días para llegar a casa, cada vez haciéndose más oscuro, sucio y penoso ante los ojos de cualquier persona. Ahí, en lo más recóndito, vivía Kim NamJoon, en una ex casa inhabitada a medio construir ahora con el tiempo ambientada para que una humilde familia pudiese vivir... O sobrevivir.
A penas ingresó a la vivienda, caminó hacia su habitación, un espacio que había sido dividido por una delgada cortina que solía ser blanca, pero que ahora tenia un color grisáceo por la antigüedad. A penas vió la cama se lanzó a ella boca bajo, importándole poco si se desbarataba en ese momento, aunque no lo hizo esta vez. Soltó un pesado suspiro, estaba muy cansado, ¿y cómo no? Si su día había sido una mierda y ya comenzaba a acostumbrarse a ello. Solo quería dormir, dormir y seguir durmiendo, recuperar todas esas energías que le hacían ver mejor, sin ojeras, sin años de más, sin cansancio. Y así lo hizo, en menos de un minuto el moreno cayó en un profundo sueño, deseando no despertar hasta el día siguiente.
. . .
¡Papá! ¡Despierta! ¡Ya llegamos! Por favor papá, tenemos hambre...
Los ojos ardientes y rojos de NamJoon se abrieron, visualizando borrosamente la silueta de un niño pelinegro, de mejillas regordetas y labios carnosos.
—¡Ah! Jiminnie, no despiertes a papá, ¿no ves que estaba descansando?
Otro menor hizo aparición frente a NamJoon, uno de piel clara, dientes ligeramente sobresalidos, alto y delgado.
—¡Pero tengo hambre, Kookie!.—Lloriqueó el primero.—
—¡Shh!.—Calló JungKook poniendo su dedo índice frente a sus labios y frunciendo el ceño hacia Jimin.—
NamJoon estaba desperezándose y reía con cada cosa que escuchaba por parte de los menores, poniéndose de pie para limpiar su overol o uniforme de trabajo, ya que se había quedado dormido con éste puesto.
—Tranquilos, ya voy a comprar algo para comer.
—¿No cocinarás?.—Cuestionó el pequeño JungKook, siendo mirado con pánico por Jimin.—
—No, veo que tienen mucha hambre así que compraré algo. ¿Hace cuanto llegaron?
—Como hace veinte minutos.—Habló Kook, dejando a un lado a Jimin para que fuese a jugar.—
—Vale... Gracias por hacerte cargo, Kookie, estoy muy orgulloso de ti.
NamJoon acercó la diestra hacia los cabellos del menor, revoloteándolos un poco.
JungKook era el menor de los tres, sin embargo era también el que más habia sufrido y al que encontró dentro de un bote de basura buscando algo que comer. Con tan solo seis años de edad, JungKook había conocido lo que era pasar hambre, frío y todo tipo de necesidades, por eso y más, era un niño muy valiente.Hizo a un lado la cortina para encontrarse con la imagen de dos niños jugando algo con un par de piedras y ramas que habían traído de a fuera, al igual que uno que otro juguete que en ocasiones NamJoon se encargaba de traerles cuando alguno venía con la novedad de un nuevo juguete que sus compañeros habían adquirido por sus padres.
Ese alguien solía ser Jimin, pues antes de llegar con NamJoon solía tenerlo todo, una casa estable, una familia que fingía quererlo comprándole de todo, maravillandolo con cualquier novedad. Sin embargo, Jimin era abusado física y psicológicamente cada vez que podía por ambos padres, ambos le mandaban a hacer todas las tareas habidas y por haber del hogar, no le permitían salir de casa, ni siquiera para ir a la escuela, le humillaban llamándole gordo y a pesar de eso siempre le traían cualquier comida grasosa o dulces para que comiera más y más, violentaban su cuerpo con golpes cuando hacia algo mal y lo encerraban en una habitación oscura cada vez que decía o mencionaba la escuela, luego tratando de recompensar el daño hecho con más comida y más juguetes. Hasta que un día Jimin se hartó, tomó la voluntad de salir de casa y sin más, dirigirse hacia donde le deparaba el destino y sin duda así fue. NamJoon rescató a Jimin esa noche, cuando éste estuvo a punto de ser arrollado por un auto conducido por un hombre alcoholizado al cruzar una pista a media noche. Protegiéndole del impacto entre sus brazos y saltando hacia el otro lado de la acera. Los ojos llorosos de Jimin y la manera en que se aferró a los hombros de NamJoon, le transmitieron todo el miedo que sentía su ser en ese momento, miedo no solo de haber podido morir en ese momento a tan corta edad y de esa horrorosa manera, si no miedo de volver ahí, a ese infierno. Y claro que no, NamJoon no dejaría que eso sucediera.
. . .
NamJoon estaba a punto de salir de casa en busca de comida para sus pequeños, cuando de pronto la vieja puerta rechinó al ser abierta, dejando ver una silueta femenina que el moreno conocía muy bien...
empezando esta nueva historia, espero les guste. ❤

ESTÁS LEYENDO
an angel // (nj)
Hayran KurguNamJoon es un hombre que vive con lo poco que tiene, pero la vida le dió la oportunidad de cuidar de tres niños. Sin embargo, no contaba con la ayuda de Kim SeokJin, un chico que le abrirá las puertas de un mejor futuro.