Polizonte

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La felicidad llegó a mí cómo llega la primavera, tan esperada, con colores y aromas; hipnotizantes, con diversos sueños.

Sin invitación formal abordaste, sin permiso, cómo la marea que cambia sin dar aviso. La brújula guía al norte y no eres el puerto antes de llegar a destino, simplemente eres polizonte, al tanto me encuentro del polizonte y aun cuando pensé en sacarle de mi barco, me cuestione si era necesario, ya fuese por misericordia, curiosidad o simple casualidad, permití al polizonte permanecer en la expedición.

El sol se puso y la noche nos dio la luna, para alumbrar a estos marineros, podía observar al polizonte admirar la luna, recostando su cabeza sobre el barandal y cerrando los ojos en pequeños momentos. Al observar más, me interesaba mucho más, que tenía este polizonte que me inspiraba interés, siendo benévolo al no bajarle de mi barco.

Sería más sencillo tirarlo por la borda y no pensar ni un minuto más en eso, pues los capitanes tenemos asuntos, asuntos que priorizan atención.

Este barco no es cualquier barco, pues más que un barco es mi vida, tal cual como yo, es un barco grande; no es el más grande, pero es grande, en colores sobrios y con espacio para albergar mucha tripulación. Este barco es magnífico, surca el mar como ninguno y logra compaginarse con el capitán, no hay navío más imponente y acogedor, pero el barco tiene un problema, su único problema es su capitán. Pues este capitán se ha enamorado de ese polizonte y el polizonte del navío.

Cartas al pensadorWhere stories live. Discover now