De un Edificio a Otro

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Vivir en el Centro tiene sus ventajas, fuimos a un concierto en el Zócalo, a una Ópera de Mozart y a una autonombrada "Ópera Multimedia Contemporánea", a la que no hubiera ido yo, sólo por pensar en que eran eventos nocturnos. Pero todos estaban cerca de casa, no había nada que perder...

Un día, antes de llegar a casa, él fue asaltado. Se metieron con él y lo llevaron hasta el cuarto en que dormíamos y se llevaron algunas cosas. Afortunadamente, fuera de eso, a él no le pasó nada. Yo no estaba ese día, estaba en casa de mis papás cuando todo eso pasó...

Reportamos el incidente con el administrador del edificio y además de la inseguridad que sentíamos al seguir viviendo ahí, la economía no nos daba para gastar tanto en renta... Él apenas tenía dinero para pagar sus deudas y yo nunca había tenido deudas grandes, pero tampoco mucho dinero. Lo que podía ganar lo usaba para transportarme y comprar algo de despensa.

Después de mucho buscar, llegamos a los edificios de Teopanzolco. Rentamos un departamento completamente vacío. Sólo había una mesa y un par de sillas y una maceta enorme. Por lo demás, estábamos solos. El departamento que escogimos estaba bien. Era el último piso del edificio, creo que sólo eran 4 pisos, pero de todos modos la mudanza fue una odisea.

Él siguió cargando con toda su ropa y sus tiliches. Una de sus amigas, "La Rata", pasaría por nosotros para llevarnos las cosas en su camioneta... pero llegado el día, nunca contestó el teléfono... Afortunadamente, mi hermano mayor andaba en el coche con su novia, cerca del centro y le pedí que nos ayudara y así pasó.

Ahí vamos recorriendo los pisos y las escaleras, subiendo las cosas y dejándolas a la entrada. Estando todo vacío, escogimos un cuarto para nosotros y el otro habíamos de rentarlo. La primera noche, sólo pusimos las cobijas en el suelo y nos acurrucamos. Yo estaba cansado física y emocionalmente. Mi hermano no me hizo muchas caras, pero me pareció que la situación le incomodó y subir todas las cosas fue un poco pesado.

Él no pudo dormir bien esa noche, de hecho, le dolía la espalda, así que cuando salió al día siguiente (un lunes) del trabajo, pasamos al super, a comprar algunas cosas para la casa. Me sentí soñado. Me sentía sí, como una señora, me encantó estar de compras con mi chico, buscando lo que nos era más indispensable para la casa. Sin dinero, pero con su tarjeta de crédito.

El colchón era lo más indispensable, pero él no podía evitar hurgar en los pasillos y estar buscando algo más que pudiéramos llevarnos.

De vuelta en casa, él se puso a organizar sus cosas y yo... a morir de ansiedad, de cómo íbamos a pagar todo eso, de cómo íbamos a hacer para seguir viviendo ahí, cómo pagar la renta, preguntándome si me iban a dar el trabajo que pedí, etc...

Él desempacó muy rápido y puso sus cosas en orden. Yo tardé por lo menos 4 meses en terminar de desempacar. No eran muchas cosas, pero no sabía cómo habitar una casa. Él estaba como pez en el agua. ¡Su forma tan irreverente y tan despreocupada de ser me encantaba! Recuerdo mirarlo más de una vez con algo de envidia, por esa sencillez con que veía las cosas y el futuro, mientras yo me deshacía de los nervios que sentía.

Una nueva parte de nuestras vidas estaba justo por comenzar...

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