Dulce Noviembre

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Hacia finales del mes de octubre, él llegó muy contento a su clase de violín y me ofreció una dona que yo tomé con desconfianza, pensando que no me iba a comprar tan fácilmente, pero él sólo dijo, sin darle mayor importancia, que había pasado de camino a la clase a comprar donas para los dos, pero que la suya la comió en el camino. No puedo evitarlo, las donas me gustan mucho y esta estaba decorada con motivos de Halloween y la carita que él puso al hacer el ofrecimiento me enterneció demasiado. Así que comí la dona, sin pensar más en si tendría toloache, agua de calzón o solo era una dona común y corriente.

Unos días después me invitó a una fiesta de disfraces con sus amigos en la Ciudad de México. A mí no me gusta esa ciudad, ni soy mucho de fiesta, ni sabría de qué disfrazarme... Pero quería conocerlo a él en su ambiente. Nos fuimos juntos y en el autobús, él y yo íbamos muy acurrucados y tranquilos. Al llegar a la fiesta para preparar los disfraces, vi su ambiente médico. 

TODOS, hombres y mujeres, traían pastillas para cualquier cosa entre sus pertenencias y las estaban intercambiando. Yo no soy fan de los medicamentos, pero quería seguir a su lado. Me ayudó a pintarme la cara y aunque la fiesta fue principalmente para embriagarse, yo lo pasé bien. No soy muy hablador, pero él estaba pendiente de mí y de que yo estuviera bien y se estaba moderando incluso con la bebida. Cuando ya era más noche y había mucho alcohol en las venas, le dije que quería dormir y se acostó conmigo. Nos dejaron un cuarto pequeño que servía como oficina y aunque estuvimos en el suelo, estuvimos juntos y solos, con la incertidumbre de si era correcto tener relaciones o no... 

Al día siguiente, seguía la fiesta en otro lado y sus amigos dijeron que la fiesta había estado muy tranquila. Como yo no compartía esa visión, dije que yo regresaba a mi pueblo, ante su insistencia de que lo acompañara. Después, él me contaría que la otra fiesta sí estuvo mucho más intensa en sustancias y acciones. Yo sólo le dije que me gustaba estar con él y que si él quería hacer esas cosas, que las hiciera, yo no tendría por qué detenerlo, pero que yo no estaba dispuesto a quedarme ahí viendo cómo se apendejaba con esas sustancias...

Llegó el mes de Noviembre... Él me invitó a su festejo cumpleañero familiar a principios de mes. Estábamos reunidos a la mesa su familia y yo. Yo me sentía demasiado incómodo, siempre he dicho que no es mi "hit" conocer a "familiares ajenos", de cualquier modo, me parece que su familia me recibió de muy buena manera. Él se veía un poco avergonzado, esa impresión me daba. Sobre todo cuando su familia cantó la versión Cristiana de las mañanitas. En ese momento él se veía un poco incluso enojado, pero a mí me pareció un detalle súper lindo, a pesar de que no soy cristiano ni fanático religioso.  A mí me pareció que su familia cantó con mucho cariño.

Estábamos platicando de todo y de nada. Yo me sentía más en confianza porque me parecía que la familia, aunque no estuviera muy feliz con mi presencia, tampoco se portaban groseros y estaban en un real festejo por su cumpleaños. En las pláticas estábamos cuando él sacó una pluma rosa y arrancó un diminuto pedazo de servilleta, en el que dibujó un corazón y me lo pasó.  Me gustó el detalle porque en presencia de su familia, nos habíamos contenido para abrazarnos o acariciarnos, así que él emprendió un acto de cariño en esas circunstancias. Yo me sonrojé.

Después del poco tiempo que habíamos pasado saliendo y las miles de ideas que habían circulado en mi cabeza, la relación se sentía más fluida y estable. 

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