Capítulo 2

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Sungmin estaba frente a la pizarra, intentando llevar aire a sus pulmones.
¿Kyuhyun había comprado el anillo?
¡No, no, no! Eso no era posible. ¿O sí? ¿Cómo no se le había ocurrido que él pudiera ser el comprador?
Porque los multimillonarios no usaban eBay, por eso. Si hubiera pensado por un momento que Kyuhyun se enteraría, no lo habría vendido.

Sungmin dejó escapar un gemido.
En lugar de apartarlo de su vida para siempre, lo había devuelto a ella.
Cuando lo vio al otro lado de la verja estuvo a punto de desmayarse. Por un momento, un momento loco, pensó que iba a decirle que había cambiado de opinión, que sabía que había cometido un error. Que había ido a pedirle perdón.
Perdón.
Sungmin se cubrió la boca con la mano para contener una carcajada histérica. ¿Cuándo había pedido perdón Cho Kyuhyun? Ni siquiera parecía sentirse culpable por no haber aparecido en la iglesia el día de su boda. No, no estaba allí para disculparse.

—¿Se encuentra bien, señorito Lee? —escuchó una vocecita entonces—. Está muy pálido y ha entrado corriendo como si lo persiguiera alguien.

—No, estoy bien —Sungmin se pasó la lengua por los labios.

—Parece como si estuviera escondiéndose.

—No estoy escondiéndome —dijo el, levantando la voz sin darse cuenta.
¿Por qué había salido corriendo? Kyuhyun creería que seguía importándole y él no quería que pensara eso. Quería que pensara que estaba bien, que romper con él había mejorado su vida. Que había vendido el anillo porque le sobraba o algo así.
Sungmin intentó respirar. Llevaba cuatro años soñando con volver a verlo. Había pasado muchas noches en blanco, imaginando que se encontraba con él... algo que desafiaba a la imaginación dado que se movían en diferentes estratosferas. Pero nunca, ni una sola vez, había imaginado que pudiera pasar de verdad. Y menos allí, en el colegio, sin previo aviso.

—¿Hay un incendio, señorito Lee? —un par de ojos preocupados se clavaron en el: Jessica, que siempre estaba preocupada por todo, desde los exámenes a los terroristas—. Ha venido corriendo y siempre nos dice que no debemos correr a menos que haya un incendio.

—Sí, es verdad —asintió Sungmin. Incendios y hombres a los que no quería ver—. Y no estaba corriendo. Iba... caminando deprisa. Es bueno para la salud —¿seguiría en la puerta del colegio? ¿Seguiría allí cuando saliera?, se preguntó—. Abrid vuestros libros de lengua en la página doce y seguiremos donde lo dejamos ayer. Vamos a escribir una redacción sobre las vacaciones de verano.

Tal vez debería haberle dado el anillo sin más, pero entonces Kyuhyun vería que lo llevaba colgado al cuello y no pensaba darle la satisfacción de saber lo que significaba para el. Lo único que le quedaba era su orgullo...
Al fondo de la clase se oyó un rifirrafe y después un golpe.

-¡Ay! ¡Me ha dado una torta, señorito !

Sungmin se llevó una mano a la frente. Problemas de disciplina era lo último que quería en ese momento. Necesitaba estar solo para pensar, pero si había algo que un profesor de primaria no tenía era un momento de tranquilidad.

—Jun, siéntate en uno de los pupitres de delante, por favor —Sungmin esperó pacientemente mientras el niño arrastraba los pies hasta el—. No se pega a nadie, no está bien. Quiero que le pidas perdón.

-¿Por qué?

-Acabo de decírtelo, porque no está bien. Quiero que le digas que lo sientes.

-Pero es que no lo siento —replicó el niño, sus mejillas casi del mismo tono que su pelo—. Me ha llamado pelo de zanahoria, señorito Lee.

Intentando concentrarse, Sungmin respiró profunda mente.

—Pues entonces él también te va a pedir perdón. Pero no puedes pegar a la gente, aunque te llamen «pelo de zanahoria». No se debe pegar a nadie.
«Ni siquiera a un tipo arrogante que te dejó plantado el día de tu boda».

Nueve MesesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora