Capítulo 10, Final

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Sungmin marcó el número de Hyukjae por enésima vez y dejó un nuevo mensaje.
Necesitaba desesperadamente hablar con alguien, pero su amigo no contestaba al teléfono.
Suspirando, buscó un pañuelo de papel para sonarse la nariz. Pero tenía que dejar de llorar. Aquello era ridículo. ¿Cuánta agua podía perder una persona en veinticuatro horas sin ponerse enferma?
Había ido llorando desde Macao hasta Jeju. Y cuando no estaba dándole pañuelos, Kyuhyun se dedicaba a trabajar, levantando ocasionalmente la cabeza del ordenador.
No había intentado retomar la conversación de la noche anterior. Seguramente creía que había perdido la cabeza, pensó Sungmin.
Le había dicho que quería volver a Seúl de inmediato y él respondió que se encargaría de organizar el vuelo, pero en cuanto llegaron a la villa desapareció en su despacho.
De modo que estaba de vuelta en la suite, intentando no mirar la cama que dominaba la preciosa habitación.

Después de darse una ducha se puso un pantalón corto y una sencilla camiseta y fue al vestidor para sacar su maleta.
¿De qué le servirían todos esos trajes en su casa?, se preguntó. No podía dar clases con un delicado traje de lino.
Intentando no pensar en eso, volvió al dormitorio y vio una nota sobre la cama. Pensando que serían los detalles del vuelo, la leyó: Nos vemos en la playa en diez minutos. Lleva el anillo.
Por supuesto, el anillo.
Apretando los dientes para contener las lágrimas, Sungmin arrugó la nota y la tiró a la papelera. Ah, claro, no quería que desapareciese con su carísimo anillo por segunda vez.
Sungmin miró el diamante que había estado con él durante esos cuatro años. La idea de separarse de él resultaba horriblemente triste.
Pero se lo llevaría en persona. Y luego volvería a su antigua vida e intentaría seguir adelante sin Kyuhyun.

Sungmin bajó por el camino que llevaba a la playa, intentando no pensar en lo maravilloso que hubiera sido criar a su hijo allí, entre los olivos y las buganvilias.
Sentía como si alguien le hubiera hecho un agujero en las entrañas. Como si hubiera perdido algo que ya no podría recuperar nunca.
Deteniéndose un momento, cerró los ojos. Sólo tendría que soportar aquellos últimos cinco minutos y todo habría terminado. Se marcharía de Jeju y no volverían a verse.
Decidido a portarse con dignidad, llegó a la playa... y se quedó inmóvil.

Frente a él había un semicírculo de sillas y, delante de las sillas, alguien con mucha imaginación había creado un arco con flores, un arco iris de colores sobre una pérgola que formaba una especie de puerta frente al mar.
Parecía el decorado de una película romántica. Pero no tenía ningún sentido.

-¿Minnie?

Le pareció escuchar la voz de Hyuk, pero no, no día ser...
Y sin embargo, allí estaba, corriendo hacia él, con un traje rojo que resaltaba sus piernas.
Riendo y llorando al mismo tiempo, Sungmin lo abrazó.

-He estado llamándote... ¿qué llevas puesto? -exclamó, dando un paso atrás para mirar a su amigo-. Estás fantástico, pero no entiendo nada...

-¡Soy tu damo de honor! -gritó Hyuk-Kyuhyun me dijo que tenía que ser una sorpresa, así que apagué el móvil porque ya sabes que soy incapaz de guardar un secreto y sabía que si hablaba contigo acabaría por contártelo. ¿Estás contento?

Estaba más bien desconcertado.

-Pero... yo no necesito un damo de honor. No voy a casarme.

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