Parte trece.

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– ¿Sabes? No es para nada saludable comerte un paquete de papas adobadas de la marca Sabritas como desayuno – alegó Stiles mientras llevaba una papa a su boca con mala gana –. ¡Ah, y eso sin mencionar que para que no se me atoren las jodidas papas en la garganta tengo que tragarme una Coca-Cola!

– No hay más dinero para comprar algo saludable – respondió Derek, quitándose de la barbilla un rastro de papa masticada (la cual escupió Stiles al hablar), y haciendo un gesto de asco en el acto –. Y no te quejes porque pude haberte comprado un chicle y una botellita de agua en lugar de esas papas.

– Qué hijo de puta hayas sido si hubieras hecho eso – gruñó el rubio, sí, rubio porque sigue siendo una niña bien ante los ojos de la sociedad.

– Como sea, tenemos que buscar algún punto de referencia que nos pueda ayudar a ubicarnos – mencionó Derek, poniéndose una mano sobre la frente y mirando a su alrededor.

Ambos se encontraban fuera de una pequeña tienda, a unas cuántas cuadras del lugar en donde durmieron la noche anterior. Eran alrededor de las doce del día, por lo que los rayos del Sol estaban más fuertes que nunca. Y era por eso mismo que Stiles decidió observar a Derek desde la sombra de le dana un árbol mientras comía el resto de sus papas con distracción.

– ¡Acepta que estamos perdidos! – gritó Stiles, haciendo un gesto de disgusto al percatarse de que Derek no sabía en qué jodido lugar se hallaban. Así diera miles de vueltas, Derek nunca iba lograr ubicarse.

– No sé cómo volveremos a ubicarnos aquí sin saber las direcciones – susurró entonces Derek, mirando a su alrededor una última vez y luego volviendo con Stiles –. ¿Tú, de casualidad sabes alguna?

– No, lo siento – negó con la cabeza y se encogió de hombros –. Yo sólo creo que quizá y el Rodrigo conozca algunas – añadió aún con su gesto de disgusto.

– ¿Rodrigo? ¿Cuál Rodrigo? – indagó Derek, no entendiendo a qué iba eso.

– Si me la chupas, te lo digo – respondió Stiles, quedándose serio durante un momento pero soltando una carcajada inmediatamente después de que Derek hiciera un gesto de confusión –. No entendiste, ¿Cierto? – alzó una ceja, divertido.

– Eres un idiota – contestó el azabache, negando con la cabeza y echándose a caminar en dirección a la calle.

– Ay, Derek – suspiró Stiles, yendo tras el otro –. Me has dicho eso tantas veces que hasta creo que "Idiota" es mi segundo nombre.

– Tu segundo nombre, tu apellido, tu sangre, todo – exageró el azabache, alzando las manos al cielo y negando con la cabeza en busca de paciencia –. Dios mío, ¿Por qué Stiles tiene que ser tan idiota?

– ¡Ya basta, oye! – se quejó Stiles, frunciendo los labios –. Así todo idiota me amas.

– Sí, tienes razón – apoyó Derek, deteniendo su caminata para mirar al rubio –. Así todo idiota me dan ganas de plantarte unos besotes en esos labios cubiertos de papa.

Y el gesto de asco volvió a Stiles tras oír eso.

– No jodas, eso sonó asqueroso – susurró el rubio, poniéndose una mano sobre la boca –. ¡Ahg! Recordé cómo hacen las mamás pingüinas para alimentar a sus pingüinitos. Y luego te imaginé a ti haciendo es–

– ¡Cállate, qué asco! – interrumpió Derek, no queriendo que su mente imaginara todo aquello que Stiles decía –. ¿Sabes qué? Olvida eso que dije y acaba de comerte esas papas lejos de mi vista – demandó serio, volviendo con su caminata por la calle que quién sabe a dónde fregados los llevaría.

T.S.O.T.S.G 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora