Parte quince.

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Faltaban aproximadamente treinta minutos para llegar a la mansión. Y como era obvio, Thalia conducía la camioneta por una desolada calle junto al bosque, llevando mucha prisa y estando callada mientras que Peter se limitaba a ver por la ventanilla, estando tranquilo, muy tranquilo.

Aunque el silencio en la camioneta era olvidado por los balbuceos de Stiles y Derek, quienes seguían yendo en la parte trasera del camper, sentados en el piso metálico y discutiendo como era normal. Los hermanos seguían estando callados, ignorando a los adolescentes a sus espaldas.

– ¿Puedo quitarme esta mierda? – preguntó Stiles, jalando los cabellos rubios de su peluca despeinada.

– Sí, hazlo, ya no habrá peligro de que nos encuentren – aceptó Derek, viendo cómo Stiles se agachaba y comenzaba a quitársela entre gruñidos de disgusto –. ¿Quieres ayuda?

– ¡Al carajo! – gritó Stiles justo cuando se quitaba la peluca y la dejaba sobre el suelo, mirando a Derek enseguida, ambos con un gesto que se dividía en asombro y horror.

– ¡Cielos, ¿Qué mierda le pasó a tu cabello?! – expresó Derek, señalando la cabeza de Stiles, quien rápidamente se puso las manos sobre la misma –. ¡Te veías mejor con esa cosa! – apuntó la peluca.

– ¡Claro que no! ¡Mi cabello castaño es mejor, es sólo que...estoy despeinado!

– ¿¡Despeinado!? ¡Parece que te explotó una granada en la cara, mírate! – bramó el azabache, pasando su mano entre los cabellos alborotados del otro para ayudarle a peinarse.

– Es culpa tuya que me haya pasado esto – susurró Stiles, dejándose peinar por Derek al cruzar los brazos y hacer un puchero.

– Perdóname, ¿Sí? Era necesario – respondió Derek, suspirando al terminar con su labor, bajando sus manos lentamente hasta dejarlas sobre las mejillas de Stiles.

– Te perdonaré sólo porque se trata de ti, un idiota de ojos verdes – dijo Stiles con toda la seguridad posible en sus palabras, sonriendo al igual que Derek lo hacía tras oírle decir aquello.

Se miraron un rato, primero a los ojos y luego a los labios, teniendo de pronto la necesidad de unir sus labios sin razón alguna. A veces la bipolaridad de Stiles entraba justo en el momento exacto, así como cuando estaba enojado, y de un segundo a otro ya necesitaba un abrazo, dado por un chico que mayormente olía a una colonia bastante masculina, y que sus brazos eran tan fuertes que Stiles lograba sentirse demasiado seguro entre ellos; un abrazo de Derek Hale.

– Llegamos – interrumpió Thalia antes de que los adolescentes hicieran alguna otra cosa que no fuera estar demasiado juntos –. Andando.

Thalia salió de la camioneta con un salto sin preocuparse por bajar sus pertenencias al cerrar la puerta con un empujón. Yendo hacia la parte trasera del camper para abrir las puertas, dejando que los dos chicos bajaran de allí. Ambos achicaron los ojos al estar fuera, queriendo acostumbrarse a la luz del atardecer que les iluminaba con violencia a pesar de que cientos de árboles los rodearan.

Stiles miró a su alrededor con asombro, abriendo un poco la boca y hasta suspirando por culpa de su sorpresa. Creyó que la zona en que se encontraría la casa sería bastante abandonada y hasta fea, pero en ese momento aceptó haberse equivocado.

La mansión se hallaba frente a ellos, pintada de blanco y resaltando su color gracias a los verdosos pinos que la rodeaban. Sus pies pisaban un césped que parecía haber sido recién regado, y el ambiente era fresco, sin contaminación ni olores desagradables. Realmente estaban en un bosque, alejados de todos. Y ahora Stiles se sentía encantado por eso.

T.S.O.T.S.G 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora