27 de abril

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Alejandra y su hermana Alexandra pudieron adapatarse rápidamente a su colegio. A pesar de llevar solo dos meses, sabían que Alex y Valentina eran buenas amigas. Lo sabían porque habían hablado de todo, emanaban confianza y eso a ambas, sobre todo a Alejandra, la hacía sentir segura. Le hacía sentir algo que jamás había sentido en su antiguo colegio, donde jamás fue capaz de tener una amiga a quién contarle todo. 

La semana había estado pesada, ya habían tenido una evaluación de cada materia y a Alejandra no le había ido muy bien. A pesar de que ambas eran capaces, Alexandra llegaba la mayor parte del tiempo con buenas notas. Y aunque a veces Ale intentaba mejorar, nunca resultaba. Ella sabía que jamás podría llegar al nivel de su hermana y eso en cierto modo, la apenaba.

 —Niñas, tengo algo que decirles— dijo Alejandra en tono serio.

 —¿Qué sucede?— preguntaron las tres al unísono.

 —Hay un niño que me llama la atención. No sé de qué curso es, pero según creo, es de cuarto medio.

Alex miró a Valentina y luego a Alexandra. Se puso seria y preguntó.

 —¿Él te gusta? ¿o solo lo encuentras atractivo?

 —Alex— dijo Ale entre riendo y hablando— no lo conozco, ni siquiera sé cómo se llama. Me gustaría conocerlo la verdad.

 —¡Pero cuéntanos más sobre él! quizás alguna de nosotras pueda conseguirte algo de información— le dijo Valentina levantando las cejas en señal de coqueteo.

 —Niñas, yo no sé mucho. Lo he visto dos o tres veces. Lo vi también el día que fuimos al supermercado. Es bajo y de pelo ondulado, su cara es muy blanca y parece de bebé. Sinceramente no creo que lo conozcan.

Alejandra estaba totalmente equivocada. Lo que no sabía era que Alex lo ubicaba perfectamente. Se trataba de un joven de nombre Ignacio que efectivamente iba en el último año del colegio. Según Alex, era una persona muy introvertida. Por lo que tenía entendido, había participado en concursos de debates representando al colegio y le gustaba jugar a la pelota, aunque no lo hacía muy bien. Alejandra escuchó con mucha atención lo que Alex le contaba de aquel chico, pero no sabía que su amiga le tenía una información mucho más valiosa.

 —Si quieres, te puedo dar su facebook.

 —¿De verdad lo tienes?— preguntó sorprendida—¿Cómo es posible?

 — No seas boba Ale, en este colegio casi todos se conocen. 

Alex arrancó un pedazo de hoja de papel del cuaderno de Alexandra y anotó Ignacio Pereda. Cuando ya eran las 15:15 de la tarde, Alejandra no dejaba de pensar en llegar a su casa a buscar a ese niño que tanta intriga le causaba. Salió del colegio en compañía de sus amigas y de Alex para tomar la locomoción y así llegar a su casa. Cuando al fin logró llegar a su casa, buscó su netbook, abrió su facebook y se dirigió a la barra de búsqueda de personas. Allí escribió el nombre que su amiga Alex había escrito en el papel  e inmediatamente arrojó resultados. Apretó la imagen de la primera persona que había aparecido en el resultado de las búsquedas y al clickear en la imagen de perfil, se dio cuenta de que era él. El chico pálido del colegio. Después de curiosear su perfil y sus fotos, se atrevió a enviarle la solicitud de amistad (al principio pensó que no la aceptaría). Sin embargo, luego de esperar unos minutos, su computador sonó. Le había aceptado la solicitud. Entonces Alejandra escribió.

 —Hola.

 —Hola. 

 —¿Cómo estás?

 —Bien, bien, ¿y tú?

 —Bien, gracias.

 —Que bueno. ¿qué haces?

 —Ahora nada.

— Ah.

—¿Tú eres la del colegio, cierto?¿la gemela?  

—Jaja sí, Marti. Parece que todos nos reconocen.

—Jajaja todos siempre conocen a las gemelas. Antes habían otras y todos las conocían, pero ya no están.

—Creo que algo me habían dicho.

—¿Tú en qué curso estás?

—Estoy en el segundo b.

Alejandra se quedó pensando un momento y luego escribió.

—Siempre que te veo estás sonriendo, ¿eres muy feliz?

—Es que no me gusta andar triste ni enojado. Siempre hay que ver el lado positivo... además, con mis compañeros es imposible andar enojado jajaja.

 — Te entiendo perfectamente. oye, ¿sabes? ya es un poco tarde, creo que es hora de que me vaya a dormir... adiós, cuídate y si me ves por ahí, salúdame jiji.

—Chao, que estés bien. Te saludaré :).

  





Crónica de una mujer enamoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora