22 de marzo

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Tras algunos aburridos días de clase, Ale y Alexa conocieron a algunas compañeras y compañeros, quienes comenzaron a frecuentar las visitas hacia el puesto en el que se sentaban. Una de ellas se llamaba Valentina, quien venía de una ciudad ubicada a mas o menos una hora de distancia llamada Ovalle y había llegado ese mismo año al colegio. Otra de las chicas se llamaba Alex, quien siempre había vivido en el mismo lugar y había llegado al colegio en quinto básico; otra se llamaba Montserrat y estaba en el colegio desde que tenía 3 años y finalmente, el chico del grupo que se llamaba Wilson, quien también estaba en el colegio desde los 3 años. Con el pasar de los días, lograron establecer una gran amistad, ya que por lo menos durante la primera semana, Wilson ayudó a las hermanas a guiarse por el lugar, a mostrarles los alrededores y a indicarles donde debían tomar la locomoción para poder volver a la casa. Luego de la última clase del día, a Alex se le ocurrió una salida.

 —Chicas y chico, ¿les parece si hoy salimos a dar una vuelta en la tarde?

 — Yo no puedo hoy, tengo entrenamiento—dijo Wilson levantando las manos en señal de que no tenía la culpa por no poder asistir.

 —Yo no puedo, lo siento—dijo Alexa—.Tengo un plan con un amigo que hace rato no veo.

Alejandra, Alex y Valentina se miraron con complicidad. Sabían que no podían dejar pasar esa oportunidad para salir.

 —Está bien— dijo Ale—.Saldremos solo nosotros y para la próxima vez iremos todos.

Durante la tarde, cerca de las 16:30, Alejandra estaba esperando en el empalme (un lugar muy concurrido para reunirse con amigos ubicado en la ciudad de Coquimbo) a que llegaran las demás chicas. Habían quedado en juntarse ahí para luego ir a comer al Schopdog, un restaurant al estilo vintage y de música que le gustaba a Ale. Al pasar un momento, Valentina y Alex llegaron juntas y saludaron a Alejandra. 

Las tres caminaron hacia el local que estaba a una cuadra de donde habían acordado reunirse. Cuando entraron al lugar, se instalaron en una mesa donde cerca había un televisor y Ale se aseguró sentándose frente a el para poder mirar los Classic Project mientras comía algo delicioso. Cuando tomaron asiento, un garzón se les acercó y les preguntó qué era lo que deseaban, a lo que las tres respondieron.

 —¡Queremos un canasto clásico para cada una!

Cuando les sirvieron lo que habían pedido, todas hablaron de sus vidas. Hablaron sobre sus padres, sobre lo que les gustaba del colegio, sobre sus amores pasados y sobre chicos interesantes del colegio. Pero sobre todo, rieron. Rieron como locas mientras comían, mientras sonaba la canción One More Night de Phil Collins, Ale recordó a un chico del colegio que vio de pasada. Muy rápido. Según lo que logró ver, el chico iba en cuarto de enseñanza media. Recordó que lo había visto (por el rabillo del ojo) mientras se dirigía al baño. Se acordaba de que el niño era de cara muy pálida, tenía el pelo castaño y ondulado, era de baja estatura, tenía unos ojos cafés muy intensos y una sonrisa perfecta que dejaba al descubierto unas pequeñas margaritas. Cuando la canción terminó, Ale volvió a la realidad y las chicas la miraron con cierta duda. A pesar de ello, Alejandra no le dio importancia.

 —Chicas, Vamos a pagar la cuenta.

Después de salir del local, caminaron cerca de dos cuadras hasta llegar el supermercado Unimarc, donde solo entraron por curiosidad para ver qué podrían obtener de allí con el dinero que les había sobrado. Pasaron por diversos pasillos, observando los pastelitos, las diversas golosinas. Luego por el pasillo de todo lo salado (Pensaron en llevar maní, pero luego se arrepintieron), pensaron en papas, pero se arrepintieron al sentir del peso del estómago gracias a todo lo que habían comido. Hasta que llegaron al pasillo de lo refrigerado. Se decidieron por unas bebidas y cuando ya las tenían en mano, quisieron echarle una mirada a los tipos de helados que habían frente a sus ojos. Mientras se deleitaban con los diversos sabores que habían, Ale escuchó a un grupo de jóvenes acercarse al lugar donde ellas se encontraban.

Entonces lo vio. Era el joven pálido de pelo castaño ondulado. Estaba en compañía de otros niños que parecían ser del colegio también.

—Niñas miren— les dijo Alejandra.

—Creo que son niños del colegio—. dijo Alex.—Sí, estoy segura.

 —Igual parece que hay alguno atractivo por ahí— dijo Valentina sin mucho interés.

A pesar de que a Alejandra le pareció que no fuera un tema muy relevante para sus nuevas amigas, a ella le puso muy nerviosa la presencia de aquel chico que le había llamado la atención. Aunque hizo lo posible porque aquel misterioso niño se diera cuenta de su presencia, finalmente él no la noto y después de un rato, se marchó junto con sus amigos.

Valentina le dijo a Alex y Ale que ya estaba lista y que fueran a una caja para pagar lo que llevarían.

Una vez que lograron pagar lo que llevaban, decidieron ir a tomar un descanso al parque O'higgins, que se encontraba debajo del supermercado al cual habían entrado hace un momento. Ingresaron allí y saludaron al guardia del local, buscaron un  lugar cómodo y a pesar de que había mucho pasto donde podían sentarse, se decidieron por unas galerías que parecían ser cómodas. Alex sacó una de las bebidas que había comprado en el supermercado.

 —Amigas, quiero hacer un salud por nosotras— Mientras sonreía coquetamente.

 —Pienso de igual manera— se expreso Vale—. Me siento muy cómoda con ustedes.

Alejandra sonrió, miró al cielo y pensó que el día estaba perfecto, a pesar de estar nublado (odiaba los días así. Amaba los días con sol).

 —Las apoyo chicas, hoy es un día perfecto ¡salud!— chocó la lata con las de las niñas.

Todas rieron y Valentina decidió sacar su celular para poner música.

 —Chicas, me gusta Air Supply...

  A mí me agradan— admitió Alejandra.

—Lo siento, pero no los conozco—expresó Alex con cierta culpabilidad.

—No te preocupes Alex, los conocerás.

Valentina activó el botón play del reproductor y la canción comenzó a sonar I'm lying alone with my head on the phone thinking of you till it hurts... Alejandra cerró los ojos.

Crónica de una mujer enamoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora