one

3K 507 67
                                    

El pequeño pelirosa mantenía sus manitas aferradas a la barra mientras calentaba haciendo pliés en primera posición. Mantenía sus labios fruncidos en señal de concentración y observaba el salón vacío debido a que aún era temprano para que empezara la clase.

La puerta se abrió y Jimin chillo de emoción corriendo hasta el chico azabache que acababa de entrar al lugar y se tiró encima de él envolviéndolo con sus brazos.

— ¡Yoongi hyung! —El mencionado gruñó devolviendo la pequeña pulga al suelo haciendo que este esbozara un pequeño puchero en respuesta.

— ¿Qué te he dicho de mi espacio personal? —habló el pelinegro sentándose frente al piano que estaba en el lugar.

—Qué debo respetarlo... —El pelirosa rodó los ojos y dio saltitos hasta quedar al lado de Yoongi.

— ¿Qué tal el fin de semana?

—Aburrido. Tuve que hacer mucha tarea y mamá no me dejó salir. —El rosado hizo una mueca e infló sus mejillas viéndose tierno.

Yoongi mostró una exagerada mueca de asco. — ¡No pongas esa cara! Te ves horrible.

Jimin soltó una risita y apoyó sus codos sobre el piano inclinándose hacia el de cabellos negros. 

—Claro que no. —El menor hizo un puchero y Yoongi rodó los ojos con fastidio.

— ¿Qué tal tu fin de semana, hyung?

—Hm, normal. Salí por la noche, tuve problemas con la autoridad y con el alcoholímetro, una chica desconocida en mi cama y una resaca de los mil demonios. ¡Ah! Y una nueva cicatriz para mi colección, ya sabes, lo de siempre.

Jimin asintió e hizo un gesto con la mano restándole importancia. Típico fin de semana de Yoongi.

Yoongi era el hijo de la profesora de baile de Jimin, el pelinegro era todo lo contrario a su madre, la mujer era todo flores y colores, por otro lado estaba Yoongi, quien era de todo menos colores, era un chico problemático y con un humor de la mierda, no se llevaba bien con nadie y era bastante bipolar, nadie lo aguantaba, excepto Jimin, quien era demasiado inocente como para captar el rechazo del mayor.

—Eres todo un chico malo, hyung.

—Pues, eso dicen ¿no? —Yoongi presionó algunas teclas del piano creando una melodía al azar haciendo que el menor comenzara a tararear.

Yoongi continuó el ritmo de la canción del pelirosa y le hizo una seña para que cantara, ese era un pequeño secreto de Yoongi, le gustaba tocar el piano para el menor, oír su dulce y a la vez repugnante voz. Para el pelinegro solo era demasiado difícil admitir que le gustaba la voz del chico, más bien, era difícil admitir que le gustaba cualquier cosa del chico.

Jimin entonaba las notas de la ya conocida canción para ambos, el pequeño amaba observar la manera en que Yoongi deslizaba sus finos y largos dedos sobre las teclas del piano, de manera elegante y profesional.

El pelinegro se mantenía concentrado en las notas que emitía el piano y la melodiosa voz de Jimin.

Una vez que la canción terminó Jimin sonrió en grande haciendo que sus ojitos se cerraran y aplaudió a Yoongi.

—Hermoso, igual que siempre, hyung.

—Empalagoso, igual que siempre, mocoso.

Ambos soltaron una pequeña risa y Jimin miró sus manitas entrelazadas jugando con sus deditos.

—Hyung, cada nota de tu piano es un una palabra de amor para mi corazón. —El mayor rió ante las palabras del menor.

—Ay, Jimin... Siempre tú con tus chistes cursis.

Algún día, hyung. Algún día sabrás que no son solo chistes.

Ramé. | Yoonmin (Sin Editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora