"...Do all the things that I shoul have done... When I was your man..."
-Bruno Mars.
Despedazado.
Solo podía sentirse de esa manera luego de lo que sus ojos habían visto esa tarde, cerca del centro de la Aldea. Así que no encontró más remedio que combatir toda su ira, enojo, frustración... Y sobre todo, sus celos, que caminar como todo un energúmeno por toda Sooga.
Dudaba sentir esa impotencia a sus diecisiete años. Su cabello que le llegaba hasta el inicio de sus cejas estaba lleno de sudor y había apretado tanto la mandíbula que le empezaba a doler la cabeza. Aunque quizás también fuese el coraje que sentía.
Y es que ninguna mujer se había dedicado a humillar al gran Abyo, al menos no de la manera en la que Ching lo había hecho esa tarde; Se encontraba el, muy pacífico y sin meterse con nadie en el pueblo, comprando unas cosas para su padre, cuando encontró en el puesto de helado a Ching y a Dada tomados de la mano, mientras le pedían una malteada a Santa. Trató de hacerse a la idea de que aquello no era una cita, por muy de la mano que estuvieran...
Su optimismo se vino abajo cuando Ching depositó un pequeño beso en los labios de Dada, mientras que él se ponía de mil colores... ¡Hasta Gowng al costado de ambos parecía estar completamente feliz! Fue así como la realidad le golpeó la cara y cayó en l cuneta de que, en lo que consternaba a Ching... Su ruptura ya había sido superada.
No supo nada más que hacer, salvo correr como alma que llevaba al diablo hacia donde sus pies se dirigieran, luego de intercambiar unas miradas con ella.
Se sorprendió así mismo llorando mientras corría, con todo lo que le daban sus piernas. Si, la ruptura había sido difícil, incluso para él, quien trató de llenar el vacío en "compañía" con otras señoritas de la Aldea.
No contaba con que Ching ya lo había hecho y de mejor manera. Porque, siendo sinceros, nadie podría reemplazar a Ching por mucho que él lo quisiera. Le molesto todo ese asunto. ¡Él era el gran Abyo! El alma de las fiestas y uno de los chicos más apuestos del lugar... Era imposible que una mujer lo pudiese hacer tambalear de esa manera... Pero simplemente no podía evitarlo.
-¡Abyo!- una voz chillona lo saco de sí y vio como una de las tantas chicas con las que había salido se acercaba de manera eufórica hasta el- ¡Oh, Abyo! ¡Me da mucho gusto verte! ¡Te he estado llamando! - dijo eufórica y colgándose de su cuello como una colegiala alborotada. Abyo solo alcanzó a reaccionar instintivamente y ardiendo en furia, por lo que la alejó con toda la suavidad que pudo... que no fue demasiada.
-¡Déjame!- le replico, bastante grosero en realidad. La chica parpadeó consternada y trató de acercase a 'le de nuevo.
-Oh, Abyo... ¿Qué te pasa? Solo quería decirte si no quieres ir a...-
-No- respondió Abyo secamente y sin dejarla terminar si quiera- No tengo ganas de hacer nada... Hoy no- respondió malhumorado y sin dar más argumentos, y puesto así, se dispuso a seguir, pero la chica se colgó de su brazo, en un último intento de atrapar su atención.
-¡Oh, por favor, Abyo! ¡Seguro que podemos divertirnos mucho juntos! - exclamó ella, con unas risitas algo bobas. Abyo solo se deshizo con brusquedad de su agarre y la miró con la cara enrojecida de rabia.
-¿Qué parte de "no" no entendiste?- le gritó, haciendo que la chica se encogiera y sin decir mucho más se largó de ahí, y no precisamente porque su enojo pudiese llevarlo a actuar de peor manera. Realmente no quería ver a nadie... Lo que resultaba una lástima, pues cada persona que lo veía lo saludaba alegremente. En otras circunstancias, habría saludado con una sonrisa aún más grande que la que le dedicaban... Pero en es momento, en el peor día de su vida... Solo se limitaba a no responder o a escupir de manera vulgar.
ESTÁS LEYENDO
Nadie sabe lo que tiene hasta que...
RomansaHan pasado ya cinco años desde que todo este lío de la persecución empezó. Es más, toda la aldea sabía que terminarían juntos, pero, ¿Que siempre tendrían que estar como perros y gatos? Al parecer Pucca ya no esta dispuesta a hacerlo, pero... Tal ve...