y acabar en diez

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Lyra no podía creerse que fuese la última clase. Esos últimos cinco días se habían escurrido entre sus dedos como arena, sin que ella pudiese hacer nada por evitarlo. Cuando lo había comentado con Ara, por poco no se ahoga cuando esta le preguntó —con un tono muy sugestivo, hemos de señalar— si había pasado algo más allá de la caída. ¡Por su culpa no podía parar de reproducir el momento en su mente!

Para intentar despejarse, estiró un poco y se puso a hacer una serie de piruetas a modo de calentamiento. Zac llegó en medio de una rondada, haciendo que casi se cayese de culo.

 —¡Zac! ¡Te he dicho mil veces que no seas así de silencioso cuando entras a los sitios!

 —Perdón, perdón —le respondió él, riendo—, pero en el fondo es tu culpa por estar siempre en "Los mundos de Lyra".

Lyra resopló con sorna, mirando al chico por el rabillo del ojo mientras se frotaba el codo en gesto de dolor. Era consciente de que iba a echar de menos sus tímidas sonrisas, esos pequeños ruiditos que hacía cuando algo no le salía, la manera en que tenía de mirarla cuando creía que no se daba cuenta... 

En resumen: iba a echarle de menos a él.

Era sorprendente cómo dos personas que a penas se conocían hacía una semana habían sido capaces de desarrollar alguna clase de relación a partir de clases de baile desastrosas y torpes movimientos —que en el fondo a ella le parecían adorables—.

—¿Dispuesto a intentar la rutina por última vez?

 —¡Siempre! Intentaré no pisarte... en honor de nuestra última clase.

Aunque se resistiese a admitirlo en voz alta, en el fondo, Lyra estaba más preocupada de si iba a ser ella la que le pisase a él; sentía sus rodillas flaquear cuando él enfocaba sus profundos ojos en los suyos por más de unos segundos. Sacudió la cabeza y puso la misma canción que había estado sonando continuamente la última semana.

Zac colocó su mano en la cintura de Lyra, con más decisión que en aquel primer intento, adorando la calidez de su piel por encima de la camiseta. Una vez que estuvieron colocados, comenzaron a bailar. El número de los pasos resonaba en la cabeza del chico, quien se estaba esforzando al máximo para no fastidiarla.

Sin embargo, cuando la chica se acercó más a él, estos se desvanecieron. Su principal prioridad había pasado de recordar los pasos a conseguir que el aire entrase y saliese de sus pulmones. La vuelta salió a la perfección, y Lyra acabó —una vez más— presionada contra el pecho del chico. 

La rutina terminó, y fue solo cuando sus pasos dejaron de resonar en el suelo de madera, que ambos se dieron cuenta de sus pesadas respiraciones. 

Zac no pudo evitar sumergirse en esas profundidades de whisky que le miraban como si no supiera qué paso dar a continuación. Lyra sintió todo el sentido del ritmo abandonar su cuerpo, convirtiendo la más simple acción en algo muy difícil de ejecutar.

Cuando sus ojos se encontraron, fue como si los dos sintieran una fuerza invisible que trataba de unirlos. Y finalmente, cuando la última nota de la canción resonó, sus labios se fundieron. 

Porque fue dar un paso, y pasó.

Porque fue dar un paso, y pasó

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y... ¡llegamos al final! espero que os haya gustado leer la historia tanto como a mí me ha gustado escribirla. además, la he inscrito en los Best Golden Awards 2018 en la categoría de "Historia Corta", junto con otra novela mía, "El ángel de mis pesadillas" (que podéis encontrar en mi perfil), ¡así que deseadme suerte!

Paso y pasó | ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora