cuatro pasitos más

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Recordaba bien aquel día. Justo acababan de volver de una excursión a principio de curso y habían venido a recoger primero a Ara, dejando sola a Lyra en la puerta del colegio, esperando a que llegase su hermana Mena.

El día anterior su madre les había comunicado a ella y a Mena que su abuela tenía cáncer, y que se trataba de un tumor maligno. Había decidido someterse a quimioterapia, pero era principalmente para intentar paliar los efectos y hacer sus últimos meses lo más placenteros posible. Lyra recordaba bien la sensación de estar al borde del colapso, desesperada por apoyarse en alguien, pero a la vez sin querer refugiarse en nadie más que en sí misma.

Le habían recomendado no asistir ese día, pero ella, tratando de recobrar algo del suelo bajo sus pies que la revelación había desmoronado, insistió en ir. Ara había estado preguntando todo el día qué le pasaba, pero Lyra no había encontrado el valor de decirle la noticia.

Por eso, cuando su amiga se fue, a sabiendas que iban a llegar tarde a por ella —su madre había acompañado a su abuela al médico de nuevo—,  cogió sus cosas y se dirigió al pequeño campo que había detrás del edificio principal. 

Poco decidida a dejar escapar las lágrimas que anidaban en sus ojos, Lyra se puso los auriculares, y dejó que su cuerpo hablase por ella, en un diálogo silencioso con quien quisiera escuchar. 

Pero lo que Lyra no sabía era que alguien se había quedado un rato más para acabar un trabajo, y la había visto bailar.

Pero lo que Lyra no sabía era que alguien se había quedado un rato más para acabar un trabajo, y la había visto bailar

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próxima actualización: 17/05 (para entonces ya habré acabado mis exámenes wiiiii)

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