EXTRA. {2}

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Golpes en el dedo pequeño.

Near.

Esta mañana había empezado tan bien como todos los días. Desperté a tiempo por la alarma, la ducha sin problemas, y a la hora de elegir la ropa, claro, una combinación de ropa tan perfecta digna de mí. ¡Debemos aprovechar esta semana de vacaciones al máximo para meternos en vidas ajenas y destruir posibles relaciones amorosas!

Salí del closet, buscando mis zapatos. —¡Oh, al fin sales del closet!—

—Espero el baile con ansias —dejé escapar con una sonrisa, mostrando mis mejillas enrojecidas al verme en el espejo. No es raro... es encantador, tremendamente encantador.

Después de todo, sólo yo me amo lo suficiente, ¿no es así?

Corrí hacia la puerta con felicidad, esperando que todo saliera de maravilla en ese día tan colorido, siempre esperaba que todo saliera de maravilla, ¿qué se supone que haga? En este mundo necesita positivismo para sobrevivir, si no, vivirás como una rata de alcantarilla que busca las sobras. El mundo giraba a mi alrededor.

Soy el protagonista, es obvio.

Mi dedo pequeño se golpeó con la puerta, haciéndome entrar  en un estado de shock. Era definitivamente el fin del mundo, y de la puerta, y de mi felicidad.

—¡ESTÚPIDA PUERTA TE ODIO, ADIÓS MALDITO MUNDO CRUEL! —Me arrojé al suelo, retorciéndome de dolor mientras pareaba con la otra pierna todo lo que estuviera a mi alcance.

—¡¿Volviste a chocar con la puerta Near?! ¡Deberías usar tus lentes! —Escuché el grito de mi hermana al otro lado de la habitación, dando zapatillazos como de costumbre.

—¡CÁLLATE, esos arruinan mi perfecto rostro! —Le devolví a todo pulmón, haciéndome bolita para alcanzar mi dedo y tallarlo. Desearía que este maldito no existiera, ni lo ocupo.

—¿Hijo? —Oí la voz de mi madre. La desperté con mis gritos, y mi dignidad abollada.

Rind.

—Ay... Tú comida siempre es la más deliciosa. Ya extrañaba desayunar aquí... Amo las vacaciones. —Le hice saber, dándole un sorbete a la sopa de mi abuela mientras elevaba mis ojitos con mucho amor al techo. Era un verdadero encanto. Sus comidas siempre me daban energía para tener un día alegre.

—Ay, mijito, es porque las hago con amor. —Susurró con, era el único de la familia que le veía actuar así. Definitivamente era la abuela perfecta.

Me levanté de la mesa al terminar y me dirigí al altar de mi perro para pedirle una invitación. Él seguía esperándome para cruzar el arcoíris en el cielito.

—Tengamos un excelente día hoy. —Me incliné ante él. Tomé mi mochila y caminé hacia la salida con la mayor felicidad del mundo. Volví a agacharme para recoger mis zapatos que se encontraban en la entrada.

Mi dedo pequeño chocó contra el escalón.

—Abuelita... —giré a verla con ojos llorosos, antes de caer en la desesperación del llanto— ¡AHHHHH! POR QUÉ NO TIENEN ALGODÓN LOS FILOS.

—¡Traeré las curitas y el alcohol! —Salió corriendo desesperada en busca de las vendas.

Either.

—Al fin vacaciones... ¿Qué te gustaría hacer?

La pregunta de Mike me dejó pensando, pero casi regué mi té cuando me abrazó por la espalda. Era alguien pegajoso, su otro hermano odiaba el contacto físico y aunque a mí también me irritaba no intentaba golpearlo, tan seguido.

—Quiero ver a Near... —Susurró Dante, dándole una cucharada a su yogurt con fruta desde la barra—. Ese chico me vuelve...

—No pregunté por ti. —Mike le miró con enfado, su gruesa voz incomodaba. Volvió a recargar su cabeza en mi hombro como una llaga peligrosa— ¿Qué quieres hacer Ei? Tú decide, que venga madre también.

—Quiero que me dejes terminar de leer este libro para que pueda irme. —No me tomé la molestia en mirarle, estaba atento al texto. Estaba cansado de no poder hacer mis cosas porque me interrumpían, así estuviera sentado en la sala o en la escuela.

—¡¿Vas a salir?! ¡Yo te acompaño! —Se acercó a dejar un beso en mi cachete pero cerré el libro y empujé su rostro con este. Me miró confundido por tomar mis cosas con prisa—. ¿Por qué estás así de ajeno estos días...?

Susurró, casi queriendo llorar.

—Estoy enojado porque me vestiste de pirata el otro día, maldito pervertido. —Me levanté molesto del sofá con mi mochila en la espalda.

Salí de prisa para no escuchar el llanto fingido que el rubio estaba por soltar. Traté de sacar mis audífonos de el saco del uniforme, sin visualizar la maceta en la entrada con la que eventualmente mi dedo pequeño se golpeó.

—Esa maceta no estaba ahí. —susurré, retorciéndome en el interior mientras veía el rojo hinchar mi dedo—. Esto no hubiera pasado si tuviera puesto zapatos...

Quemaré la maceta.

Cómo ser un acosador en 90 días y no ser arrestado en el intento [FINALIZADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora